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Un peculiar maridaje ha caracterizado al colectivo teatral Teatro de los Andes (TA) (1991- ). La preocupación por la Historia desde la perspectiva de "los vencidos" y la necesidad de sacudir la conciencia social y humana de los espectadores, no se escindieron del compromiso poético, la exploración formal y la experimentación visual. El ejercicio obstinado de la memoria política y la memoria cultural indígena, el rigor del luthier, la capacidad reflexiva del intelectual, la sensibilidad del campesino y la pasión del militante han sido, y continúan siendo, la marca de identidad del grupo. Preguntarse por su historia y su poética, es ante todo advertir de cuántas otras trayectorias históricas y artísticas se ha nutrido y, a la postre, comprender qué herencias ha legado y en qué medida las "traiciones" son también una forma de homenaje y continuidad.Esta exposición, basada en mi trabajo de tesis doctoral, señala por una parte las filiaciones y aprendizajes que activó, transformó y transmitió TA desde otros proyectos y formaciones teatrales bolivianas, y las resonancias ?sea en forma de herencia o traición- que del grupo se perciben en otros colectivos, dentro de lo que he denominado tendencia de producción cultural de horizonte político. Por otra parte, la ponencia explica los dos "movimientos" de trabajo de la memoria que en sus obras activó el colectivo, y yo denominé memoria o anamnesis pública "circular seminal" y "elíptica ejemplar". La primera es dominante en los espectáculos que problematizaron la identidad cultural ?Colón (1992), Las abarcas del tiempo (1995) y Odisea (2008)?; la segunda, predominante en el así llamado por su autor "tríptico de la violencia" ?Ilíada (2000), En un sol amarillo (2004) y Otra vez Marcelo (2005)- donde se abordaron de un modo central la Historia, la injusticia social y el ejercicio de la fuerza.

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