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Puesto que las experiencias estéticas funcionan como escenarios sociales de revisión de la vida social compartida o incluso "como el hacha para el lago congelado que llevamos dentro de nosotros" (Kafka en Huyssen, 2002: 163), proponemos abordar el caso de "La Ilíada" (2000) obra del grupo Teatro de los Andes dirigido por César Brie a fin de estudiar una vía original de irrupción del pasado en la vida pública. Queremos revisarla como generadora de anamnesis pública (Yerushalmi, 2003; Kauffman, 2007) que, discutiendo con el libreto de memoria dominante, le hace lugar a lo ocluido de la violencia y el dolor del pasado reciente y el presente latinoamericano estableciendo relaciones de analogía entre los ejercicios de la fuerza de ayer y de hoy, las formas de vulneración de lo humano del pasado y la actualidad, el duelo y la elaboración conflictiva de la pérdida. Si "La Ilíada" es capaz de generar un movimiento de "memoria elíptica" que liga el presente y el pasado reciente dictatorial latinoamericano, es porque se apoya en la fuerza de un ojo responsable: practica un ejercicio insistente y precario, necesario e incompleto de modelado de una mirada atenta al dolor que repara en las expresiones de la fuerza y los cuerpos violentados (sistemáticamente encubiertos y/o soslayados). Lo hace porque allí radica una posibilidad para recuperar la capacidad humana de ser afectado. El lenguaje poético que da a ver el dolor y la ruina del Otro se vuelve responsable en la medida en que re-politiza la sensibilidad provocando su descentramiento al simbolizar "algo" del orden de lo traumático y compartir "una brizna" de la experiencia del sufrimiento y la muerte. La iluminación y reconocimiento de un estado de carencia o desajuste ético va junto a su impugnación: hay una revuelta contra esa situación de crueldad, un hacerse compañía "próximo a, prójimo de" y compadecerse "padecer-con apasionarse-con".

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