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En las culturas alfabetizadas, los mapas y planos son herramientas simbólicas útiles para representar y comunicar información y para guiar la navegación en el espacio. Distintas investigaciones muestran que el conocimiento sobre estas representaciones se adquiere progresivamente durante los años preescolares y está en estrecha relación con las características de los mapas y de las tareas. Si el mapa representa localizaciones con distintas formas que conservan el color y la disposición espacial de sus referentes en el espacio, los niños de 36 meses usan la representación como fuente de información para encontrar un objeto escondido; si las localizaciones tienen la misma forma y nombre, los niños usan el mapa a los 48 meses. El desempeño también varía en función de la información que los niños reciben acerca de la relación mapa-referente: aunque el mapa represente localizaciones con distintas formas y nombres, los niños de 36 meses pueden usarlo sólo con instrucciones explícitas y los de 48 meses sin asistencia del adulto. Los mapas utilizados en la presente investigación son representaciones abstractas ya que representan localizaciones idénticas, conservando la distancia relativa y las relaciones de ángulo y sentido (derecha/izquierda) en una proyección aérea de sus referentes. Por lo tanto, es posible basarse solamente en relaciones espaciales para usar efectivamente esta clase de mapa. Nuestro propósito es explorar si y cómo niños muy pequeños interpretan la información espacial de un mapa con estas características, identificando cambios evolutivos y los efectos del tipo de tarea en la emergencia de este conocimiento. Hasta el momento, participaron en el estudio 42 niños divididos en cuatro grupos de edad: 48 meses (n = 11), 42 meses (n = 14), 36 meses (n = 9) y 30 meses (n = 8). Se utilizaron un espacio de búsqueda con tres cajas amarillas y dos mapas, uno con las tres localizaciones ubicadas en línea recta y otro con las localizaciones dispuestas en triángulo rectángulo: en ambos casos, las localizaciones se representaron con líneas de color negro. Se diseñó una tarea con dos fases, comprensión y producción. En la fase de comprensión, los niños debían utilizar los mapas para encontrar un juguete escondido por la experimentadora en el espacio de búsqueda; en la fase de producción, los niños escondían el juguete junto con la experimentadora y debían señalar con una cruz su ubicación en los mapas. Cada fase estaba compuesta por cuatro ensayos, dos con las localizaciones en línea recta y dos en triángulo. Las fases y la disposición espacial de las localizaciones se contrabalancearon en cada grupo de edad. En ningún momento los niños observaban simultáneamente el mapa y el espacio de búsqueda; no recibían instrucciones ni feedback durante la realización de la tarea. Los resultados preliminares muestran un efecto claro del tipo de tarea en el desempeño infantil. En la fase de comprensión, los ensayos correctos del grupo de 48 meses (86%) fueron significativamente superiores a los de los grupos de 42 (55%), 36 (58%) y 30 meses (40%); el desempeño de estos tres grupos no fue diferente entre sí. Sin embargo, no se encontraron efectos de la edad en la fase de producción: los cuatro grupos fueron exitosos a la hora de usar los mapas para señalar la ubicación del juguete escondido (89% de ensayos correctos a los 48 meses, 77% a los 42, 72% a los 36 y 65% a los 30 meses). No se registraron efectos de la disposición espacial de las localizaciones en ningún grupo de edad. Estos resultados se discuten en función de las distintas competencias cognitivas involucradas en el conocimiento de representaciones espaciales.