LAS ISLAS DESDE EL CONOCIMIENTO

El arte y la ciencia unidos para homenajear a los veteranos de Malvinas en Puerto Madryn

El mural “El regreso” retrata lo sucedido el 19 de junio de 1982. Forma parte de una original propuesta impulsada por el biólogo del CONICET Diego González Zevallos.


El 19 de junio de 1982, comenzó el regreso de nuestros soldados de Malvinas. Más de cuatro mil soldados argentinos volvieron al continente a través de Puerto Madryn arribando a través del transatlántico británico Canberra. A pesar del intento de ocultamiento y de la imposición de silencio por parte del gobierno militar presidido por Leopoldo Galtieri, los ciudadanos de Madryn les dieron a los soldados una bienvenida inolvidable: corrieron a la par de los camiones y colectivos que los trasladaban desde el puerto a la ciudad, los aplaudieron, les dieron aliento y les llevaron pan para paliarles el hambre. Aquella jornada quedó impresa en el imaginario social como “el día que Madryn se quedó sin pan”. A causa de este hecho las medidas de seguridad se intensificaron para los restantes arribos, y los soldados que llegaron en buques posteriores no tuvieron contacto con la comunidad. Cuarenta años después de esa conmovedora escena, la postal continúa vigente en el mural “El regreso”, pintado por los artistas locales Jorge Vázquez, Martín Cofré, Tomás Gimbernat y Claudio Segundo: una iniciativa que es parte del Proyecto: “Ciencia al Viento”: Paseo de Murales , impulsada por el biólogo e investigador del CONICET en el Centro Nacional Patagónico (CENPAT) Diego González Zevallos, que fue inaugurado el 19 de junio de 2019 y que este año fue declarada de interés nacional por la Cámara de Senadores de Argentina.

¿Qué tiene que ver un biólogo con un mural artístico? Desde su laboratorio en el Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas (CCT CONICET-CENPAT), González Zevallos se dedica desde hace seis años a unir la investigación científica y el arte a través de un proyecto de turismo científico que se constituye como un proyecto ambicioso y original de divulgación científica. “En mis inicios como científico yo estudiaba las aves marinas, hasta que en un momento mi perfil cambió y realicé un viraje hacia las Ciencias Sociales –cuenta el científico-. Me di cuenta que de la fusión entre la ciencia y el arte se podían brindar mensajes contundentes hacia la comunidad relacionadas al quehacer de la investigación científica”.

Así nació “Ciencia al viento”, un paseo de cinco murales diseminados en distintos puntos de la ciudad de Puerto Madryn, que se constituyen como un recorrido de turismo científico para que la comunidad local y quienes hace turismo por la zona puedan informarse y también entretenerse. “Ideamos un producto de turismo científico donde cada mural transmite un mensaje que tiene que ver con la identidad de Puerto Madryn y que une historias autónomas en un conjunto integral, con una mirada desde la región mucho más abarcativa”.

En el contexto de este proyecto, el desembarco de los soldados de Malvinas en Puerto Madryn al finalizar la guerra fue un tema insoslayable. “Hacer ese trabajo para mí fue un antes y un después, que me permitió consolidar vínculos con los veteranos de Madryn y me cambió la percepción de Malvinas, un tema que me atravesó desde siempre. Uno de los disparadores principales para hacerlo fue el retorno que todos los años se ve en Madryn que hacen los soldados que estuvieron en Malvinas. Muchos vuelven todos los años al puerto para rememorar lo que les sucedió, puntualmente al sitio donde los dejó el barco. Cuando se planteó la idea prendió enseguida”, recuerda González Zevallos.

El primer paso fue contactar al colectivo de veteranos de Puerto Madryn y a historiadores para trabajar lo sucedido en la época. “Automáticamente se dió una conexión muy fuerte –recuerda el científico-. Ahí la metodología científica tuvo que conducir el mensaje entre todas las historias. El objetivo del mural que fijamos entre todos fue contar el regreso, no la guerra, no lo que pasó en combate. Comenzamos con los talleres de participación, buscamos a los artistas, y en ese proceso nos dimos cuenta que dentro del colectivo de veteranos había cierto recelo con que todo esté centrado en la llegada del Canberra, cuando en realidad también había habido otros buques, y los soldados de Chubut, en su mayoría, no vinieron en el Canberra, sino en otros, como el Northland o  Irizar. El colectivo de veteranos nos pidió darle peso a esa otra parte de la historia, que no fue tan contada”.

González Zevallos continúa explicando: “Ahí se nos planteó que teníamos que incluir los demás buques que vinieron a Madryn, donde se dieron la mayoría de los desembarcos. Por eso la ciudad de Puerto Madryn tiene una impronta tan fuerte, de ser una comunidad que salió a recibirlos, abrazarlos y lograr el contacto con los veteranos que vinieron en el Canberra, pero también reflejando que hubo otra mayoría que no tuvo ese abrazo, porque después de esa llegada la dictadura hizo más fuertes las medidas de seguridad, instaló vallados y los desembarcos fueron en la madrugada, para evitar ese contacto. Los veteranos quisieron dejar en claro que hubo otros barcos, otros puertos e incluir eso en un único mensaje y hablar del regreso”.

 

El recorrido inusual de un biólogo “marino y social”

El Paseo de murales “Ciencia al viento” impulsado por la línea de investigación en Turismo Científico de González Zevallos comenzó en 2016 con el primero de los murales del ciclo, llamado “De las patas a las aletas”. Una enorme pintura que puede verse en la entrada al CENPAT y muestra la evolución de los cetáceos en Patagonia a través del tiempo. Luego pintaron “Vida Portuaria”, un mural de 65 metros de largo por 5 de alto que retrata el trabajo portuario y está instalado en el Muelle Storni de Puerto Madryn. “La idea es que sea un paseo de murales, lo podés hacer a pie, en bicicleta, es una oferta más de la ciudad. Trabajamos un mensaje para cada mural complementándolo con una web, folletos, cortos documentales, e incluimos a los colectivos sociales de la ciudad, grupos de científicos de las ciencias marinas, de la ecología terrestre, administración portuaria, veteranos de guerra”, dice el investigador.

Antes de dedicarse al turismo científico, en sus inicios en la investigación González Zevallos se dedicaba a la biología marina. “Y ahora me considero un biólogo marino y social”, dice él. Trabajaba en interacciones entre aves marinas y actividades pesqueras y navegó, durante todo ese primer lapso de su carrera científica, las aguas de la plataforma continental. Allí se ocupó de buscar soluciones para prevenir la captura incidental de aves marinas,  entre ellas losl albatros de ceja negra, un ave cuyo 70 por ciento de la población anida en las Islas Malvinas, pero se alimentan en la plataforma continental argentina. “Éstos  albatros  se enredaban en los cables de arrastre de los buques pesqueros. Cuando  esta embarcaciones descartaban el pescado que caía por atrás (popa) las aves marinas buscaban sus presas y quedaban atrapadas en sus cables y se ahogaban. Entonces, hacia 2005, se me ocurrió hacer una prueba instalando unos conos de tránsito en la popa de algunos buques pesqueros, como medida de mitigación”.

Aquella medida para la conservación fue probada en los propios buques y González Zevallos notó cómo, con muy poca inversión, la medida funcionaba. “La idea fue generar una experiencia con un diseño conceptual que pudiera llegar a ser aceptada por las industrias y puesta en práctica. Comparamos lances de pesca con conos y sin conos, midiendo cantidad de contactos, de muertes, distancias de acercamiento, y notamos que gracias a los conos cuando se usaban no había muertes. Las aves no se acercaban a los cables”.

Con esa experiencia sencilla y exitosa a cuestas, González Zevallos comenzó a leer material sobre las aves marinas de la región. Ahí se enteró de que muchas de las especies que estudiaba provenían de las Islas Malvinas y se alimentaban en el Mar Argentino, y ese comportamiento le hizo reflexionar más allá de la biología y lo conectó con la temática Malvinas desde la ciencia, un vínculo que continuaría años después con la realización del mural “El regreso”. “Malvinas fue siempre algo muy icónico, está muy presente en el Mar Argentino –asegura-. Uno se las imagina lejanas, y están sumamente presentes en diferentes procesos que se dan en la plataforma continental argentina. Y en mi caso, la verdad es que ver el comportamiento de las aves me hacía reflexionar sobre los límites de las jurisdicciones que imponemos los seres humanos, y cómo los animales nos permiten tener otra comprensión de las fronteras”.

 

La evolución de un proyecto científico

Algunos años después, cuando entró a la carrera del investigador científico, González Zevallos decidió abordar una línea de estudio que incluyera no solo las ciencias ambientales, también las actividades turísticas. “Me di cuenta que la biología se podía conectar con el turismo científico desde varios puntos de vista, desde la integración de las ciencias, desde esta idea de que la ciencia básica es útil, muy necesaria y la base, pero en un país con una ciencia presente y madura, también es importante la integración de esa ciencia en la transdisciplina. Incluir a los colectivos sociales en las diferentes iniciativas, en un diálogo de saberes. Entonces, la experiencia previa me permitió dedicarme a la educación ambiental y a la comunicación de la ciencia, y en definitiva, a generar y compartir el conocimiento”.

Para el científico, “la línea va más allá del turismo en la ciencia o la ciencia en el turismo: para mí son ambas. El turismo se beneficia de la ciencia con la inserción de conceptos, es generarle valor agregado en los productos turísticos. Y para la ciencia, la alianza con el turismo lo hace un agente multiplicador muy potente, es una manera de llegar a ambientes y colectivos sociales difíciles de llegar, es una manera de comunicar, educar, compartir el conocimiento, ponerlo a andar. Cuando vos introducís la ciencia en iniciativas turísticas, funciona los 365 días del año, si es un mensaje que se multiplica continuamente. Creo que no hay nada mejor para un científico o científica, que sus investigaciones e iniciativas sean accesibles para el  vecino, vecina de cada ciudad o pueblo, cuando está paseando, en una actividad de ocio. Es una manera muy linda de introducir el conocimiento”.

El paseo de murales se constituyó entonces como la síntesis de su idea. “El mural es tratar de contar una historia en una imagen que se complementa con  un sitio web , una serie de cortos documentales también para incluir todo el proceso, todos con el mismo estilo y estética. ”. Después de los murales de los cetáceos, de vida portuaria y el del regreso de Malvinas, el cuarto mural que se pintó fue “El monte y la estepa”, apostado en una pared transversal a la evolución de los cetáceos en el CENPAT, en el que se ven guanacos, choiques, maras, pumas y vegetación de zonas áridas. “Ahora estamos pintando el quinto mural, también en una pared del CENPAT, orientados por el grupo socio-histórico y más ligado a la comisión de límites. Así, con este quinto mural, el paseo incluye a: la biología marina, paleontología, oceanografía, ecología terrestre, historia, y ciencias sociales y humanas”, concluye el científico.

Esta nota forma parte de “Las islas desde el conocimiento”, un proyecto que invita a mirar las Malvinas a través del prisma de la ciencia.

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Por Cintia Kemelmajer