INVESTIGADORES
RODRIGUEZ Martin Gonzalo
capítulos de libros
Título:
Puesta en escena y recepción (1835-1852)
Autor/es:
DELFINZA FERNÁNDEZ FRADE Y MARTÍN RODRÍGUEZ
Libro:
Historia del teatro argentino en Buenos Aires. Volumen I. El período de constitución (1700-1884)
Editorial:
Galerna
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2005; p. 328 - 350
Resumen:
El artículo parte de dos ideas que aparecen en el Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento, ideas cuya productividad se hace visible en infinidad de textos del período y que repercuten en los modos de poner en escena: 1) Una idea militar, “disciplinaria” vinculada a dos formas de civilizar: una de ellas consistiría en organizar a la sociedad militarmente para eliminar al “otro”, a la barbarie y la otra, en emplear este modo de organización para potenciar y optimizar su funcionamiento. Esta idea es la que predomina en el momento “iluminista” en el que se busca que el teatro modifique la sociedad. 2) La idea que aparece en el Facundo acerca de la poesía. Esta idea “romántica” que tal vez Sarmiento toma de la traducción de Vico realizada por Michelet, es propia del “momento historicista” de nuestra cultura. Se buscaría por su intermedio, mostrar “lo que es como es”, en sus aspectos negativos, pero también en sus aspectos más atractivos y seductores. Es así que el mundo “bárbaro” -la Naturaleza- es representado en toda su grandeza. La Naturaleza atenta contra el orden civilizado, contra la sociedad y la historia pero, al mismo tiempo, es un elemento positivo para la creación artística. La primera de estas dos ideas se relaciona con el momento iluminista de la puesta en escena, mientras que la segunda lo hace con el momento historicista que se inicia con la llegada del romanticismo al Río de la Plata: 1) El primer momento iluminista está vinculado a la visión “disciplinaria” presente en el Facundo, en la que se intenta crear un sistema de convenciones cuya función principal debía ser “moralizar”, en el sentido mencionado. Tanto el lenguaje como las convenciones escénicas debían estar al servicio de esta función. En este primer momento, comienza a desarrollarse una polémica sobre el idioma, en torno a cuál es la lengua “correcta”, legítima. Asimismo, desde el Estado y por medio de la opinión pública y de los organismos con él vinculados, se presenta una visión negativa de los géneros “populares”, en especial de los sainetes. Para evitar la representación de obras que atenten contra la “moral” y el “decoro”, el Estado intenta vincular el teatro a un orden militar, “disciplinario”. El objetivo principal del teatro en este primer momento era “cambiar la historia”, domesticarla y someterla a la Razón. Por ello, más que como espejo del presente, el teatro, en su momento iluminista, se proponía como medio para educar o, para ser exactos, “moralizar” para el futuro 2) En el segundo momento, el historicista, la mirada de las elites respecto del teatro, pero también en alguna medida la del estado y la opinión pública rosista colocan en un lugar central a la “naturaleza” y sus relaciones con la historia. Dicho de otro modo, el gesto pasa a ser traducción, ya no de una idea universal sino de la historia y por lo tanto, se halla sujeto a la posibilidad de cambios. Sin embargo, el gesto posee desde la mirada de la elite una doble faceta: si por un lado su función radica en traducir la verdad histórica de la manera más “natural” posible, por otro lado ese mismo carácter natural lo vuelve amenazante. Con relación al momento anterior, esta etapa de la puesta en escena es un momento “liberador” del actor, y en ella, su producción es evaluada desde una perspectiva historicista aunque combinada con elementos de la teoría “clásica” del gesto. Desde esta misma perspectiva, intelectuales como el propio Sarmiento y, fundamentalmente Alberdi, rescatarán las formas más populares como los sainetes por considerar que en ellos y en el desempeño de los actores en los mismos hay más “verdad” que en cualquier tragedia. Por esta razón, Alberdi criticará el excesivo elitismo de aquellos que se retiran antes de que comienzen los sainetes y asisten sólo a las obras que eran percibidas como “cultas”.