INVESTIGADORES
GESSAGHI Maria Victoria
artículos
Título:
La experiencia etnográfica y la clase alta: ¿nuevos desafíos para la antropología?
Autor/es:
VICTORIA GESSAGHI
Revista:
Boletín del Programa de antropología y Educación
Editorial:
Facultad de Filosofia y Letras
Referencias:
Año: 2012 p. 17 - 27
ISSN:
1853-6549
Resumen:
Caminar por el barrio de Recoleta entre hoteles de lujo y negocios de marcas internacionales; visitar casas de familias en donde las paredes albergan valiosas colecciones de arte; asistir a un “té de beneficencia” en el Jockey club de San Isidro, hacer entrevistas en un haras; hurgar en el archivo de la biblioteca de un exclusivo club social; conversar con un entrevistado en la misma mañana en que apareció en la portada del diario a raíz de la venta millonaria de su empresa o debido a la reunión que mantuvo con el gobierno con el objetivo de conseguir beneficios para el sector agropecuario… A primera vista no diríamos que estas son distintas escenas reconstruidas a lo largo de un trabajo etnográfico. Sin embargo, los sectores más privilegiados de la sociedad han logrado imponerse, lentamente, como un campo interesante de ser abordado por la mirada antropológica: desde la ya clásica invitación de Nader a “studyng up” (1972) a los trabajos de George Marcus sobre las Elites (1983) pasando por el estímulo de Rockwell (2001) a los antropólogos latinoamericanos a documentar “lo conocido pero no dicho por los que están en el poder”, encontramos una extensa y creciente bibliografía antropológica sobre el tema. En la Argentina, el desarrollo de una tradición que dé cuenta de los aportes de nuestra disciplina a la comprensión de estos grupos sociales, o de los procesos en los que participan, es muy reciente y auspiciosa. Usualmente, los estudios que se abocan al análisis de las prácticas de quienes ocupan posiciones de poder destacan la necesidad de atender a desafíos teórico-metodológicos inherentes al estudio de las elites (Pincon y Pincon-Charlot 2000; Badaró y Vecciolli, 2009 y Marcus 1992, entre otros). Los señalamientos principales remiten a los problemas de acceso a la “cocina” del poder, a las dificultades en cuanto a la empatía con los sujetos que son parte del objeto de estudio y al lugar subalterno del investigador. Las reflexiones que se delinean en este artículo intentan abrir la discusión acerca de la supuesta especificidad metodológica de este campo de indagación. Las ideas que se introducen en este ensayo surgen de un trabajo de campo realizado en el marco de mi tesis de doctorado “Trayectorias educativas y clase alta: etnografía de una relación”[1]. Sin embrago, quiero subrayar que el artículo no se estructura a partir de las notas y registros de campo con los que construí dicha etnografía sino que articula alguna de las conclusiones centrales de dicho trabajo[2]. En primer lugar, señalaré que las dificultades de entrada al campo no son patrimonio exclusivo del trabajo con los sectores dominantes y que el desafió aquí radicó más bien en cómo no ser “portavoz” del reconocimiento que construyen los sujetos como parte del “trabajo de formación de la clase alta” (Gessaghi, 2011). Asimismo, me voy a detener en el lugar subalterno que se le asigna al investigador cuando trabaja con sectores privilegiados o con poder. Subrayaré que “la permanencia prolongada en el terreno” pone en evidencia el carácter dinámico y negociado de dicha relación de subalternidad. Por último, voy a sostener que la etnografía no puede entenderse independientemente de la experiencia que la produce. Es por eso que haré especial énfasis en traer las postergadas emociones y sentimientos al centro de las estrategias metodológicas. En este sentido, este trabajo intenta pensar acerca de cómo podemos estudiar a las elites antropológicamente, los desafíos teórico-metodológicos vinculados a su estudio y las implicancias que ello tiene para la antropología como disciplina.