CIENCIAS SOCIALES

Hallazgo histórico: Lorenzo Barcala no fue esclavo

Los diccionarios biográficos indican que fue un esclavo mulato nacido en Mendoza en 1795, pero hoy podemos decir que, pese a lo que dice la bibliografía, Barcala no fue esclavo.


Los diccionarios biográficos indican que Lorenzo Barcala fue un esclavo mulato nacido en Mendoza en 1795, propiedad de Cristóbal Barcala, escribano del Cabildo, y que por medio de una ejemplar carrera en las armas obtuvo la libertad y el grado de coronel, la mayor jerarquía que pudo alcanzar un descendiente de africanos en la República Argentina. Pero hoy podemos decir que, pese a lo que dice la bibliografía, Barcala no fue esclavo.

Domingo Faustino Sarmiento inmortalizó al coronel Lorenzo Barcala a través de algunas menciones realizadas en dos obras publicadas en 1845: Facundo y El General Fray Félix Aldao. En esas referencias Barcala fue presentado como un esclavo redimido de esa condición por la revolución de la independencia argentina, que le dio la libertad y la posibilidad de consagrarse como abanderado de la civilización a través del servicio en las armas de la patria. En la pluma del sanjuanino, Barcala se convirtió en adalid de los soldados negros y mulatos que integraron los ejércitos patrios y, especialmente, de aquellos de la facción unitaria durante las guerras civiles.

A partir de 1845 las referencias de los historiadores a Lorenzo Barcala retomaron en general las ideas fundantes de Sarmiento. Su condición de esclavo se atribuyó a ser hijo de africanos esclavizados; y el mecanismo concreto de su acceso a la libertad se explicó con distintos argumentos. En un texto de 1878 el chileno Vicuña Mackenna atribuyó el cambio de condición jurídica de Barcala a un decreto del 14 de enero de 1815 que declaró libre a todos los esclavos de 16 a 30 años poseídos por españoles. Mientras que José Canale, en un opúsculo dedicado a Barcala en 1927, sostuvo que fue declarado liberto por el “memorable decreto del año 13, expedido por la Asamblea Constituyente”; y lo mismo repitieron Jacinto R. Yaben, en 1938, y Vicente Osvaldo Cutolo, en 1968, en diccionarios biográficos de consulta casi ineludible para cualquier semblanza actual de los militares de la independencia argentina.

Desde el Diccionario Biográfico Nacional, concebido en 1877 como un monumental “homenaje merecido a los héroes y grandes hombres que nos legaran una patria joven y gloriosas”, hasta la actual edición electrónica del Diccionario Biográfico Español (Real Academia de la Historia, 2018) recogieron esas informaciones equívocas dichas por doquier desde que Barcala tuvo un lugar en la literatura histórica y en el panteón de los héroes. Incluso en otra lengua y con un enfoque africanista, la enciclopedia Africana: The Encyclopedia of the African and African-American Experience (2005), editada en la Oxford University Press, siguió la huella de todo lo dicho sin contradicciones.

Recientemente, en un artículo publicado en la revista científica Tiempo Histórico (N° 16, 2018, Santiago de Chile), de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, con Luis César Caballero presentamos argumentos y pruebas documentales que refutan esa idea reproducida hasta hoy por quienes refieren al “caballero negro” o “héroe negro” Barcala, con pocos matices entre sí y sin ningún contraste con fuentes documentales.

La primera confusión que se debe despejar en parte de la bibliografía que refiere a Barcala es que la Asamblea del Año XIII (1813) decretó la libertad de vientres y no la abolición de la esclavitud. La libertad de vientres implicó la liberación paulatina, bajo un régimen de tutelaje de los amos, de los hijos y las hijas de esclavas nacidos con posterioridad al decreto. La abolición completa de la esclavitud, en cambio, se estableció recién en la Constitución Nacional de 1853. Aunque parezca insólito, al menos hasta la década de 1990 algunas biografías y semblanzas sostuvieron equívocamente que Barcala, que para 1813 tenía alrededor de 15 años de edad, fue liberto por las disposiciones de la Asamblea de ese año.

Los argumentos de Vicuña Mackenna también son refutables. En efecto, la lista alojada en el Archivo General de la Provincia de Mendoza de los esclavos de propietarios españoles de la ciudad que fueron declarados libres el 14 de enero de 1815 para ser sumados a los ejércitos patrios no incluye el nombre de Lorenzo Barcala. Además, esa disposición no afectó al escribano Cristóbal Barcala, supuesto propietario de Lorenzo, puesto que estaba dirigida a los europeos sin carta de ciudadanía; y sabemos por un documento alojado en el Archivo General de la Nación que este notario obtuvo su carta de “Ciudadano Americano” en 1812, con un aval del Cabildo local atento a su “adhesión a la Santa Causa y verdadero Patriotismo”.

Hay documentos históricos que indican que si Lorenzo Barcala no fue libre al nacer al menos lo habría sido desde temprana edad. Los padrones de población de la ciudad de Mendoza de 1802, 1814 y 1823/4 lo registran con esa condición. El mismo Lorenzo declaró ser libre en 1819 en el acta de su matrimonio con Petrona Videla.

Además, la esposa del escribano Cristóbal Barcala, Lorenza Videla, declaró en un testamento en 1831 que ellos habían criado al pardo Lorenzo Barcala; y, un año antes, la misma Lorenza había testado declarando a Lorenzo Barcala como único heredero de sus bienes con la condición de que cuidara de ella. Declaraciones y acciones que refuerzan la idea de que Lorenzo no fue un esclavo y que fue considerado por la familia Barcala como un “hijo de crianza”.

Es probable incluso que en la sociedad mendocina contemporánea a la familia Barcala haya existido una percepción social acerca de una relación de familiaridad entre Lorenzo y Cristóbal, ajena a la relación amo-esclavo. En efecto, el fraile franciscano Benito Lamas, en un documento en el que relató sus últimas palabras como confesor de Luis Carrera, antes de su fusilamiento junto a su hermano Juan José Carrera en abril de 1818, identificó al escribano como “padre del pardo don Lorenzo Barcala, que se distinguió después en la guerra”.

Por el Dr. Orlando Gabriel Morales – Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA – CONICET)