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CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD
El científico que descubrió que el calcio previene la preeclampsia: una enfermedad por la que mueren 30 mil mujeres al año
José Belizán comprobó, en 1980, que su ingesta reduce la prevalencia de esta patología en el embarazo. Hoy busca maneras de aumentar su consumo en la población.
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Treinta mil mujeres mueren por año en el mundo a causa de la preeclampsia: mujeres que cursan la mitad de su embarazo, mujeres que están en pleno parto, mujeres que se encuentran en el puerperio inmediato. Se desata con un cuadro de presión arterial alta y su causa es desconocida. “Ya en la Antigüedad llevaba a las mujeres a la muerte, y hasta el día de hoy, es la causa obstétrica más importante de muerte materna en el mundo. Es una de las tragedias más grandes que afronta la Medicina. Porque la muerte materna es la muerte de alguien joven, y trae consecuencias tremendas: disrupción familiar, problemas psicológicos, patologías en los niños”, dice el médico obstetra, científico del CONICET y del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) José Belizán, que en 1980 descubrió que una buena ingesta de calcio durante el embarazo puede prevenir que las mujeres sufran esta patología. Su hallazgo llevó a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendara con fuerza a los países con baja ingesta de calcio –es decir, los de ingresos socioeconómicos más bajos- que suplementaran su dosis en mujeres. La recomendación no se cumple: por eso, cuarenta años después, Belizán avanza en el diseño de un método para fortificar el agua con calcio. Para que la ingesta de calcio, independientemente de la condición socioeconómica, logre incrementarse en toda la población.
“Esta es una historia larga, de muchos años, que se fue consolidando paulatinamente”, cuenta Belizán, desde Rosario, su lugar de residencia, donde también comenzó su carrera como médico obstetra. Corrían los años ‘70, plena dictadura militar, y él trabajaba en la maternidad de un hospital pegado a un centro de detención clandestina. Allí dio a luz a varios de los hijos de las detenidas. “Las traían los militares encañonándolas a ellas y a nosotros, y a pesar de eso las anotábamos en los libros de parto –recuerda-. Fue muy fuerte lo que vivimos en esos años”. Acechado por el peligro, se vio obligado al exilio. Consiguió un puesto en Guatemala, en el Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá (INCAP), de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS), y fue allí donde comenzó su historia como investigador referido a temas de nutrición.
Lo primero que le llamó la atención de las mujeres guatemaltecas fue que entre ellas casi no existiera la preeclampsia, esa enfermedad mortal que había visto tan de cerca en Argentina. Por qué será, se preguntó. No sabía que esa observación, guiada por la curiosidad, sería la punta del iceberg de su carrera como científico. La respuesta a ese interrogante la encontró en un lugar impensado: las tortillas de maíz. “Entre la población guatemalteca hay muchos indígenas y descendientes de mayas, cuya dieta se basa en un 90 por ciento en el maíz. Es el alimento más popular del país. Investigando, pudimos saber que para preparar y ablandar las famosas tortillas de maíz, en Guatemala utilizaban cal. Es decir que la harina de maíz tenía alta concentración de calcio: casi 160 mg de calcio por 100 gramos de maíz. Eso nos hizo dar cuenta de que la dieta guatemalteca, aunque carecía de leche y de productos lácteos, tenía una alta ingesta de calcio a través del maíz. Y eso nos llevó a pensar que eso era lo que podía estar previniendo a las mujeres de sufrir preeclampsia”.
Un largo camino
La hipótesis de que el calcio podía influir en el desarrollo de preeclampsia fue publicada en una revista científica en 1980. A partir de esa observación, el desafío era probar que la ingesta de calcio efectivamente tenía efectos en la presión arterial. El primer estudio lo hicieron en ratas: les suministraron dietas sin calcio a un grupo, y con calcio a otro. El resultado fue contundente: “En ratas que tenían una dieta baja en calcio aumentaba la presión arterial significativamente”, recuerda Belizán, que hoy trabaja en el Centro de Investigaciones en Epidemiología y Salud Pública (CIESP, CONICET-IECS). “Esa fue la primera relación que vimos entre la ingesta de calcio y la presión arterial”.
El paso siguiente fue probarlo en seres humanos. En un estudio en individuos jóvenes, estudiantes, a doble ciego, les suministraron un suplemento de un gramo de calcio diario a algunos participantes, y a otros un placebo. “Ahí –señala Belizán- vimos que los individuos jóvenes que habían tomado calcio desarrollaban una presión arterial más baja que aquellos que habían tomado placebo. Lo publicamos en la revista científica JAMA, y tuvo bastante repercusión”. El tercer paso era el más importante: estudiarlo en mujeres embarazadas. El esquema fue el mismo: un grupo con suplementos, otro con placebo. El resultado también fue satisfactorio. “Las que lo tomaron durante el embarazo tuvieron la presión arterial más baja”. En la curiosidad de explicar el mecanismo que asocia la ingesta de calcio con la presión arterial, sugirieron que podría ser mediado por una hormona: la paratohormona. Para explorar ese mecanismo comprobaron que, en ratas a las cuales se le extirpaba la glándula paratiroides, no se producía la elevación en la presión arterial al ser sometidas a una baja ingesta de calcio.
Con la restitución de la democracia, Belizán volvió a Argentina y encaró un estudio en un grupo grande de mujeres embarazadas de Rosario. Una vez más, suministró a algunas embarazadas un suplemento de dos gramos de calcio por día, y a otras un placebo. El resultado confirmaba que aquellas mujeres que recibían el calcio mostraban una incidencia de preeclampsia más baja. Estos resultados fueron publicados en New England Journal of Medicine. El mismo resultado arrojó cuando se replicó varias veces más. “Se hicieron unos 27 estudios similares, en unas 18 mil mujeres, y en todos la enfermedad se vio reducida prácticamente a la mitad –señala Belizán-. Porque dio un riesgo relativo de 0,45, que sería que aquellas mujeres asignadas a calcio tuvieron la mitad de preeclampsia que las mujeres asignadas a placebo. Y reducir a la mitad una patología como esta, o a más de la mitad, es algo realmente trascendente”.
Para el siguiente escalón tuvieron que esperar siete años: se trató de hacer un seguimiento de los hijos de las madres del estudio en Rosario. Cuando tuvieron esa edad, les tomaron la presión y notaron que había menor cantidad de niños con presión alta entre los hijos de las madres que habían tomado calcio durante su embarazo. “Vimos como si hubiera un modelaje de la presión arterial durante el embarazo en la descendencia, relacionado con la ingesta de calcio materna. La verdad que esto nos pareció muy importante, porque la principal causa de muerte, el principal factor de riesgo en el mundo, es la hipertensión”. Ese mismo estudio lo replicaron en ratas: a un grupo le suministraron calcio durante la preñez, y a otras no, y luego siguieron a sus crías hasta que fueran adultas. “Seguimos a las ratitas hasta el año de edad, que es ya la ´tercera edad´ de las ratas, y también demostramos este efecto en la descendencia”.
Calcio para todos y todas
Todos estos estudios encabezados por Belizán llevaron a que en 2011, 2013 y 2016, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendara a los países con baja ingesta de calcio –que se conoce que son los países de bajos y medianos ingresos- que provean de suplementos a mujeres de entre 1,5 y 2 gramos, para la prevención y el tratamiento de la preeclampsia. “Hay una asociación entre niveles socioeconómicos de los países e ingesta de calcio. Los países desarrollados toman 1 gramo de calcio por día, y los de bajos ingresos 500 mg. Se recomienda más o menos 1 gramo de calcio por día, que equivale a 1 litro de leche. Lo ideal es que la mujer ya comience su embarazo con una buena ingesta, y la continúe durante el embarazo. Esa buena ingesta podría lograrse por métodos naturales, si todo el mundo tuviera acceso a los lácteos, que son los que tienen más alta concentración de calcio. Sin embargo, Argentina, por ejemplo, a pesar de ser un país con industria láctea, tiene un consumo de alrededor de 400, 500 miligramos de calcio por persona al día”, asegura Belizán.
El mensaje de la OMS, a pesar de estar catalogado entre las recomendaciones realizadas “con fuerza” por el organismo, tuvo un muy bajo cumplimiento. “Al ver que no se cumplía, propusimos la posibilidad de ver si valía la pena tener una fortificación de alimentos con calcio para prevenir la preeclampsia. El ácido fólico, que previene los trastornos del tubo neural, se ha suplementado en la harina en Chile, por ejemplo. Nosotros pensamos por qué no hacer lo mismo con calcio, para que todas las mujeres tengan una buena ingesta en el embarazo”. La respuesta a ese planteo fue que antes había que demostrar que la ingesta de calcio previa al embarazo también fuera beneficiosa para las mujeres.
Les llevó siete años realizar ese estudio. Lo hicieron entre Argentina, Sudáfrica y Zimbabwe, y fue publicado el año pasado en la revista The Lancet, “Tardamos muchísimo porque empezamos a suplementar a mujeres previo a embarazo, la seguimos en el estadio previo y durante el embarazo. Como había una recomendación de la OMS de que hay que darle suplemento a todas las mujeres a partir de la semana 20 de embarazo, también tuvimos que darle calcio al grupo al que le suministrábamos placebo a partir de la 20 semana de embarazo. Pero a pesar de que a partir de la semana 20 todas recibieron calcio, las que habían tomado calcio antes de eso bajaron un 20 por ciento más la frecuencia de preeclampsia”, señala Belizán. “Esto demuestra que el calcio preconcepcional y concepcional suman los efectos”.
Ahora, Belizán y su equipo están enfrascados en la búsqueda de mecanismos que permitan que toda la población aumente su ingesta de calcio. Desde hace un año, gracias a un subsidio de la Fundación Bill y Melinda Gates, trabajan alrededor de la posibilidad de fortificar el agua. “Es una cosa muy original: poner calcio en el agua, ya que todo el mundo toma agua, y eso permitiría aumentar la ingesta de calcio en la población”, comenta entusiasmado. En el proyecto está trabajando con la investigadora del área de nutrición del CONICET, Gabriela Cormick, ingenieros y expertos en agua de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y profesionales de la Universidad de La Matanza. “Estamos desarrollando distintas estrategias: viendo cómo agregar calcio en las distribuidoras de agua; también cómo se podría agregar en los lugares que se reparte agua embotellada; y si se podría fortificar a través de un dispositivo, similar al filtro de agua, pero que implique que el agua fortificada con calcio salga de la canilla. Sería una contribución mundial, global, importante y que produciría un impacto grande en la salud: disminuir las muertes y las consecuencias que tiene la preeclampsia”.
Por Cintia Kemelmajer