CONICET, UNLP, UBA

Efectos adversos del crecimiento inmobiliario en barrios cerrados

Este tipo de urbanizaciones afectan la dinámica ambiental y poblacional de las zonas donde se establecen.


Investigadores del CONICET analizaron los impactos social y ambiental de algunos barrios cerrados en el partido bonaerense de Tigre. Estos emprendimientos inmobiliarios millonarios comenzaron a florecer a partir de la década de 1990, con el aporte de capitales privados y crecieron a la vera de la transformación de las tierras.

Como parte de la arquitectura de los emprendimientos, las tierras bajas fueron rellenadas para poder edificar, se crearon lagunas, importaron plantas exóticas, entre otros factores que llevaron a la modificación del suelo y las aguas. Pero su impacto no fue sólo a nivel ecológico, sino también social.

 

Agua que no has de beber, déjala correr

Investigadores de la División Zoología de Invertebrados y Ficología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata analizaron en 2003 tres lagunas ubicadas dentro de un barrio cerrado, en el partido de Tigre.

El reporte, presentado en las XXXIV Jornadas IRAM Universidades en 2011, muestra que el agua tenía niveles de minerales superiores a los de las lagunas naturales, predominancia de ciertas especies de plancton que producen olores nauseabundos y secretan toxinas que pueden causar lesiones de piel, y altos niveles de bacterias coliformes.

Esto se debería en primera instancia al cambio de uso de tierra de los humedales, que fueron transformados para soportar la edificación de estos complejos inmobiliarios. “La tierra que se sacó para rellenar (los terrenos) hizo que surja el agua de las napas freáticas más profundas, que tienen altos índices de mineralización”, explica Diego Gutiérrez Gregoric, investigador asistente del CONICET y uno de los autores.

De acuerdo con el informe, existe un predominio de nitratos sobre nitritos que reducen procesos aeróbicos en la laguna; fosfatos y nitratos altos que pueden resultar de una desaparición casi total de la vegetación acuática.

La falta de planificación tiene un segundo componente. Los fertilizantes utilizados en los parques y los desagües pluviales de las casas y calles circundantes desembocan en las lagunas, que no tienen salida a otros cursos de agua. Las concentraciones de bacterias coliformes (fecales) superaban en más de 200 mil veces los permitidos por la Organización Mundial de la Salud.

La presencia de deshechos hace también que haya una mayor disponibilidad de nutrientes, que favorecen el crecimiento de algunas especies de fitoplancton – cianoficeas, cloroficeas y dinoflagelados – “cuyas floraciones pueden producir olores desagradables, toxinas, dermatitis (inflamación de la piel) y mortandad masiva de peces”, informan los autores.

Para Gutiérrez Gregoric, la propuesta de estos emprendimientos inmobiliarios privados tiene una contracara. “Se prioriza, por temas económicos, el loteo sobre las lagunas, desarrollando así lagunas de diseño complicado que no permiten la circulación constante de agua. Además, no hay un control: se crearon playas de arena, insertaron especies exóticas, se cementaron áreas enteras”.

Sin planes de manejo integral, la continuidad de esta situación en barrios privados y sus lagunas “llevaría al deterioro del recurso inmobiliario, paisajístico y recreativo, además de comprometer la salud y bienestar de la población a largo plazo, por ejemplo aumentando los casos de dermatitis humanas”, concluye el informe.

 

Un privilegio inmobiliario

Por su parte, Pedro Pírez y Diego Ríos, investigadores del CONICET en la Universidad de Buenos Aires, analizaron desde la sociología y la geografía las contradicciones discursivas y políticas en torno a la construcción de estos mega-emprendimientos inmobiliarios en el Noreste del conurbano supuestamente de “alta calidad ambiental”.

De acuerdo al trabajo publicado en la revista chilena Eure, la construcción de estas urbanizaciones cerradas en Tigre y alrededores fue posibilitada por una articulación entre los intereses de los agentes inmobiliarios y financieros y políticos, que facilitaron las gestiones que beneficiaron o facilitaron estos emprendimientos.

“Hubo una apropiación privada de los beneficios que trae esa urbanización y una externalización de costos, tanto económicos como sociales, de los que se va a tener que hacer cargo el Estado. Este es un escenario posible en caso de una inundación activada por sudestadas en la zona del Delta”, señala Ríos.

Según los investigadores la expansión de las urbanizaciones cerradas en el área metropolitana y, particularmente, en el municipio de Tigre durante las últimas décadas respondió no sólo a factores de mayor accesibilidad, sino también fue una consecuencia de la “convergencia de intereses económicos, políticos e ideológicos entre actores públicos y privados para transformar tierras consideradas improductivas o baldías en un formidable negocio urbano”.

“Se decidió en pos de un tipo particular de sociedad local a construir, generando una enorme cantidad de recursos para una población limitada, creando un ghetto inmobiliario de alta rentabilidad. Sin embargo, no tuvieron en cuenta el impacto ambiental y dejaron de lado una importante necesidad de asentamiento urbano de la mayoría de la población local”, comenta Pírez.

De acuerdo a la investigación, en el discurso de los actores económicos privados, la construcción de estos barrios cerrados sobre rellenos permite recuperar esas áreas bajas y ecológicamente deterioradas, sin las cuales los terrenos seguirían siendo baldíos y “peligrosos”.

Al respecto Ríos y Pírez señalan que “ese peligro no parece estar asociado a las características físico-naturales predominantes de esas áreas (las inundaciones recurrentes), sino a la posibilidad de que las mismas sean apropiadas por sectores populares, poniéndole un límite a la transformación de ese espacio inundable en el negocio urbano del ‘nuevo Tigre’”.

(*) Elaboración propia en base a Daniele, Ríos, De Paula, Frassetto (2005).