CIENCIAS AGRARIAS, DE LA INGENIERÍA y MATERIALES

Edificios bioclimáticos: ahorro energético sin perder confort

Investigadores del CONICET participan del diseño y monitoreo de hábitats que pueden economizar entre un 50 y un 90 por ciento en calefacción.


La necesidad de recurrir al uso de energías no renovables, para climatizar o iluminar las viviendas o los espacios de trabajo, implica una serie de problemas a largo, mediano y corto plazo. Por un lado, porque por definición se trata de recursos limitados; y, por otro, porque conlleva a la contaminación ambiental a través de la emisión de gases de efecto invernadero. Por último, significa para los usuarios un mayor gasto en términos económicos.

Optar por la austeridad, por otro lado, parecería llevar a la pérdida del confort por parte de los usuarios quienes deberían acostumbrarse a trabajar o vivir con una iluminación más precaria, con más calor en verano y más frío en invierno. Una solución de fondo para este problema es la construcción de hábitats que permitan ahorrar energía sin reducir las condiciones de confort. Ese es el objetivo al que apuntan los llamados edificios bioclimáticos.

Celina Filippín, investigadora principal de CONICET en el Centro Regional La Pampa – San Luis del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), participó junto a investigadores y arquitectos del diseño y la evaluación de las condiciones reales de uso de una serie edificios bioclimáticos experimentales que se construyeron en diversos puntos de las provincias de La Pampa y San Luis, con el objetivo de minimizar el gasto de energía en materia de calefacción, refrigeración e iluminación sin por ello reducir las condiciones de bienestar de los ocupantes.

“Más allá de las modificaciones que fuimos realizando en lo que se refiere al diseño de los edificios, siempre apuntamos a minimizar el consumo energético, para el acondicionamiento tanto térmico como lumínico, a través del calentamiento solar, la ventilación y la iluminación natural junto con la utilización de materiales que aíslen térmicamente”, explica.

Filippín afirma que con el tiempo corrigieron algunos errores que se cometían en un comienzo. “En un principio pensábamos las características que debían tener los edificios en función, sobre todo, del ahorro en calefacción durante el invierno, lo que llevó a que tuviéramos algunos problemas de sobrecalentamiento en los veranos. Yo ahora creo que para un clima como el nuestro hay que encarar el diseño pensando primero en el período estival. En el invierno ya sabemos que los edificios solares funcionan muy bien; se puede llegar a tener ahorros de entre un 50 y un 90 por ciento en calefacción”, relata.

La investigadora destaca que para lograr que un edificio bioclimático tenga una buena performance al momento de proyectarlo hay que tomar en consideración diferentes factores.“Consideramos que el diseño tiene necesariamente que ser integral, no puede tener en cuenta un único aspecto como la orientación, la resistencia térmica de la envolvente –los cerramientos que separan el interior del exterior del edificio- o la ventilación, sino a todo ellos en su conjunto y de manera equilibrada. Un hábitat bioclimático debe estar, en lo posible, orientado al norte para aprovechar la energía solar, pero también tener una masa térmica que la pueda acumular y luego liberar el calor en el interior durante la noche. También es importante que esté bien ventilado y correctamente aislado térmicamente, para lo que la resistencia de los materiales utilizados en la envolvente debe estar adecuada a las pérdidas y a las ganancias energéticas del edificio”, explica Filippín.

Otro factor que, de acuerdo a la investigadora no puede dejar de ser tenido en cuenta a la hora de evaluar el rendimiento térmico de esta clase de edificios, es el rol del ocupante. Su compromiso resulta fundamental para poder optimizar la performance energética sin perjudicar su propio bienestar. Si no existe un cambio de hábitos que acompañe los diseños bioclimáticos, el ahorro en la utilización de combustibles fósiles será menor. En este sentido, resulta fundamental la educación ambiental, que también puede contribuir a reducir los costos de funcionamiento en edificios convencionales, como por ejemplo, haciendo un uso más eficiente de los aires acondicionados, tratando de mantener ventilados los ambientes o subiendo y bajando las persianas según se necesite.

Edificios bioclimáticos

Nueve son los edificios distribuidos entre las provincias de San Luis y La Pampa en cuyo diseño y posterior monitoreo ha intervenido el equipo de Filippín durante los últimos veinte años. En 1994 se realizaron las dos primeras experiencias, cuando fueron construidos el Pabellón de Ecología de la Universidad Nacional de La Pampa y una escuela en la localidad pampeana de Algarrobo del Águila. La última construcción bioclimática realizada hasta ahora en la región, la Unidad de Extensión y Desarrollo del INTA en Guatreche, La Pampa, se realizó en 2006. Las tareas de evaluación del comportamiento térmico y energético de los edificios, que también toman en cuenta la el registro de la experiencia de los usuarios, continúan de manera permanente.

Todas estas construcciones fueron montadas bajo lo que se conoce como estrategias de diseño pasivo, que es cuando “no se desarrollan elementos mecánicos para transportar la energía y el calor”, explica la investigadora.

En lo que refiere a los costos implicados en la construcción de edificaciones bioclimáticas si bien son un poco mayores que los que conllevan las convencionales, es posible tratar de reducirlos a un mínimo: “nosotros hemos trabajado con sobrecostos que nunca excedieron el 7 por ciento”, concluye la investigadora.

Por Miguel Faigón