DÍA DEL RESPETO POR LA DIVERSIDAD CULTURAL
Una efeméride que sigue evolucionando
La investigadora del CONICET Valeria Ciliberto repasa los cambios en la forma de conmemorar el 12 de octubre y sus implicancias sociales.
El 12 de octubre es una efeméride cargada de simbolismo para europeos, pero también para quienes habitaban el continente americano. “La conquista abrió un proceso que no sólo marca el inicio del ascenso europeo, con la consiguiente reconfiguración política y económica del mundo occidental, sino que también supone una reconsideración de los fundamentos intelectuales de ese mundo que derivó en un cambio trascendental en las formas de comprender las culturas y las sociedades”, señala Valeria Ciliberto, investigadora del CONICET en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS, CONICET-UNMdP) especializada en historia americana colonial y de la primera mitad del siglo XIX.
La fecha como conmemoración se instala a fines del siglo XIX, cuando la Reina Regente María Cristina de Austria eleva a las Cortes por Real Decreto un proyecto de ley para declarar la fecha como Fiesta Nacional Española. Al mismo tiempo, en los países de América Latina las celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento de América se dieron en simultáneo con la consolidación de los Estados nación y sus rituales orientados a legitimarse, también en el plano internacional. Por eso, en 1892, en toda Latinoamérica se multiplicaron los actos y monumentos, muchas veces financiados por las crecientes comunidades de migrantes italianos y españoles, que recuperaron la figura de Cristóbal Colón y su rol en esta empresa, tal como detalla la historiadora. Pero esto no fue siempre así, de hecho, durante la declaración de Independencia de estas nuevas naciones, Simón Bolívar se refería a la opresión española en Cartas de Jamaica de 1815 como “tres siglos de opresión, tiranía y oscurantismo” y se refería a España como una “desnaturalizada madrastra”.
En 1917, en Argentina, el presidente Hipólito Yrigoyen estableció el 12 de octubre como “El Día de la Raza”, fecha festiva nacional. Lo establece el 4 de octubre y justifica su decisión basado en que el “descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya realizado la humanidad a través de los tiempos”, lo asocia “al genio hispano intensificado con la visión suprema de Colón” y destaca la labor de “la España descubridora y conquistadora que volcó sobre el continente enigmático el magnífico valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, la labor de sus menestrales, y derramó sus virtudes sobre la inmensa heredad que integra la nación americana”. En ese contexto plantear un “día de la raza”, en términos biológicos y culturales, está directamente vinculada a la idea de nación propio del siglo XIX.
Esta fecha fue cambiando de denominación a ambos lados del océano. En España las renovadas relaciones con sus antiguas colonias también se plasmaron en la oficialización por decreto, en junio de 1918, del 12 de octubre como “Fiesta de la Raza Española”, devenida al año siguiente en “Día de la Raza” y, más tarde, en “Fiesta Nacional de España” y, con el franquismo en 1958, en Día de la Hispanidad entendida ésta como “como un sistema de principios y de normas destinado a la mejor defensa de la civilización cristiana y al ordenamiento de la vida internacional en servicio de la paz”. Finalmente, en 1981, a través de un Real Decreto hubo un nuevo cambio en la denominación y pasó a llamarse “Día Nacional de España” y “Fiesta de la Hispanidad”, que insistió en “la singular importancia del día 12 de octubre, Fiesta de la Hispanidad, en la que se conmemora el descubrimiento de América y el origen de una tradición cultural común a los pueblos de habla hispánica”, detalla Ciliberto.
Más adelante en el siglo XX, la situación cambiaría. La historiadora explica que esta evolución se debió a la emergencia de los movimientos indigenistas, reformistas y revolucionarios, los cambios económicos, las transformaciones políticas y, de manera contemporánea, a los movimientos de descolonización a nivel mundial, que cambiaron el escenario latinoamericano en su conjunto. Éstos obligaron a revisar la imagen creada a partir del punto de vista de los conquistadores, para comenzar a darle “voz a los vencidos”. Sin embargo, si bien estos estudios recuperaron a los indígenas americanos, en ocasiones les otorgaban un rol pasivo en este proceso -destacando solo los efectos negativos de la dominación europea- pero abrieron el camino a nuevas investigaciones focalizadas en la parte amerindia, sus persistencias y resistencias a la colonización. “Así y todo, fueron el primer paso para pensar las respuestas creativas que las sociedades indígenas implementaron en cada contexto local frente a la imposición de una dominación que se orientaba a colonizar tanto sus cuerpos como sus imaginarios, su cultura”, amplía la investigadora.
Los “contrafestejos” no se hicieron esperar. “Durante muchos años a lo largo de todo el continente las comunidades indígenas conmemoran el 11 de octubre como el último día de libertad de los pueblos originarios. Es la fecha simbólica en que los diferentes pueblos de nuestra Abya Yala reivindican su lucha y resistencia, se oponen a los relatos que definen 1492 como un `descubrimiento` o `encuentro de culturas`, visibilizan sus identidades y defienden sus derechos aún vulnerados en un presente que los sigue discriminando y estigmatizando”, cuenta Ciliberto.
Justamente fue el aporte de las criticas poscoloniales, de la experiencia de los movimientos indigenistas –como el levantamiento indígena de Ecuador en 1990, el alzamiento del ejército zapatista en Chiapas en 1994- y de derechos humanos, muy activos en el marco de denuncia de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por las dictaduras de la región, lo que generó el debate suscitado en torno al V Centenario en 1992 -enmarcado en la idea de “Encuentro de Dos Mundos”- y propició cambios importantes en la conmemoración de la efeméride.
El avance de las democracias recuperadas, que viraban hacia políticas económicas neoliberales en las que las empresas españolas tendrían un rol activo en toda la región, se combinó con un clima internacional que en el plano legal sumó instrumentos que permitieron revisar la situación de los pueblos originarios para dar marco, en la Argentina, a la incorporación en la Constitución Nacional de 1994 del inciso 17 del artículo 75, en el que se reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas.
Finalmente, en 2010, en Argentina la efeméride pasó a llamarse “Día del respeto por la diversidad cultural”. En esa fecha el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) señalaba que “este cambio se cimentó en el entendimiento de que la división de la humanidad en ´razas´ carece absolutamente de validez científica, lo que constituye hoy una concepción político-social errónea y peyorativa; por lo tanto, su utilización sólo favorece reivindicaciones racistas”. Este proceso se trató de un primer paso que invita a la reflexión en torno a la implementación de políticas que visibilicen la cuestión y que den lugar a cambios más profundos y substanciales. “Sabemos que se trata de desnaturalizar discursos muy arraigados socialmente, que exceden la consideración de la fecha en sí, porque conectan con la manera en que nos pensamos como sociedad y proyectan en el plano de las prácticas las representaciones vinculadas a proyectos de país caducados que aún subyacen”, agrega la investigadora.
“La mirada optimista no implica negar lo que falta recorrer en lo que respecta al reconocimiento y respeto de la diversidad cultural, la que nos constituyó colectivamente en el pasado, pero también y sobre todo la que nos proyecta como sociedad hacia un futuro”, advierte Ciliberto. Además, plantea que es necesario reflexionar crítica y conjuntamente sobre esta fecha a partir de desafíos actuales, contextualizando los relatos para comprender sus implicancias, es una manera de trasformar los cambios discursivos en realidades. La investigadora amplía: “Solo como ejemplo, interrogarnos acerca de si es racista nuestra actitud como sociedad frente a la migración actual de los países limítrofes, o pensar cómo procesamos, integramos, respetamos la cultura del otro cuando ese otro es “radicalmente diferente”. Todas estas preguntas servirían para tomar consciencia de ciertas nociones que continúan operando entre nosotros, a veces en clara contradicción con lo que decimos o aceptamos”.
Por Daniela Garanzini- CCT CONICET Mar del Plata