8 de marzo – Día Internacional de la Mujer

Tres mujeres, tres historias

Científicas del CONICET hablan del desafío de conjugar trabajo, familia y vocación.


En la actualidad, las mujeres son mayoría en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas: representan el 52 por ciento de los investigadores y el 60 por ciento de los becarios.

Tres científicas cuentan su labor cotidiana y cómo es hacer ciencia en la Argentina, tras bastidores.

 

Una carrera a base de esfuerzo

Dora Barrancos, directora por Ciencias Sociales y Humanidades del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), tiene 27 años ligados a la labor científica. Doctora en Historia por la Unicamp (Brasil) e investigadora principal ad-honorem, su tema de investigación siempre apuntó a cuestiones de género. En particular, se dedica desde hace muchos años a revisar las culturas liberales y las cuestiones de género de Uruguay versus Argentina.

“Las mujeres que nos dedicamos a la ciencia –asegura la Dra. Barrancos- no tenemos tanto reconocimiento como los hombres”. Atribuye este aspecto al hecho de que una mujer tiene que atender la casa, los hijos y cuestiones prioritariamente femeninas, que van en detrimento de su capacidad de producción, aunque no signifiquen que la calidad de sus trabajos sea menor. “Para mí, por ejemplo, el día que más produzco es el domingo. Eso es porque tengo un marido que respeta y apoya mi producción científica, pero no siempre sucede así”.

En su caso, debe combinar la labor científica con sus tareas como directora de área en CONICET, para lo cual hace un esfuerzo “extraordinario. Por fortuna puedo manejar ambas cosas porque tengo voluntad, personalidad fuerte y me manejo con determinación propia”, asegura ella. Y cierra, con su humor característico, augurando que “mientras no me fallen los datos neurológicos, voy a seguir produciendo”.

 

Hacer ciencia para compartir

Clarisa Inés Fernández tiene 30 años, es Licenciada en Comunicación Social con Orientación en Periodismo por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y actualmente cursa su doctorado en Ciencias Sociales (UNLP) como becaria del CONICET. Estudia el teatro comunitario argentino desde 2010, a través de distintas dimensiones como la memoria, la identidad y la política.

Antes de eso, Clarisa trabajaba en La Plata -ciudad donde vive- en una cooperativa de crédito como administrativa, y nunca había reparado en la posibilidad de apuntarse a una beca del CONICET. La idea se la dio un amigo; cuando comenzó a interiorizarse sobre el tema se dio cuenta de que la idea era perfecta para ella.

Su idea previa sobre la actividad científica era, por cierto, cercana al sentido común de que los científicos eran “seres de laboratorio”. Pero su concepción de cambió, con el aprendizaje de contenidos y experiencias en la propia práctica. “La beca del CONICET me permitió investigar sobre lo que yo quería y acercarme al campo de las Ciencias Sociales. Me encontré con un ambiente intenso, heterogéneo y cargado de nuevas posibilidades que contradecía la imagen de laboratorio inicial”.

Lo que más le gusta de su trabajo actual es poder abordar un tema que le apasiona como es el teatro comunitario, y asimismo reflexionar y profundizar sobre la temática para luego difundirlo y crear un diálogo con las personas. Y no siente diferencias por el hecho de ser mujer en el mundo científico. “Como trabajo con temáticas del mundo social y la interacción humana, para mí el mayor desafío es lograr generar un aporte y un diálogo con ellos, enriqueciendo a la vez al campo de conocimiento”, apunta ella.

También señala lo que para ella es lo más difícil de hacer ciencia, que tiene que ver con aspectos femeninos de sensibilidad y empatía: “Lo que más me cuesta es mantener un eje, un equilibrio entre el ejercicio intelectual y racional de la actividad, y los procesos internos y personales que allí están inmersos”.

 

Ser científica es una disciplina ‘de hombres’

Adriana Serquis fue premiada a fines de 2014 justamente por su rol como mujer científica. De 46 años, Doctora en Física e investigadora independiente del CONICET, fue premiada con el galardón máximo de la Edición 2014 del Premio L´Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” en colaboración con el CONICET por el trabajo que realiza en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) del Centro Atómico Bariloche.

Su equipo de investigación es atípico: porque la Ingeniería en Materiales no es una disciplina donde abunden las mujeres, sino que, por el contrario, suele estar dominado por los hombres. Pero en el grupo de Serquis esa tendencia no sucede. “En mi grupo el sesenta por ciento somos mujeres”, dice con orgullo, y describe cómo maneja equipos pesados, trabaja con gases y hace todas las tareas que, habitualmente, se le endilgan a los hombres. “A veces tenemos algún hombre que viene, se hace el caballero y nos ofrece ayuda –agrega Serquis-. Pero nosotras, con respeto, le decimos: ‘puedo, gracias’”.

“Técnicas Avanzadas de Caracterización de Materiales para Energías Limpias” se titula su proyecto, en el que estudia la optimización de los materiales utilizados en tecnologías limpias (no contaminantes), con el objetivo de reducir costos energéticos y cuidar el medio ambiente, es decir, para promover el uso racional de la energía.