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Obesidad: demuestran que es una condición que se autoperpetúa

Investigadores argentinos generaron un modelo genético animal que prueba que es irreversible. Los resultados indican que el tratamiento es más eficaz cuanto más jóvenes son los individuos


La Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, elaborada por el Ministerio de Salud en 2009, mostró que en Argentina la prevalencia de la obesidad es del 18 por ciento. Sin embargo, el sobrepeso y la obesidad no sólo están relacionados con ‘comer de más’ sino que existen otros factores asociados a su desarrollo y evolución.

Un grupo de investigadores creó un ratón transgénico al que le ‘apagaron’ el gen que codifica para la prohormona Proopiomelanocortina (POMC). Cuando lo ‘prendieron’ y el animal comenzó a producir esta molécula, observaron una notable pérdida de peso y cambios en parámetros como la concentración de glucosa e insulina en sangre. Los resultados fueron publicados en el último número del reconocido Journal of Clinical Investigation.

POMC es una molécula que da origen a diferentes proteínas, entre ellas la Hormona Estimulante de Melanocitos (MSH), relacionada con los mecanismos hambre-saciedad y pérdida de apetito que ocurren a nivel del núcleo arcuato del hipotálamo, un órgano ubicado en el cerebro.

Los científicos crearon un modelo donde el animal nacía con este gen ‘apagado’ en este núcleo. Al no expresarse POMC el circuito de saciedad estaba inactivo y los animales comían excesivamente, lo que llevó a que desarrollen diferentes grados de obesidad. Para analizar su correlación con la edad, los investigadores agregaron un mecanismo que les permitía activar el gen en momentos específicos.

Los resultados mostraron que cuanto más joven era el animal cuando se reestablecía el circuito de POMC, más posibilidades tenía de recuperar un peso normal. Por el contrario, aquellos individuos que habían sido obesos por mucho tiempo quedaban con un sobrepeso de más del 50 por ciento respecto de los valores normales.

“Esto demuestra que la enfermedad se autoperpetúa y que si el individuo es obeso durante un determinado lapso de tiempo lo más probable es que no pueda dejar de serlo”, explica Marcelo Rubinstein, investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (INGEBI), profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA) y uno de los directores del estudio junto a Malcolm Low, de la Universidad de Michigan.

Según indican en el estudio, la obesidad podría inducir cambios irreversibles en los circuitos neuronales relacionados con el gasto energético y, por lo tanto, aunque se reestablezca la producción de POMC los individuos no pueden volver a un peso normal.

Para Julio Montero, médico nutricionista y ex presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA), esta técnica “nos permite ver cuales son las consecuencias a largo plazo de la obesidad” ya que deja en evidencia que las respuestas dependen del momento de presentación de la obesidad y su duración.

 

Obesidad: una condición que se autoperpetúa

Los investigadores trabajaron con cuatro grupos. Todos nacieron con el gen de POMC ‘apagado’. A los tres primeros grupos les permitieron comer a voluntad antes de su ‘encendido’, mientras que el cuarto fue sometido a una dieta de restricción calórica. Tras la activación del gen, los cuatro grupos pudieron comer libremente.

“Al primer grupo le encendimos el gen a los 25 días, que equivale a una edad infantil en humanos; al segundo y cuarto grupo a los 60 días de su nacimiento, que son adultos jóvenes; y el tercero a los 180 días, cuando ya son adultos maduros”, explica Viviana Bumaschny, investigadora del CONICET en el INGEBI y primera autora del estudio.

Los resultados fueron contundentes. Los animales del primer grupo, como no habían tenido tiempo de desarrollar obesidad, recuperaron un peso casi normal cuando se les reactivó el circuito de POMC.

Los del segundo grupo ya tenían casi el doble de peso de un animal normal y cuando comenzaron a sintetizar POMC no pudieron perder todo el exceso. “Quedaron con un sobrepeso moderado, entre un 15 y 30 por ciento por arriba del peso normal”, explica Bumaschny.

Pero los resultados más notables se observaron en los animales del tercer grupo. Como el mecanismo de saciedad mediado por MSH estuvo bloqueado por más tiempo, ya pesaban más del triple que lo habitual cuando se activó el gen de POMC y quedaron con un exceso de más del 50 por ciento del peso normal.

En contrapartida, los animales del cuarto grupo no desarrollaron obesidad antes de la activación del gen, porque estaban sometidos a una dieta. Por ello, cuando comenzaron a sintetizar POMC mantuvieron el peso normal.

Para Rubinstein es justamente este grupo, cuando se lo compara con el segundo, el que brinda una de las claves más importantes sobre la obesidad. “Nos permite concluir que es el peso y no la edad al tratamiento lo que determina el destino de los ratones, y demuestra que la obesidad es una condición que se autoperpetúa”, afirma. (Ver infografía)

Pero no son todas malas noticias: el aspecto positivo es que no es lo mismo tener un sobrepeso moderado que grave cuando se analizan los valores de laboratorio y parámetros vitales como los niveles de glucosa y grasa hepática.

“Desde el punto de vista neurobiológico, una interpretación de estos resultados indica que pedirle a un obeso que adelgace hasta recuperar un peso normal es como pedirle a un ciego que se esfuerce para conseguir ver, porque el cerebro de un obeso sufrió una adaptación irreversible para mantener un peso corporal mayor a través de una ingesta alimentaria exagerada”, analiza Rubinstein.

 

Impacto en la salud

Al analizar los animales, los investigadores notaron que el aumento de peso era a costa del incremento de tejido adiposo, que en los casos más graves había ‘penetrado’ en los órganos. Además, los animales más obesos desarrollan diabetes con altos niveles de insulina y glucosa en sangre.

Cuando comenzaron a producir POMC y se normalizó el apetito, los ratones comenzaron a perder grasa rápidamente. “Pasaron de comer casi el triple que un animal normal a ingerir menos de la mitad durante varios días, donde pierden mucho peso”, dice Bumaschny.

Además, los valores de glucosa e insulina bajaron a niveles normales en los animales de los primeros dos grupos, mientras que en aquellos que con obesidad mórbida las cifras se redujeron notablemente, pero sin llegar a ser normales.

Los investigadores postulan que estas mejoras estarían asociadas al reestablecimiento del circuito POMC. Sin embargo, aquí también la edad del animal al momento de activación del gen juega un papel importante, lo que refuerza la hipótesis de que una intervención temprana sobre la obesidad mejora notablemente los resultados.

“Extrapolando este resultado a humanos, desde el punto de vista estético quizás una persona obesa nunca alcance la figura que imagina frente al espejo, pero sí puede recuperar un estado de salud casi normal, que contrasta fuertemente con la obesidad mórbida que compromete parámetros clínicos vitales”, comenta Rubinstein.

Por su parte, Montero opina que uno de los principales hallazgos de esta investigación está relacionado con su potencialidad terapéutica.

“Se puede pensar en buscar moléculas que puedan imitar la acción de la POMC o la MSH en el hipotálamo para controlar una alimentación voraz”, remarca, “y además abre una ventana hacia aspectos muy interesantes sobre las transformaciones que sufre el cuerpo frente a la sobrealimentación”.

  • Por Ana Belluscio.
  • Sobre investigación:
  • Viviana Bumaschny. Investigadora asistente. INGEBI.
  • Miho Yamashita. Universidad de Michigan.
  • Rodrigo Casas-Cordero. INGEBI.
  • Verónica Otero-Corchón. Universidad de Michigan.
  • Flavio S. J. de Souza. Investigador asistente. INGEBI.
  • Marcelo Rubinstein. Investigador principal. INGEBI.
  • Malcolm Low. Universidad de Michigan.