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Puede la Tecnología ser una herramienta para alimentar la rebeldía y la transformación. La tecnología entendida como práctica prosesual compartida se convierte en política creativa que ayuda a las autonomías locales a crecer en organización y a generar respuestas situadas desde los distintos territorios, en especial desde los países periféricos.La tecnología como práctica política creativa y material incentiva alianzas transformativas que constituyen a los diferentes ethos comunitarios protagonistas a la hora de producciones autónomas liberadoras. En este sentido es posible pensar en una Bioética Urbano-Tecnológica que participe en la gestión política como una construcción nueva. Una práctica autogestiva-cooperativa de pequeños espacios intituídos como fuerzas-puente para el acceso de los saberes y prácticas desplazadas en la toma de desiciones insidiendo en un cambio real; ya sea en una escala macro de políticas públicas, como en una perspectiva micro de la vida cotidiana. Pensar en una Bioética Urbano-Tecnológica integraría las dimensiones de lo ambiental, como el territorio y los sentidos que en este se juegan; la salud, como archi valor buscado a partir del trabajo digno y la vida digna; y lo tecnológico como un cuerpo integrador de los anteriores que materializa la posibilidad de disputar el poder.