Urbanidad del Común

M. LAURA SARMIENTO Y DIEGO FONTI

Formas de lo común Invención/herencia

UniRio editora

Lugar: Río Cuarto; Año: 2017; p. 13 - 223

¿Qué conflictividad nos permitimos en la ciudad? La elaboración de esta pregunta nos permitirá un sin fin de materialidades y conciencias alternativas que servirán a superar la crisis civilizatoria planteando nuevas formas de vida posibles. El arraigo a un compromiso que fomente lo común en nuestra cotidianidad, nos animará a habitar los conflictos de una manera abierta y permeable, alimentando nuestra capacidad de intensificar una ética que nos sostenga la vida en libertad y sus cuidados. Un contexto muy relevante para formular esta pregunta es la ciudad. Un 54% de los habitantes del mundo residimos en áreas urbanas, aunque en América Latina la cifra alcanza el 80%.1 Esto significa un desafío técnico para la inclusión de los ciudadanos, su acceso a los mecanismos de satisfacción de necesidades, sus condiciones y posibilidades de desarrollo personal y comunitario, etc. Pero es más que una cuestión técnica. Es necesario un modo de pensar que pueda acceder a otros niveles del asunto y proveer un tipo de respuesta pensada con otra justificación. Para Heidegger, este pensar se caracteriza por indagar las estructuras inadvertidas de los estados de cosas, lo latente, y por preguntar acerca del sentido de ellos y de nosotros mismos.2 Es preciso agregar a esta caracterización que el conflicto también es un estado manifiesto que impulsa al pensar.