INCUAPA   23990
INVESTIGACIONES ARQUEOLOGICAS Y PALEONTOLOGICAS DEL CUATERNARIO PAMPEANO
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Uso del paisaje, percepciones sociales y conservación: el caso de la zona Boca de las Sierras, Partido de Azul, Provincia de Buenos Aires
Autor/es:
PAMELA E. DEGELE
Lugar:
Tucumán
Reunión:
Congreso; XIX Congreso Nacional de Arqueología Argentina; 2016
Institución organizadora:
Universidad Nacional de Tucumán-
Resumen:
La Reserva Natural Boca de las Sierras es un área protegida de la provincia de Buenos Aires que protege 541 hectáreas de las Sierras de Azul (Sistema de Tandilia), declarada en el año 1999 Reserva Natural de Objetivo Mixto por la ley N° 12.781, en los términos de la ley provincial N° 10.907 de Reservas y Parques Naturales. La misma se encuentra localizada a la vera de la ruta provincial N° 80, en el partido de Azul. En vista de que la designación se realizó en tierras pertenecientes al Ejército Nacional, lo que restringe el uso público, y de que la Reserva Natural actualmente no está implementada, la investigación sobre la que se basa esta ponencia se focalizó a escala paisaje, que incluye el trayecto de la ruta N°80 entre la ruta N°226 y el paraje Pablo Acosta, y su entorno. Este paisaje, que excede al área de la Reserva Natural, se definió en función de la concentración de usos y valores sociales que ha recibido históricamente. En la investigación que aquí se presenta, se estudió sincrónica y diacrónicamente la documentación pública referida a la zona, el uso recibido y sus impactos, así como las percepciones sociales asociadas.El cordón serrano de Tandilia se ha considerado una parte fundamental del sistema de movilidad y asentamiento de los pueblos originarios, que se complementaba con el área interserrana y la zona costera (Politis et al. 2003). Distintos sectores del sistema cuentan con registros que demuestran una extensa ocupación de grupos cazadores recolectores, alcanzando antigüedades de 10.000 años AP aproximadamente, en sitios arqueológicos como Cerro La China 1, 2 y 3 (Flegenheimer 2004), Lobería 1 (Mazzanti et al. 2010) y Cueva Tixi (Mazzanti y Quintana 2001) entre otros. Particularmente en las Sierras de Azul (integrantes del sistema de Tandilia) no se han realizado estudios prehispánicos, pero aquellos referidos a momentos de contacto y al período posterior a la conquista española, prestaron especial atención a estructuras de piedra de tamaño y formas diversas. Las mismas habrían sido construidas aglomerando bloques obtenidos localmente (en su mayoría rocas graníticas del basamento cristalino), sin argamasa (técnica conocida como pirca o pirca en seco), y presentan patrones comunes ya que, en general, se encuentran en zonas con óptima disponibilidad de agua, pasturas naturales y afloramientos rocosos y/o rocas, a lo que se suma un importante alcance visual del espacio circundante. Estas características permitieron suponer que habrían estado ?articuladas entre sí formando un sistema integrado de uso del espacio? (Pedrotta y Duguine 2013: 1). Hasta el momento se han localizado 20 estructuras, tres de las cuales (Base Azopardo 1 y 2, y Muro 6) se encuentran dentro de la Reserva Natural. Por otro lado, en el conocido libro de Tello Toponimia Indígena Bonaerense (1946) se encuentra mencionada la zona de Boca de las Sierras con el nombre Pullu Calel y se explica que en mapuzungum, Pullúu viene de Puúli que significa espíritu y Calel que refiere a sierra, por lo que el calificativo indicaría ?Sierra de los Espíritus?. Según el texto, en la zona existirían cuevas donde los brujos y adivinos de las tribus cercanas se encontraban para consultar a los espíritus. El autor señala que la información se la habría brindado Bartolomé Ronco (reconocido azuleño), quién mantenía vínculos cercanos con comunidades originarias locales. A partir del avance del Estado nacional sobre el territorio indígena en el siglo XIX (Sarramone 1993; Ratto 1994; Lanteri 2002), el paisaje se fue modificando y resignificando vinculado al avance del ferrocarril, la conformación de pueblos y estancias, y posteriormente la construcción de la ruta N° 80. En la década de 1940 cientos de hectáreas del área fueron expropiadas por el Ejército Nacional para establecer el Arsenal Naval Azopardo y una fábrica de explosivos (hoy Fanazul), lo que restringió el acceso público mediante diversos mecanismos como cartelería intimidatoria y alambrados. Más tarde, la fundación del monasterio trapense Nuestra Señora de los Ángeles, en 1958, comenzó a configurar la zona como un espacio de oración y sentó el primer antecedente vinculado al turismo, el cual se fomentó directamente desde la Municipalidad de Azul a partir de la década de 1980, en concordancia con el contexto nacional que lo favoreció como estrategia de desarrollo regional (Bertoncello 2006; Palavecino 2013). Desde ese entonces, el municipio mantiene un comodato con Fanazul por el uso de primero tres y luego cinco hectáreas constituyentes de un parador turístico, que se vio reflejado en obras (juegos, salón, baños, mesas, sendero interpretativo) recién en el año 2012. Paralelamente a ello, la zona adquirió relevancia científica: desde la década de 1990 se iniciaron estudios sistemáticos florísticos y arqueológicos. Se destacan los llevadas adelante por el Núcleo de Investigación de Recursos Naturales, Ecodiversidad y Agroecología (RENEA) y el Núcleo de Estudios Vegetacionales y Agroecológicos de Azul (NUCEVA), ambos pertenecientes a la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). También, en el marco de esta institución y desde la Universidad Maimónides, la arqueóloga Victoria Pedrotta viene realizando investigaciones sobre las estructuras de piedra indígenas en el área desde hace aproximadamente quince años (Pedrotta 2005, entre otros). Ocasionalmente, además, se han realizado estudios turísticos, geológicos y ambientales (Piscitelly y Sfeir 1998; Massabie y Nestiero 2005; Sánchez 2009). Por otra parte, desde mediados de la primera década del 2000 el área se utiliza para hacer festivales, caminatas, eventos de ciclismo, encuentros académicos, ferias, ceremonias mapuches, etc. Lo expuesto permite entrever un escenario complejo, pleno de intereses y significados múltiples, cambiantes y en varios casos conflictivos. El atractivo del área fue reconocido y plasmado en la designación de 541 hectáreas como área protegida provincial en 1999, la que sin embargo no consigue implementarse. Análisis de fuentes escritas, encuestas, entrevistas y observaciones constituyeron la base para analizar la dinámica de la constitución del paisaje en el plano material y simbólico, el rol de un área protegida en la zona y los desafíos que hacen a su ejecución efectiva.