INVELEC   23402
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOBRE EL LENGUAJE Y LA CULTURA
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Asimilación del discurso social hegemónico multimodal y resistencia. Notas para entender la cultura juvenil móvil y repensar el rol docente en el aula.
Autor/es:
MARÍA CECILIA LÓPEZ
Lugar:
San Miguel de Tucumán
Reunión:
Congreso; Congreso internacional de educación y política en el camino hacia un nuevo humanismo.; 2019
Institución organizadora:
Universidad Nacional de Tucumán
Resumen:
Hoy en día es muy frecuente escuchar en el rumor social que los chicos no leen y no piensan porque están prendidos al celular. Pero resulta que esto es y no es al mismo tiempo, según desde qué perspectiva se lo analice.Por un lado, es cierto, los chicos, y la gente porque los chicos no son los únicos inmersos en la cultura digital, no leen y no piensan, no de la forma tradicional, pero sí de un modo innovador, complejo e hiperdinámico, que al no entendérselo rápidamente se lo desmerece. El tiempo y el espacio de la red es tan multiforme y disperso que a la escuela, una de las instituciones más impactada por la digitalización, le cuesta seguirle el ritmo pese a todo el esfuerzo y la constante actualización formativa de los docentes. Pero por otro, pasa también con frecuencia que los chicos, y la gente, no identifican los mecanismos de manipulación, dominación y explotación de los sectores dominantes y los asimilan y reproducen, y es sólo en este sentido que podemos decir que hace falta entrenamiento para leer y pensar más subrepticiamente.El propósito de este trabajo es evidenciar algunos de esos procedimientos de regulación de los discursos que hace la hegemonía (Gramsci en Angenot: 2010) a través del discurso social (Angenot: 2010) multimodal (Kress & Van Leeuwen: 2001) en la red, sobre todo en Google, Facebook e Instagram. Para lo cual será necesario delimitar antes tanto estas categorías que enunciamos, como una breve discusión en torno a la digitalización. La digitalización es una revolución tecnológica que se desarrolló de forma silenciosa y vertiginosa (Bunz: 2013) impactando en las prácticas sociales transformándolas radicalmente y/o generando otras nuevas. En este sentido lo digital se erige como una práctica social específica, con sus propias reglas, consensos y marcos de acuerdo, razón por la cual puede entenderse también como una forma cultural y por lo que hablamos de cultura digital.Asimismo esta intromisión de lo digital en la cultura ha generado discursos tanto optimistas como fatalistas. Tensión discursiva que sin embargo no es primigenia ya que, como en cada momento histórico bisagra, se reeditan viejas dicotomías y purismos pero aggiornados. Así como con el surgimiento de la imprenta coexistió la celebración de la democratización del conocimiento con el miedo al fin de la huella subjetiva de la letra manuscrita; con las revoluciones industriales la idea de que significaba un crecimiento sin escala de la productividad con el terror a la sustitución del hombre por la máquina, con la fotografía el entusiasmo frente a un grado nunca visto de mímesis de la realidad con el desaliento frente a la mecanización y el fin de la originalidad con la reproductibilidad técnica (Benjamin:1934) y con ello del arte pictórico; en esta era están quienes conciben la digitalización como un avance inédito en la historia de la humanidad, y otros que la representan como un retroceso o una amenaza distópica que terminará reemplazándonos y sepultándonos. A lo largo de la historia siempre se recreó la discusión de si la tecnología es buena o mala, en una extraña personificación, como si se tratara de un ente autárquico. Pero resulta que la tecnología en sí no es ni buena ni mala, sino nuestra representación de ella (Bunz: 2013) y el uso que le damos, nosotros y los sectores dominantes. Lo que sucedió siempre es ambas cosas, en el sentido filosófico, en tanto que toda transformación conlleva a la vez que el surgimiento de algo nuevo, la muerte o el fin de algo anterior, y, en el sentido político e ideológico, en la medida en que la hegemonía oprime y explota a través de la tecnología pero también existe la resistencia contrahegemónica que se apropia de ella, la resignifica y la usa como herramienta de combate. Esto evidencia que los cambios tecnológicos constituyen fenómenos complejos, contradictorios y de múltiples aristas, razón por la cual romantizarlos o demonizarlos constituye una trampa reduccionista que nos impide problematizar el fenómeno. Si por discurso entendíamos ?todo lo que se dice y se escribe? (Angenot, 2010), organizado en géneros según las esferas de uso de la praxis humana (Bajtín, 1953), donde se tensan y cristalizan relaciones de poder hegemónicas y contrahegemónicas, apropiaciones, resistencias, reproducciones, contradicciones y luchas en constante interacción dialógica (Angenot, 2010) y (Van Dijk, Wodak, Kress, Fairclough en Pardo Abril: 2006); ahora hay que sumar ?todo lo que se representa hoy en los medios electrónicos? (Angenot: 2010), lo cual incluiría también las imágenes y toda codificación no necesariamente oral o escrita. Por esto asumimos que todo discurso es esencialmente multimodal, siguiendo a Pardo Abril (2006), pese a que históricamente se jerarquizaron los códigos poniendo a la escritura por sobre los otros, cuando ciertamente todos contribuyen de distintos modos al sentido (lo corporal, lo gestual, lo sonoro, la imagen, etc.), como ya lo plantearon los precursores de la teoría del análisis multimodal Kress & van Leeuwen (2001).Frente a este escenario, la hegemonía no sólo ha sabido adecuar los procedimientos de regulación y control de los discursos sino que los ha perfeccionado. Tomamos tres en torno a los que teoriza Angenot (2010) para nuestro análisis que están íntimamente ligados: la fragmentación y la aglutinación; la reproducción del etnocentrismo y el egocentrismo y la saturación y expansión del campo de lo decible. Si históricamente la hegemonía pudo montar el simulacro de lo diverso recurriendo a la fragmentación y la aglutinación y así disimular el monopolio de la representación de la realidad (Angenot: 2010), las redes contribuyen a su amplificación. La aglutinación se ve en la territorialización de lo virtual, cuando la red se percibe como la aldea global, y cada red social un país o una comunidad. A la vez que la fragmentación, que se replica a una velocidad lumínica, en la infinidad de grupos en función no sólo de intereses sino por diferencias políticas frente a la agenda que marcan los algoritmos. Estas fragmentaciones, luego de batallas encarnizadas que terminan en bloqueos y eliminación de contactos, crean nuevas aglutinaciones, burbujas de opinión cada vez más específicas y excluyentes.La hegemonía capitaliza y profundiza estos enfrentamientos con la reproducción y el sostenimiento de un egocentrismo y un etnocentrismo donde las ?alteridades? no tienen voz pero son definidas y excluidas por los enunciadores designados legítimos por ella. Así se ?engendra ese Yo y ese Nosotros que se atribuyen el ?derecho a la ciudadanía?, desarrollando una vasta empresa ?xenófoba? (clasista, sexista, chauvinista, racista).? (2010:42). Un ejemplos contundente para este procedimiento es la representación hegemónica del cuerpo, idealizado y homogéneo, en uso creciente de redes más visuales como Instagram. Siguiendo a Bourdieu, el cuerpo es un producto social y ?un lenguaje a través del cual se es más bien hablado que hablante?, que no es ni más ni menos que lo que se traduce en los ?likes?. Y para ello, para gustar más y seguir respondiendo al mandato de los ideales de belleza impuestos, existe una técnica del cuerpo que, siguiendo a Mauss, son los modos en que de una sociedad a otra, los hombres utilizan sus cuerpos, transmitida por tradición porque no hay técnica ni trasmisión en ausencia de ella. Por último, y uno de los procedimientos más peligrosos es la saturación y la expansión del campo de lo decible con una variedad de discursos que genera la ilusión de que todo puede decirse, cuando en realidad impone los temas y los límites para que en ese bullicio lo aún no dicho, la trasgresión, no tenga lugar, y en consecuencia se vuelva impensable (Angenot: 2010). Nos hacen creer que ?hemos elaborado nosotros mismos lo que se nos ha impuesto desde afuera.? (Durkheim en Angenot, 2010:83). La conexión permanente, la serialidad y la inercia, la producción incesante de lo mismo, surge de la impaciencia y genera más impaciencia y sin paciencia, sin darse el tiempo de escuchar a los demás o de esperar el turno para hablar, la vida pública se vuelve severamente limitada (Crary), porque lejos del dialogismo lo que termina primando es el monólogo y la agresividad y eso se cristaliza en los vínculos cara a cara. La disponibilidad de la información tan abierta y aparentemente democrática, la posibilidad de compartirla y la inmediatez para hacerlo, genera una ilusión de experticia (Bunz: 2013) en la que los sujetos, a partir de la lectura fragmentaria, superficial y veloz, se sienten habilitados a discutir encarnizadamente y rebatir teorías comprobadas, elevando así la opinión y el conocimiento vulgar a la altura del conocimiento científico, ejemplos sobrados de esto es la emergencia de grupos como los terraplanistas y los antivacunas. Si el ciudadano común cree reemplazar así al científico, o al periodista y al fotógrafo viralizando fotos y videos en la red gracias a esa inmediatez del dispositivo móvil a mano, como describe Bunz (2013); el temor al reemplazo del hombre por la máquina de la revolución industrial no parece tan tremendista, cuando además los algoritmos también desplazan a periodistas y cineastas elaborando sinopsis deportivas, de series y de películas cada vez más sofisticadas. Pese a la eficacia con que la hegemonía discursiva funciona, como podemos ver, generando un cierto desaliento, es posible ?dominar la dominación?, de acuerdo con Angenot (2010), develando sus mecanismos mediante un trabajo crítico, como pretendemos aquí. Pero antes y sobre todo reconociendo, visibilizando y promoviendo las experiencias contrahegemónicas concretas y ya existentes de un uso liberador de la tecnología. Porque así como se registran momentos de suma alienación, individualismo y aislamiento, principios propios del mercado neoliberal y funcionales a él; los hay de concientización, organización y co-participación digital, según explica Bunz (2013), como el uso de Twitter para informar lo que estaba pasando en la primavera árabe de Egipto y la creación de la línea Sukey que sigue la posición por GPS y la información en las redes para evadir represiones policiales. De igual modo, así como la viralización genera desinformación y hostilidad como venimos mostrando, hay que decir que fue clave para la masividad que obtuvo en muy poco tiempo, por ejemplo, el movimiento feminista en Argentina y en el mundo y la asimilación de discursos y prácticas cada vez más antipatriarcales. Asimismo y de la mano, el cuestionamiento de los ideales de belleza y cuerpos hegemónicos y su militancia a través de las redes, encolumnado tras un movimiento cada vez más visible llamado ?activismo gordo?.Analizar estas tensiones y contradicciones entre el discurso social hegemónico y contrahegemónico y las acciones consecuentes y su despliegue en la red, es clave para pensar nuestro rol docente en las aulas, ya no como impartidores de conocimiento, sino como coordinadores y orientadores críticos, en tanto ellas atraviesan a nuestros alumnos, la llamada ?cultura juvenil móvil?, entendida como un «sistema específico de valores y creencias que conforman el comportamiento de un grupo de edad en concreto y que muestra una serie de características distintivas en relación con otros grupos de edad de la sociedad» (Artopoulos, 2011).