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El trabajo, una reflexión crítica en el terreno de la historia, hace referencia a los dilemas, aporías, y nudos que plantea el cruce entre lo personal y lo político, lo singular y lo colectivo, la biología y la cultura. El asunto al que me refiero tiene que ver con una pregunta, recurrente en el campo de los feminismos, que interroga por las relaciones entre cuerpo y política. La forma como he procurado responder a esta pregunta se liga a una conjetura que ha sido puesta en palabras por la escritora inglesa Virginia Woolf: en temas controversiales como este es difícil hallar una verdad que se presente con fulgurante evidencia. Más bien de lo que suele tratarse es de mostrar cómo es que se llegó a sostener un determinado punto de vista (Woolf, 1929). Se sostiene frecuentemente que las demandas feministas por autonomía, y por el derecho a disponer del propio cuerpo es un asunto individual. Desde la perspectiva que intento sostener esta perspectiva implica una serie de ideas: en primer lugar la de la escisión entre economía y política, y la ubicación de las demandas de derechos por parte de las mujeres en el marco de una concepción contractualista e individualista. Desde mi perspectiva es preciso revisar esta concepción desde un punto de vista crítico mostrando las tensiones y dificultades a las que conduce una perspectiva individualista. En la búsqueda de una respuesta he trazado una suerte de recorrido que procura poner en evidencia las diversas formas en que han sido y son socialmente considerados los cuerpos humanos sexuados y la incidencia que sobre esto tienen las relaciones económicas, políticas y culturales en momentos históricos considerados decisivos en orden a la conquista de derechos por parte de las mujeres.