INCIHUSA   20883
INSTITUTO DE CIENCIAS HUMANAS, SOCIALES Y AMBIENTALES
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
La vida como criterio de racionalidad y verdad en Hinkelammert: la tensión infinitud-finitud y el papel de las utopías
Autor/es:
HINKELAMMERT, FRANZ J; FERNÁNDEZ NADAL, ESTELA M.
Libro:
La religión neoliberal del mercado y los derechos humanos
Editorial:
Arlekin y Rosa Luxsmburg
Referencias:
Lugar: San José; Año: 2017; p. 89 - 110
Resumen:
Entendemos que para Hinkelammert la racionalidad instrumental es una dimensión de la razón humana que se desarrolla para favorecer la vida. Hay vida y, acorde a los objetivos de ella, hay una racionalidad básica, fundamental, primera, que es la racionalidad reproductiva. Al servicio de ella se despliega una dimensión de la razón con características propias; es la racionalidad insturmental. Tiene un campo de acción legítimo acotado a la acción directa; su objetivo la elección de los medios más eficientes y apropiados para el logro de fines específicos. Extrapolada su validez más allá de ese marco acotado, fragmentario, parcial, deja de funcionar ?racionalmente? y comienza a producir ?irracionalidades?, dando lugar a la irracionalidad de lo racionalizado. Aunque no sea objeto de nuestra experiencia directa, que siempre es parcial y fraccionaria como la acción que podemos ejercer dentro de ella, como sujetos vivos, corporales, necesitados, sociales, sabemos que hay un trasfondo de nuestras acciones y experiencias que forma un todo. Sabemos que existe una totalidad no experimentable directamente, a la que pertenecemos, y en la que están integrados todos los seres humanos y la naturaleza: una totalidad humanidad-naturaleza. Es el entorno general, presente-ausente, de todas nuestras acciones, conocimientos y experiencias. No podemos experimentar esa totalidad directamente, no la vemos ni tocamos, pero la sabemos presente en su ausencia. Por una parte, deducimos su existencia en la medida en que pensamos y nos damos cuenta de que la vida en general (de la que forma parte la vida humana) es un circuito donde la naturaleza, con los seres vivos que forman parte de ella, funciona como proveedora de materias y elementos para la vida, que la actividada humana transforma y que vuelven, bajo otra forma a la naturaleza. Decía que nos damos cuenta de que la vida es un circuito al que hay que estar integrado, para no morir, una totalidad inclusiva, de la que no es posible separarse si se quiere seguir viviendo. Otra de las formas en que se hace presente esa totalidad como una existencia anterior (condición de posibilidad de todas las demás formas de existencia) es en las crisis globales, que muestran los efectos indirectos, no buscados intencionalmente, que producen las acciones directas y particulares en el entorno: los pequeños daños de todas las acciones directas, no medidos ni calculados, son sus efectos indirectos y, dado el carácter finito y redondo de la tierra, se suman y multiplican, hasta aparecer como inmensos daños a la tierra, a la sociedad o a ambos, que amenazan la continuidad de la vida. Así se experimenta, finalmente, la totalidad que integramos. La Crítica de la razón utópica ha sido desarrollada por Hinkelammert a partir del tópico kantiano. La idea de un uso acrítico de la razón le sirvió para evidenciar los peligros de la racionalidad moderna cuando opera más allá de su campo de acción legítimo: la acción directa. En esta ponencia nos interesa reflexionar sobre tan importante aporte de Hinkelammert a la luz de su antropología filosófica, y particularmente de la idea del ser humano como una infinitud atravesada de finitud. Mirado desde ese ángulo, la razón utópica es una de las manifestaciones de la razón instrumental, y como tal, encierra sus mismas posibilidades y peligros. Las utopías políticas (experimentos nacidos con la Modernidad) son una de las formas de institucionalidad abstracta creada por la razón a los fines de facilitar el desarrollo de las potencialidades humanas. Pensamos instituciones perfectas y las proyectamos al futuro; esa proyección sirve a la vida, al sustrato real y concreto de la existencia, por la vía de la función crítico-reguladoara de la razón instrumental: el contraste con el ideal imposible proyectado nos ayuda a descubrir, denunciar, criticar las falencias de lo real, a exigir su transformación y a actuar en esa dirección. Lo imposible hace posible lo posible. Pero, al mismo tiempo, las instituciones abstractas creadas por la razón utópica encierran un peligro: que, olvidando su carácter de productos imposibles de la imaginación, pretendamos alcanzarlas empíricamente, por una aproximación paulatina, esto es, queramos llegar a lo imposible mediante pequeños acercamientos posibles. O mejor dicho, queramos alcanzar lo infinito mediante muchos pasos finitos. Las consecuencias no son solamente el desperdicio de esfuerzos y tiempo, sino bastante más terribles: al ceder el control a objetivaciones abstractas (instituciones perfectas e imposibles) proyectadas en el futuro, se condenan y sacrifican las posibilidades de la realidad presente, sin duda acotadas y finitas, llenas de defectos, como todo lo real y contingente. El uso acrítico de las utopías arrasa con todo lo real empírico, por eso es un peligro verdaderamente grave: por su carácter totalitario la amenaza latente que contiene es el exterminio total de la vida. Y hoy, lamentablemente, existen los medios técnicos suficientes para que esa posibilidad se realice. Las proyecciones perfectas de razón utópica y la exigencia de someterlas permanentemente a crítica son dos manifestaciones de la paradójica condición humana: como seres infinitos aspiramos a lo perfecto y no podemos dejar de imaginarlo, desearlo y quererlo; y gracias a esa aspiración podemos transformar lo real en un sentido de mayor libertad, justicia e igualdad. Como seres atravesados por la finitud, empero, estamos condenados a que ese deseo imposible nunca pueda ser colmado. Lo mejor que podemos hacer, dada esta condición, es usarlo a favor de la vida, para que su imposibilidad despeje buenas y factibles posibilidades.