INBA   12521
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN BIOCIENCIAS AGRICOLAS Y AMBIENTALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Utilidad de los indicadores de suelo en la gestión agronómica de campo
Autor/es:
TABOADA M. A.
Lugar:
Rosario
Reunión:
Taller; XV Congreso de AAPRESID; 2007
Institución organizadora:
Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa
Resumen:
El tema de la calidad de los suelos y la búsqueda de indicadores de calidad está siendo debatido fuertemente por la literatura profesional en la actualidad (Arshad  y Martin 2002, Bouma 2002, Bremer y Ellert 2004, Karlen et al. 1997; Letey et al. 2003, Lilburne et al. 2004, Nortcliff  2002, Reynolds et al.  2002, Schloter et al. 2003). En general existe consenso en que no existe indicador de calidad apropiado para todos los propósitos y contextos. Por el contrario, la gran heterogeneidad de objetivos posibles así como de escalas de trabajo determinan que deban seleccionarse más de un indicador o indicadores agregados de calidad de suelo, apropiado para cada situación. El uso de de indicadores de calidad llega incluso a ser desaconsejado por Letey  et al. (2003).               Una definición aceptada de calidad de suelo es: “la aptitud de un suelo para soportar el crecimiento vegetal sin resultar en degradación o algún deterioro ambiental”. La evaluación de esta aptitud es difícil, pues los suelos agrícolas no son sólo importantes para soportar el crecimiento de cultivos, ahora y en el futuro, sino también para mantener limpio el aire y el agua, reducir las emisiones de gases con efecto invernadero, preservar la biodiversidad natural  y asegurar la calidad de los alimentos (Bremen y Ellert 2004). Es usual que a menudo los técnicos que trabajan en el sector sólo atiendan a la primer demanda mencionada (i.e. soportar el crecimiento de cultivos). Sin embargo, ahora y en futuro se requerirá que se atiendan no sólo las demandas de tipo productivo, sino también las de tipo funcional o ecológico.               En este punto se hace ya visible la existencia de contradicciones (“trade offs” en su término en inglés) entre los distintos niveles de percepción del problema. Es probable que a nivel de productor o de técnico algunas cuestiones de tipo funcional no revistan demasiada importancia, pero a nivel regional o de país no podemos desconocer la importancia de atender a los denominados servicios del ecosistema (Viglizzo y Frank 2006). Ello no es  sólo importante desde el punto de vista ambiental, sino también de mantenimiento de mercados. Existe, justa o injustamente, y particularmente desde Europa, una visión crítica generalizada acerca de lo que ellos llaman “agricultura industrial” basada en monocultivo de soja transgénica y aplicación de agroquímicos. Como país agro exportador no podemos desatender estas cuestiones.               Existen numerosos indicadores potenciales de calidad de suelo, de tipo biológico, químico y físico, posibles de ser usados a diferentes escalas (Tabla 1, Karlen et al. 2001). Los límites aceptables de cada uno de ellos dependen de uso de la tierra, las características del suelo, la forma del relieve y las condiciones climáticas (Bremen y Ellert 2004). Si bien la idea de un indicador simple tipo “tablero de auto” es seguramente tentadora, es claro que lo que ese indicador nos dice debe ser interpretado por quienes comprendan los alcances de esa información. Existe innumerable cantidad d ejemplos que nos alertan sobre la escasa utilidad de algunos indicadores. Un ejemplo reciente de en la Pampa Ondulada fue obtenido por trabajos de Sasal et al. (2006) y Bonel et al (2005),   luego confirmados por un estudio regional de Alvarez et al. (2006). Se muestra allí que suelos con similar nivel de materia orgánica, y buenos niveles de estabilidad estructural, poseen deficiente infiltración. ¿por qué sucede esto? Por el desarrollo de poros planares, asociados con huellas de rodados.   Más recientemente aún, Aparicio y Costa (2007) hallaron para suelos del SE Bonaerense que no existe tampoco un único indicador capaz de reflejar la calidad de  todas situaciones, y alertan sobre la necesidad de integrar diferentes indicadores al momento de evaluar cada situación particular.               Puede entonces concluirse que existe, tanto a nivel internacional como local, suficiente evidencia de la imposibilidad de enfocar el problema de la calidad de los  suelos en forma reduccionista, a través de unos pocos indicadores que sean fácilmente usados e interpretados por todos los interesados. Por el contrario, se requiere un enfoque clínico, necesariamente abarcativo  u holístico, a cargo de profesionales expertos, que posean las capacidades indispensables para poder identificar cuáles son los indicadores más aptos para cada situación, el significando de lo que indican, y mucho más importante, la compresión exhaustiva de todas las interacciones entre variables que pueden aparecer tanto a nivel local, como regional.              El experto profesional debe ejercer un rol equivalente al de un buen médico clínico, quien antes de recetar un medicamento que nos cure de un síntoma, como puede ser fiebre, o hipertensión, primero nos revisa, pide análisis, y una vez que comprendió la causa y etiología de la enfermedad que nos aqueja, recién ahí recomienda un tratamiento y, eventualmente, una medicación. Quien sólo se guía por indicadores lo que hace es “automedicarse” y corre así serios riesgos de salud. Nuestros pacientes –los suelos- merecen ser tratados en forma equivalente a nosotros, para lograr que sigan siendo productivos para las próximas generaciones.