INCIHUSA   20883
INSTITUTO DE CIENCIAS HUMANAS, SOCIALES Y AMBIENTALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
¿QUÉ SERÍA DE MENDOZA SIN SUS ACEQUIAS? Lo hídrico como nodo de la representación social mendocina
Autor/es:
PONTE, JORGE RICARDO.; FIGUEROA, PAOLA RAQUEL
Lugar:
Santiago de Chile
Reunión:
Simposio; XI Seminario Iberoamericano “Viticultura y Ciencias Sociales”.“El patrimonio cultural del vino”.; 2008
Institución organizadora:
Instituto de Estudios Avanzados Universidad de Chile, Santiago de Chile.
Resumen:
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Ambas se asientan sobre un substrato territorial históricamente configurado desde tiempos prehispánicos. En efecto, a la llegada de los españoles en el siglo XVI, éstos se encontraron con un sistema de regadío que ya había sido sistematizado por los aborígenes. A partir de esta realidad, los conquistadores siguieron desarrollando los lineamientos generales del sistema hídrico preexistente como única posibilidad de proveer a la novel ciudad y al ejido que la contorneaba de agua potable y de riego, al encontrarse las napas freáticas a una profundidad de 90 metros, con importantes estratos de ripio firme entre medio, que hacía muy dificultoso la perforación de pozos de agua alternativos.   La necesidad vital de administrar la escasa agua proveniente de los deshielos cordilleranos, obligó a madurar rápidamente un sistema público de administración del recurso hídrico. El sistema de regadío artificial era usado para el aprovisionamiento de agua para riego de huertas y consumo humano. Esto último era realizado por medio de la misma red hídrica de canales que se ramificaban en una serie de acequias atravesando las manzanas en el sentido de la pendiente del terreno. Este sistema compartido, de riego y provisión de agua potable, perduró aún en el período pos-terremoto (+1861).   La posibilidad de tener cursos de agua que movían los molinos hidráulicos que se instalaron en la ciudad y en la campaña facilitó la actividad molinera local, desde tiempos muy tempranos. Al efecto, recordemos que a cinco años de fundada la ciudad, ya se habla de una acequia del molino. El mover maquinaria mediante la fuerza hidráulica era un recurso disponible y gratuito que los hacía muy rentables. A partir del siglo XVIII, con la administración progresista de los Borbones, dicho sistema se hizo más eficiente y con las mejoras introducidas, la ciudad y el territorio agrícola circundante permitieron un desarrollo agrícola bastante eficiente.   Hacia fines del siglo XIX, el principal problema sanitario de la ciudad giraba en torno al tema del agua, por esta doble función de las acequias de ser fuente de provisión de agua y desagüe, al mismo tiempo. Progresivamente, y sobre todo a partir de la epidemia de cólera de 1886/7, se fue separando el sistema de la provisión de agua potable del sistema de canales y acequias. Primero fue en la Ciudad Nueva, luego en la Ciudad Vieja y progresivamente a los suburbios. En ciertas zonas rurales, aún en los umbrales del tercer milenio, se sigue usando la acequia de riego para tomar agua, dejarla decantar y usarla para el consumo humano. De allí que la historia del agua en Mendoza esté tan vinculada por los esfuerzos de sobrevivir en un clima semidesértico y una indispensable cultura del agua.