IANIGLA   20881
INSTITUTO ARGENTINO DE NIVOLOGIA, GLACIOLOGIA Y CIENCIAS AMBIENTALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
De las fronteras a los cuerpos y “mentes”. Los movimientos indígenas emergentes en el Estado del Malestar
Autor/es:
ESCOLAR, DIEGO
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Conferencia; Debates de Mayo III: Nación y diversidad: territorios, identidades y federalismo; 2007
Institución organizadora:
Presidencia de la Nación, Secretaría de Cultura de la Nación
Resumen:
De las fronteras a los cuerpos y “mentes”. Tomando como eje el caso de los movimientos indígenas emergentes, en mi exposición analizaré algunos aspectos de la relación entre identidad, territorialidad, cultura y soberanía. Introducción En mis primeros investigaciones en la frontera argentino chilena hacia mediados de la década de 1990 me aboqué al desarrollo de una antropología de fronteras como un modo privilegiado para investigar desde una nueva perspectiva (la “periferia”), al Estado como producción cultural y la construcción  de la identidad o “sentidos de pertenencia” nacionales. En esa época, en una línea de preocupaciones compartida en ese entonces por Hernán Vidal, Alejandro Grimson y Gastón Gordillo, entre otros, nos veíamos interpelados fundamentalmente por una amplia corriente de estudios que utilizaban a la frontera como una metáfora maestra para analizar cualquier cosa que tuviera que ver con la globalización, la transculturación, los “flujos culturales” y migratorios. En pleno postmodernismo académico, pleno neoliberalismo y pleno consenso de Washington, las naciones y los Estados eran considerados en ciertos círculos del estudio de la cultura como reliquias políticas en crisis terminal. Las fronteras, habían devenido de ser consideradas límites radicales al movimiento de personas, culturas, identidades o continente de “cuerpos nacionales” homogéneos y Estados soberanos, en lugares de encuentro, paso, “integración”, articulación cultural e intercambio social, creación de identidades y desterritorialización. Finalmente, nuestros trabajos se manejaron en una tensión contradictoria entre deconstruir la visión tradicional de las fronteras, espacios y poblaciones fronterizas tomándolos como “centro”, y a la vez combatir la excesiva inflación del concepto desterritorializado y devaluado de frontera  como metáfora cultural maestra de la postmodernidad. Me aboqué para ello a un trabajo etnográfico con aquellos que vivían en la frontera andina, arrieros, baqueanos, cazadores, pastores y contrabandistas cuyas prácticas, memorias históricas y valores parecían contradecir fuertemente la idea de una unidad identitaria en términos nacionales, de una unidad soberana en términos de control estatal. Cierta sensación de insuficiencia de una “perspectiva de frontera” para desarrollar una “teoría de la frontera”, me indujeron a repensar qué era aquello que efectivamente yo buscaba al pensar a la frontera como el locus privilegiado para el estudio del Estado y la identidad nacional.  Sin duda, en primer término, cuestionar la noción esencialista de las identidades colectivas (nacionales, étnicas, etc.) y de los mismos Estados, donde el territorio suele ser considerado como el sustrato material y las fronteras como el lugar principal donde la soberanía estatal se materializa. Claro que esta visión dependía de una noción neoclásica de soberanía estatal o poder soberano como poder excluyente de base territorial, o una visión neoclásica (aún fuertemente arraigada), de territorio como jurisdicción estatal excluyente. Comencé a pensar en que efectivamente, había algo mal con la naturalización del Estado como soberano cuando en la práctica éste aparecía minado cotidianamente por distintos poderes, grupos y prácticas, tanto locales (los baqueanos) como transnacionales. Comencé a pensar también que el Estado no era el Estado del que hablábamos y en el cual pensábamos, como aparato, actor, etc., sino que era también un hacer cotidiano de la gente,  ideas y representaciones culturales que las personas producen y reproducen; sentidos de lealtad, legalidad, autoridad, temor y esperanza. ¿Cuál es la relación existente entre “identidad” y “territorio” y formación del Estado?: Los movimientos indígenas emergentes en el Estado de Malestar. A menudo se da como un hecho natural la idea de que el territorio es el locus y expresión política material y permanente de la agregación social, relaciones de solidaridad, cooperación e identificación que suele adjudicarse como horizonte teleológico a las naciones y estados nacionales. Paralelamente, los territorios nacionales son vistos como expresión, condición de posibilidad o metonimia de la soberanía del estado. ¿Pero qué nuevas reflexiones pueden dispararse si concebimos a territorios o territorialidades como producciones culturales complejas y la soberanía como forma política que no se articula y disputa sólo en términos territoriales y jurídicos, sino también en cuerpos, “mentes”, prácticas sociales y micro-políticas.? La soberanía no sólo se dirime sólo en el plano territorial y jurídico en sentido clásico, como inscribe  la  ficción  del  estado  moderno,  sino  en  y  a  través  de  prácticas, ámbitos y estructuras sociales. Tampoco es abstracta, ya que siempre supone personas o grupos que detentan, son capaces de disputar o luchan para detentar o resistir el poder soberano del Estado. ¿Hasta qué punto puede la soberanía ser considerada como fruto de una lucha y negociación en distintos dominios sociales y culturales o en las propias subjetividades o “sí mismos”? Según Foucault (1991), el Estado constituye su soberanía y sus sujetos tanto en un sentido político como fenomenológico a través de técnicas de gobierno. Entre ellas, además de las coercitivas, juegan un papel destacado las tecnologías del Yo, procesos de subjetivación, creación de identidad, autoconciencia y consentimiento de los individuos. Subjetividad y sujeción colectiva pueden ser vistas, en esta perspectiva, como contracaras de un mismo espacio de producción y disputa política donde entran en tensión dos procesos relevantes en la articulación de hegemonía. Por un lado, la inscripción en la “identidad” de la población  –mediante  interpelaciones  de  la  elites  reguladoras  o  morales (Melossi,  1992)–  de  demandas  consideradas  legítimas,  circunscribiendo tópicos y márgenes de acción aceptados para la disputa política (Balibar, 1991). Por el otro, la resistencia, disputa o negociación de estas interpe- laciones por parte de los grupos para los cuales las formas de identificación hegemónicas y sus “márgenes políticos” son desfavorables o inconvenientes. Propondré un análisis de lo que provisoriamente he denominado “modos de producción de soberanía” en la Argentina, para rastrear en perspectiva histórica la relación entre producción material y simbólica de territorios y territorialidades, identidades colectivas y formación de soberanía estatal. Este análisis tomará como eje empírico un fenómeno que ha sacudido el mapa político de América Latina y se perfila también en Argentina desde mediados la década de 1990.  Los movimientos indígenas “emergentes” o revitalización de identidades indígenas consideradas extinguidas. En un país como la Argentina, cuyo mito territorial e identitario constitutivo se organiza sobre el supuesto de “inexistencia de indios”, el crecimiento de movimientos indígenas y sus demandas de reconocimiento y territoriales plantearon una serie crisis en visiones tradicionales de la Antropología o de la Historia. En mis investigaciones realizadas en Cuyo sobre la emergencia de los huarpes, las historias de vida narradas por aquellos que se identifican como indios, el disciplinamiento estatal efectivo de áreas rurales marginales, la incorporación política, proletarización y masiva emigración a áreas urbanas de sus pobladores están sugestivamente asociados al momento narrativo en que las identificaciones indígenas o bien los mismos indios aparentemente “desaparecen” del mapa cuyano. En el mismo movimiento, estos eventos propios de la consolidación del estado y el mercado capitalista modernos, son resignificados como parte de una experiencia histórica indígena de larga duración que los habilita a identificarse como tales en la actualidad. Entre estos actores y en otras áreas de grupos indígenas “emergentes” donde he podido confrontar esta problemática (Amaicha del Valle-QUilmes, Comunidades Kolla de Salta y Mapuches en Neuquén,) comprobé que las experiencias de migración rural-urbano, incorporación laboral, política y ciudadana de poblaciones rurales “marginales” durante el proceso de construcción del Estado de Bienestar eran el eje de re-identificaciones indígenas durante el auge del Estado Neoliberal. Asimismo, analizando en perspectiva histórica el caso huarpe, comprobé que habían existido otros momentos de “emergencia” indígena que coincidían con crisis y transformaciones clave en los “modos de producción de soberanía estatal”: 1860-1870 (construcción de soberanía mediante represión, militarización y colonización interior), 1930-1940 (Surgimiento del estado de bienestar e incorporación política de la fuerza de trabajo) y finalmente la década de 1990 (“desincorporación”). Paralelamente, los informantes realizaban o evidenciaban en su discurso cierto revisionismo histórico que cuestionaba al mismo tiempo que las nociones de sentido común de identidad y cultura nacionales, los imaginarios y representaciones territoriales de la “Nación argentina”, y la idea patrimonial del Estado como guardián neutral de recursos naturales y territorios. Sus memorias y explicaciones sobre su pasado y devenir daban cuenta de  distintas formas de pensar y experimentar territorialidades, aunque al mismo tiempo se apropiaran o resignificaran nociones hegemónicas del pasado y la configuración territorial del Estado Argentino. El emergente indígena (el cuestionamiento más crítico a la representación identitaria del Cuerpo de la Nación) emergió en plena experiencia de “retirada del Estado” en sus características de Welfare State, y también en momentos de cierta “devaluación” de soberanía territorial en sentido clásico. En mi exposición, discurriré sobre las paradojas implicadas en el hecho de que las identidades indígenas hayan surgido a la vez  como demandas contra el Estado y por el “retorno del Estado”. Asimismo, abordaré la noción de soberanía poniendo en relación producción de territorialidad, biopolítica y articulación o desarticulación de sentidos identitarios étnicos o raciales en el marco de la experiencia del Estado Nacional y sus transformaciones críticas entre modos de producción de soberanía y ciudadanía.