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Desde hace algunos años los estudios sobre juventud refieren a esta categoría en plural para dar cuenta de la diversificación de maneras de vivir y sentir esa ?etapa? y las muy diferentes representaciones que sobre ella se generan en la sociedad. Si bien, desde la perspectiva de estos estudios es clara la existencia de una gran variedad de situaciones personales y grupales que haría imposible ubicar a una franja generacional bajo una misma identificación, desde la perspectiva de las instituciones sociales, y en este caso de las instituciones educativas, parece difícil lograr una mirada superadora de la lógica del déficit, que homogeneiza a este grupo etáreo bajo el rótulo de la incompletud. En este sentido, en los ámbitos educativos parecen presentarse dos tendencias. Por un lado, se intenta construir o definir a su destinatario, el adolescente, como un sujeto con características fijas o esenciales, modelo que se utiliza como patrón de comparación para clasificar lo que no se ajusta. O se lo piensa como un sujeto en transición que habilita nuevos sentidos para analizar las complejidades de la vida de los jóvenes, pero mantiene en un estado de incompletud, postergación o transitoriedad su actualidad, suspendiendo para ?el día de mañana? su realidad, sus deseos y su futuro. Nuestra ponencia se propone reflexionar en torno de estas tensiones, considerando la crisis de sentido que atraviesan las instituciones en su conjunto, y su correlato en lo que a la multiplicación de trayectorias juveniles respecta.

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