PROGRAMA VOCAR
Mujeres en la ciencia argentina
En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, Noemi Zaritzky, María Florencia Ogara y Agostina Larrazabal, científicas del CONICET, cuentan sus experiencias en la investigación científica.
Con el objetivo de apoyar a las científicas y promover el acceso de las mujeres y las niñas a la educación, la capacitación y la investigación en ámbitos científicos tecnológicos, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el 11 de febrero Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), a través del Programa VocAr, se suma a la conmemoración de este día especial para el reconocimiento del papel fundamental que representan las mujeres en la historia de la ciencia argentina. Tres científicas del Consejo, que inspiran a través de su talento y liderazgo, brindan testimonio con el objetivo de estimular a las nuevas generaciones y contarles cómo es desarrollarse en el ámbito científico tecnológico.
Noemi Zaritzky, doctora en Ciencias Químicas: “Busco innovar, encontrar alternativas para lo que la sociedad necesite o la industria requiera”.
Curiosa e inquieta, allá por los años 60, una niña de la ciudad platense se interesaba por la ciencia y por las investigaciones en física y en química. Lo que comenzó siendo un juego infantil para la Dra. Noemi Zaritzky, investigadora superior del CONICET en el Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos (CIDCA, CONICET-UNLP-CIC) y profesora titular del Departamento de Ingeniería Química de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) encontró desenlace en una sólida carrera científica de más de 45 años y la distinción como Investigador de la Nación Argentina en 2015, por su destacada labor en la creación de conocimiento, la formación de recursos humanos y la transferencia al medio económico-social de la producción tecnológica.
Se recibió de ingeniera química a los 20 años. Sus comienzos no fueron fáciles: un incendio en el Departamento de Físico Química de la Facultad de Ingeniería donde trabajaba en transferencia de energía y materia destruyó la información recopilada para su tesis de posgrado y el equipamiento que utilizaba para realizar mediciones: “Fue difícil. Me recuperé con esfuerzo, recopilando datos y reconstruyendo los equipos”, recuerda Zaritzky. Despojada de un espacio físico para investigar, este hecho trágico la obligó a cambiar de lugar de trabajo y la impulsó por el camino que finalmente la consagraría en la ciencia argentina: la investigación en alimentos y en medio ambiente.
Tras el cierre de la universidad por tres meses, durante la época de la última dictadura militar, la Dra. Zaritzky perdió nuevamente sus experimentos: “Nos cerraron el edificio y no pudimos entrar. Cuando volvimos tuvimos que desechar todo porque ese material era biológico”, declara la investigadora y agrega: “Dificultades no faltaron, el asunto es reponerse y salir adelante”.
Y eso fue precisamente lo que hizo en el instituto que la vio brillar por más de 40 años. Ingresó como becaria del CIDCA en 1975 y llegó a ser directora por dos periodos consecutivos, entre 2003 y 2016. Al frente de una comunidad que cuenta con más de 150 trabajadores, ejerció la docencia y formó recursos humanos nacionales e internacionales.
Dueña de una tenacidad excepcional, la investigadora se reconoce satisfecha con el giro que ha dado su carrera. Coronada por numerosos premios nacionales e internacionales, frutos del peso de su trabajo y la experiencia adquirida, combina su pasión por la ciencia con el deseo de generar sustanciales aportes a la comunidad: “Me gusta crear cosas útiles para la sociedad, mejorar procesos y la calidad de vida de las personas. Siempre basándome en conocimientos teóricos muy sólidos”, comenta Zaritzky.
La exitosa carrera de la investigadora no la excluyó del afecto que proporciona el vínculo familiar. Exitosa en lo que se proponga, logró equilibrar su carrera profesional con la gratificante labor, a tiempo completo, de ser tres veces madre, esposa por más de 50 años y abuela de cuatro nietos.
Actualmente, el grupo de investigación dirigido por Zaritzky trabaja en el aprovechamiento de residuos con el objetivo de generar productos que puedan aplicarse al tratamiento de aguas contaminadas. Así, con la fórmula que combina ciencia y progreso, el grupo busca transformar residuos, en insumos con alto valor agregado.
María Florencia Ogara, doctora en Química Biológica: “A la biología no la cambiaría por nada”.
Segunda generación de científicos, la Dra. María Florencia Ogara, investigadora asistente del CONICET en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE, CONICET- UBA), dedica sus esfuerzos a la investigación de la interacción entre las acciones anti-inflamatorias de los glucocorticoides y de otras hormonas esteroides, a través del estudio de la actividad de sus receptores. La investigación que lleva adelante tiene por objetivo encontrar herramientas útiles para el mejoramiento de diagnósticos y de terapias sinérgicas o combinadas para el tratamiento de enfermedades inflamatorias.
Conocedora del ámbito científico desde temprana edad, encontró definitivamente la vocación en el secundario gracias a su profesora de Biología, quien le trasmitió, sin sospecharlo, el entusiasmo por la carrera. Recorrió los pasillos que transitaran antaño sus padres y descubrió muy pronto que deseaba especializarse en Biología Molecular, 18 años atrás. Fue su interés por el funcionamiento de las cosas al más mínimo detalle el que la llevó a desempeñarse en la investigación científica.
Recientemente, Ogara se convirtió en la flamante directora de su primer tesista de grado. Aprendió a enseñar y a transmitir no solo conocimiento, sino también un método de trabajo, algo que para ella representa el pilar de su experiencia científica. Cuando los experimentos no resultaban, Ogara acudía a su director para corregir errores y obtener soluciones: “Él siempre tenía una respuesta para todo”, recuerda la investigadora y añade: “Por eso cuando comencé a dirigir me sentía en la obligación de tener respuestas y no siempre era así”. La científica reconoce que su primera becaria le enseñó tanto como ella misma a la tesista: “Me enseñó a dirigir”.
Aún con su carrera en ascenso, María Florencia Ogara formula sus investigaciones en función del avance de la sociedad. La mejora del diagnóstico y la eficacia en el tratamiento de pacientes, la inspiran en el desarrollo de su trabajo. Ogara no duda en recomendar la investigación científica, sin embargo advierte sobre el valor de la paciencia como impulsor del éxito: “Esta es una carrera exigente, no es fácil obtener resultados positivos. Por eso, nunca hay que bajar los brazos”.
Agostina Larrazabal, bioingeniera: “Me inspira desarrollar tecnologías que le sirvan a la gente”.
Agostina Larrazabal, becaria del CONICET en el Instituto de Investigación en Señales, Sistemas e Inteligencia Computacional (SINC, CONICET- UNL) conoció la investigación a partir de una adscripción realizada en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Entre Ríos, situada en Oro Verde. Tras su egreso, incursionó en la industria por un breve periodo, sin abandonar jamás el interés por la investigación y el desarrollo. Solicitó más tarde una beca CONICET e ingresó en 2017 como becaria doctoral del SINC dedicada a la investigación de la visión computacional.
En base a sólidos antecedentes, Larrazabal trabaja en el seguimiento de ojos como herramienta de apoyo para el diagnóstico de enfermedades neurológicas y mentales. Numerosos estudios ya han demostrado que a partir del seguimiento de los movimientos oculares realizados ante determinados estímulos visuales, es posible diagnosticar trastornos cerebrales con mayor precisión que los que se obtienen a través de los convencionales test subjetivos.
La científica aprecia el desafío que le propone la academia “investigar no es lo mismo que estudiar, acá uno tiene que buscarse la información, la mejor forma de resolver los problemas y sin conocer la respuesta”. Motivada por el reto que implica dedicarse a la investigación, encuentra inspiración en lo desconocido y dirige sus esfuerzos a desarrollar tecnologías que representen avances en medicina.
Poseedora del compromiso que caracteriza a las grandes personalidades de la ciencia, Larrazabal, que también ejerce la docencia, capitaliza el espacio que brinda el aula para trasmitirles a los alumnos su propia experiencia en la creación de conocimientos científico tecnológicos: “Recomiendo que si tienen dudas sobre la investigación como carrera se acerquen a algún investigador o becario para charlar. Todos los institutos tiene sus correos electrónicos y teléfonos a disposición”. Y agrega: “Es una salida laboral muy enriquecedora, existe la posibilidad de trabajar en lo que a uno más le gusta y estar en contacto con personalidades del mundo que investigan lo mismo que uno”.
Por Yasmín Noel Daus