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Mente sana en cuerpo sano

María Inés Landa, investigadora del CONICET estudia la cultura del fitness en Argentina y su relación con el capitalismo actual.


Se acerca el verano y los gimnasios, clubes y parques comienzan a poblarse. No obstante cada vez más personas hacen ejercicio regularmente, intentan mantener una dieta equilibrada y descansar apropiadamente, para mantenerse saludables y en forma, todo el año.

Justamente estos son los tres mandamientos del fitness y aseguran ser la clave para mejorar la calidad de vida. “El fitness refiere a prácticas corporales y promueve un estilo de vida activo, hábitos alimenticios saludables y una gestión de la propia vida que se oriente hacia una salud que se ve en el cuerpo”, asegura Landa.

Si bien el espacio privilegiado del fitness es el gimnasio, se ha ido extendiendo hacia diversos espacios de la vida cotidiana como los hogares, edificios y universidades. Landa explica esta expansión del fitness en la esfera de lo social en conexión con tres procesos que define como característicos del capitalismo contemporáneo: “la empresarización de la vida, la estetización de la persona y la vitalización mediante discursos sanitarios/terapéuticos de los escenarios sociales y urbanos.”

 

El fitness en Argentina

En 2005, cuando María Inés Landa comenzó a preguntarse acerca del fitness, se encontró con un terreno muy poco estudiado. A esa tarea se abocó en su tesis de doctorado, con el objetivo de describir la cultura del fitness y su relación con el capitalismo contemporáneo.

El fitness se inició en Estados Unidos llegando a Argentina a fines de los ’80 y comienzos de los ’90, en el marco del afianzamiento de políticas neoliberales. En un comienzo tenía una fuerte impronta vocacional, una voluntad de transmitir ciertos valores a partir de una relación instructor- alumno. No obstante, desde el 2000, con el desembarco de las grandes cadenas, tomó un tinte claramente comercial. A partir de ese momento cambiaron las figuras: hay un gerente, el instructor es un empleado, y el alumno pasa a ser un cliente.

 

El fitness como dispositivo cultural y de gobierno del cuerpo

El cuerpo fitness se plantea como un equilibrio entre el cuerpo obeso y el anoréxico. Un cuerpo fitness es un cuerpo armónico, delgado pero con tono muscular y capaz de responder a las muchas demandas de la vida diaria. Es la búsqueda de eficiencia en todas las esferas de la vida: laboral, familiar, social. Aparece como una forma de compensar todas estas exigencias pero, a su vez, asegura un mayor rendimiento para poder cumplir con ellas.

En la cultura del fitness cada uno es empresario de sí mismo, y entiende a su cuerpo como una inversión. Esto le permite a la investigadora pensarlo como una forma de ser característica del capitalismo contemporáneo. “El fitness como un dispositivo de gobierno del cuerpo, se relaciona con un miedo a figuras estigmatizadas, a las que se les asocian determinados valores negativos. Por ejemplo, el obeso es asociado a baja autoestima, pereza, vulnerabilidad a enfermedades e ineficiencia en el ámbito laboral”, agrega María Inés.

Además, considera al fitness como un dispositivo cultural que se apoya en el discurso médico y piensa al cuerpo como una máquina biológica para la cual el ejercicio y el estilo de vida propuesto son beneficiosos.

Trabajar la idea de dispositivo implica pensar a los fenómenos como una red de elementos entrelazados. María Inés concibe al fitness “no como un fenómeno aislado sino en relación con otros: la medicina, el capitalismo, la publicidad… Esta noción permite pensar determinadas líneas de fuerza que entran en relación, se complementan, se refuerzan, y, a partir de ahí, surgen articulaciones y puntos de resistencia”.

 

Los interrogantes pendientes

La segunda parte del estudio, por un lado, intenta explorar cómo vive el fitness cada sujeto, qué significados le da, entrando en escenarios puntuales y observando sus características. Por otro lado, la figura del obeso es de gran interés como punto de resistencia a la cultura del fitness.

Landa cuenta que “hay grupos, sobre todo en otros países como Inglaterra, de activistas que reivindican la figura del gordo. En este movimiento participan médicos y académicos de otras disciplinas que discuten la validez de algunos estudios que postulan que la gordura no es saludable”.

Por último, la relación del fitness con las clases sociales presenta contradicciones interesantes. “Se piensa a esta cultura como relacionada a la clase media, pero en la actualidad se ha extendido a otros sectores sociales. Por ejemplo en la Villa 31, en Buenos Aires, gestionaron un espacio que se llama “Fitness 31” y que viene a cuestionar un montón de cosas que se dicen del fitness, como por ejemplo que es sólo para aquellos que pueden pagarlo”, explica la investigadora.

Una trayectoria atípica
María Inés Landa estudió profesorado en Educación Física, luego realizó una Maestría en Sociología pero, antes de dar su tesis, migró a Barcelona para realizar la Maestría en Literatura Comparada.
Luego se doctoró en Teoría Literaria y Literatura Comparada con el cofinanciamiento de CONICET. Cuenta que “mientras estudiaba Educación Física notaba una falta de herramientas para problematizar las prácticas que tomaban al cuerpo como puramente biológico. Mis padres son ambos investigadores, entonces yo tenía el ejercicio de hacer preguntas y la investigación apareció como una alternativa muy interesante”. Ahora es investigadora asistente del CONICET en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre la Cultura y la Sociedad (CIECS).

  • Por Mariela López Cordero. CCT Córdoba.

 

  • Sobre investigación
  • María Inés Landa. Investigadora asistente. CIECS.