María Luján Ferreira: “Soy una estudiante continua”

Es doctora en química y obtuvo una mención por su investigación en síntesis y uso de nanopartículas magnéticas como soportes y adsorbentes.


Eran las doce y media cuando María Luján Ferreira recibió el llamado. Estaba preparándole la comida a su hijo, en un alto en su trabajo. Primero pensó que era una propaganda de celulares, y estuvo a punto de cortar hasta que escuchó que la voz del otro lado del teléfono le decía que quien quería hablarle era el Dr. Roberto Salvarezza, el presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Y se le aceleró el corazón. ¿La noticia? Era una de las ganadoras de la Edición 2014 del Premio L´Oréal-UNESCO “Por las mujeres en la ciencia” en colaboración con CONICET, que este año distinguió a mujeres que trabajan en el área de “Ciencias de la Materia”. “No lo podía creer. Ni bien me lo comunicaron llamé a mi mamá y a mi marido para contárselos”.

Ferreira, investigadora principal del CONICET y doctora en química de la Universidad Nacional del Sur, fue distinguida con una mención –dotada de 15 mil pesos- por su trabajo “Combinación de nano y biotecnología en aplicaciones de materiales magnéticos como soportes o adsorbentes”, que lleva adelante en la Planta Piloto de Ingeniería Química (PLAPIQUI, CONICET-UNS), ubicada en la ciudad de Bahía Blanca.

En palabras sencillas, Ferreira estudia cómo se comportan las partículas de un óxido de hierro (magnetita) en medidas extremadamente pequeñas, para poder aplicarlas en resolver problemas. Al ser reducidas a escala nano (un tamaño imperceptible al ojo humano: a una millonésima parte, mil veces más chicas que el grosor de un cabello), las partículas pueden ser manipuladas en sus átomos. En el caso de las partículas de magnetita, dependiendo de cómo se las prepara se encuentran algunas redondas, otras cúbicas y de muchas otras formas. El trabajo de Ferreira y su grupo es lograr que sean todas parecidas. ¿Para qué? “Estas partículas tienden a agruparse, con lo cual es difícil controlarlas. Pero si se logra igualar su tamaño y su forma, las magnetitas modificadas podrían utilizarse en muchas aplicaciones para formar parte de catalizadores enzimáticos y generar grasas o aceites con propiedades nutricionales mejoradas; como “nanozimas” que son compuestos que funcionan como enzimas pero son sólidos nanoparticulados, como adsorbentes de metales pesados; y hasta podrían aplicarse en la industria farmacéutica, como sistema de liberación dirigida de medicamentos.”.

La investigadora premiada tiene 49 y el 29 de noviembre cumple 50 años, dos hijos –la más grande a punto de comenzar la carrera de Medicina- y está casada con un militar de carrera que, por su tarea, algunos años vive en Bahía Blanca y otros viajando: llegó a cumplir misiones en Haití y en Chipre. Pero esa particularidad no fue un condicionante en la carrera científica de Ferreira, que dice repartirse equilibradamente entre las obligaciones laborales y la familia. Aunque no le quede mucho tiempo para amigos o para cultivar hobbies: “Mi mayor gimnasia es manejar”, confiesa entre risas.

Obtuvo su título en la Universidad Nacional del Sur. El premio -que destinará a adquirir nuevos insumos, optimizar los elementos de laboratorio y financiar viajes y cursos para los becarios de su grupo de investigación- le llega en un momento adonde se siente “en paz” con sus elecciones. Se autodefine como una entusiasta en todas las tareas que lleva adelante, y también como una persona sumamente ecléctica: “Soy una doctora en química haciendo biotecnología utilizando herramientas de biofísica”. Además, el hecho de trabajar en la nanoescala, para su curiosidad, es fascinante: “Es un viaje de exploración y aprendizaje”. Claro que no es nada simple de visualizar: Ferreira y su equipo utilizan fotos especiales de las partículas, que les permiten ver su forma y su tamaño. El trabajo de laboratorio es lo que más le placer le causa. Pero la investigación en su totalidad, según sus palabras, es su mejor vocación: “Amo lo que hago porque amo aprender. Y lo más hermoso de la carrera científica es eso: que te permite ser una estudiante continua”.

Por Cintia Kemelmajer