IMBIV
Las plantas y el fuego
Científicos del IMBIV (CONICET-UNC) desarrollaron un instrumento para determinar el grado de inflamabilidad de diferentes plantas.
Un grupo del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV, CONICET-UNC), dirigido por la investigadora superior de CONICET Sandra Díaz, estudia la ecología del fuego de plantas del Bosque Chaqueño Occidental de Córdoba. Como parte del estudio fue necesario desarrollar un dispositivo específico que permitiera medir la inflamablidad de diferentes especies, así como un protocolo y un índice que no existían hasta el momento.
El resultado fue el desarrollo de una tecnología creada para una investigación básica, que pone en funcionamiento la rueda de retroalimentación entre ciencia y tecnología de una manera que contradice el esquema de pensamiento clásico según la cual es la primera la que da lugar a la segunda y olvida, muchas veces, la complejidad de los cruces y encuentros entre ambos dominios. “La importancia de esta investigación radica en que, además de avanzar en un campo estratégico, es una clara muestra de investigación básica con desarrollo tecnológico, que responde a necesidades regionales y, además, es replicable”, asegura Díaz.
Como parte de la tesis de doctorado realizada por Pedro Jaureguiberry con beca de CONICET, finalizada en 2012, y con la colaboración del técnico principal de CONICET Gustavo Bertone, se construyó un dispositivo parecido a un asador portátil, que permite medir en el campo y de manera estandarizada, la inflamabilidad de plantas enteras o porciones de hasta 70 cm de longitud.
Este desarrollo constituye un punto medio entre los estudios de laboratorio que se realizan con instrumentos costosos de alta precisión que miden pequeñas partes separadas y no tienen en cuenta la estructura de la planta, y otras investigaciones complejas que involucran el ensamblaje de ‘comunidades’ de plantas. En éstas se colocan plantas enteras en grandes túneles de fuego experimentales, donde son quemadas mientras se registran diversos parámetros. “La que desarrollamos nosotros es una solución intermedia, precisa, económica, replicable y portable que, además, considera la arquitectura del ejemplar”, explica la investigadora.
El aparato permite construir la “tasa de quemado” que contempla la distancia que se quemó desde donde comenzó el fuego hasta donde se detuvo y el tiempo que duró encendida la planta. Además mide la temperatura máxima alcanzada. A esto se le añade una estimación visual del porcentaje que se consumió y, a partir de la estandarización de esos datos, se construye un índice para poder comparar las mediciones de todas las especies.
Panorama local
Cada región tiene un régimen natural de incendios, que en muchos casos -como Córdoba- no se conoce con certeza. La información obtenida en este trabajo es un primer paso muy útil porque permitió no sólo estimar qué tan inflamable es cada especie, sino también si sobrevive, si brota nuevamente luego de un incendio y la resistencia de sus semillas al paso del fuego. “Las treinta y cuatro especies que estudié pueden rebrotar después de un incendio de baja o media intensidad, mientras que con un fuego muy intenso muchas de ellas mueren. La mayoría de las semillas mostraron tolerancia a temperaturas moderadas de hasta 70°C”, comenta Jaureguiberry.
A grandes rasgos uno podría decir que el índice obtenido para cada especie muestra tres niveles de inflamabilidad, relacionados con el tipo de planta: baja -la mayoría de los árboles-, media -arbustos y herbáceas latifoliadas-, y alta – todas las gramíneas-. En algunas especies, como el espinillo, la mayoría de los individuos tienen la capacidad de rebrotar, mientras que otras especies, como la jarilla, lo hacen en menor medida y en algunos tipos de algarrobos sólo rebrotan los ejemplares más jóvenes mientras que los más añejos, en general, mueren. “No todas las plantas responden igual al fuego ni todos los fuegos son iguales y aun no tenemos suficiente conocimiento científico del cual partir para establecer una política que tenga en cuenta este tipo de diferencias”, comenta Díaz.
Es decir que, aunque la mayoría de las especies tienen capacidad de rebrotar, el ecosistema no se recupera en su totalidad. Además no se encontró ninguna especie que necesite del fuego para vivir, como sí ocurre en otras regiones. “El hecho de que un ecosistema es muy diferente a la suma de las partes hace que sea muy difícil especular en torno a las interacciones que pueden darse en el escenario real. Por lo tanto, el siguiente paso de la investigación es diseñar modelos de simulación para probar las reacciones a nivel de comunidad vegetal”, proyecta la investigadora.
Finalmente, a pesar de todo lo que se investiga en relación al fuego en nuestro país, aun falta mucho por conocer respecto al fuego como factor ecológico y sus implicancias en los planes de manejo. “Pienso que los trabajos científicos sobre el fuego, son muy valiosos para adquirir conocimientos indispensables para tomar medidas de manejo adecuadas, especialmente desde el punto de vista de la eficiencia en el uso de los recursos materiales y humanos”, concluye Jaureguiberry.
Sobre el desarrollo:
– Los autores del Aparato para la Medición Estandarizada de la Inflamabilidad de Plantas son: Dr. Pedro Jaureguiberry (IMBIV, CONICET-UNC); Biól. Gustavo Bertone (técnico principal del CONICET); y Dra. Sandra Díaz (investigadora superior de CONICET en el IMBIV, CONICET-UNC).
– El desarrollo del aparato y protocolo presentados forman parte del proyecto DiverSus (www.nucleodiversus.org) financiado por CONICET, FoNCyT y el Inter American Institute for Global Change Research.)
- Por Mariela López Cordero
- Sobre investigación
- Sandra Díaz. Investigadora superior del CONICET. IMBIV.
- Pedro Jaureguiberry. IMBIV.