CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
La sociología rural y el campo que no miramos
De acuerdo con Guillermo Neiman, el desarrollo de esta disciplina es fundamental para visibilizar actores, regiones y problemas menos estudiados y conocidos del campo argentino.
Guillermo Neiman es investigador principal del CONICET y director del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL, CONICET), donde además co-coordina el programa ‘Trabajo, hogares y organizaciones en espacios rurales’, que cuenta con más de una quincena de miembros entre investigadores, becarios y personal de apoyo.
Para el investigador, la sociología rural ha permitido explorar aspectos menos abordados del agro argentino, principalmente los relacionados con los cambios de las últimas décadas. Entre ellos destaca el trabajo asalariado, señalando la precarización general de la situación laboral en el campo argentino -en contraste con su alto grado de desarrollo tecno-productivo- y da cuenta de las dificultades para investigar un espacio social respecto del cual no hay suficientes macrodatos.
¿Por qué es importante en un país como la Argentina hacer investigación en sociología rural?
Si bien Argentina es un país donde el campo ha tenido y tiene una gran importancia desde el punto de vista productivo, económico, político e histórico, paradójicamente, hay actores, regiones, problemáticas y procesos de cambio dentro del heterogéneo universo rural argentino que han permanecido invisibilizados para el público en general y también para buena parte de mundo científico. Entonces, diría que el gran aporte de la sociología rural en nuestro país es explorar y mostrar un agro menos conocido que aquel del cual se habla en los medios de comunicación o incluso del que es generalmente objeto de políticas públicas. Si le agregamos su carácter fuertemente federal, la sociología rural realiza una contribución significativa para completar el conocimiento social en el país.
¿Cuáles serían los actores invisibilizados del campo argentino?
Son actores diversos en el marco de problemas y de transformaciones también variadas; pensemos por ejemplo en los niveles de la pobreza, las tendencias a la concentración productiva, el impacto del cambio técnico o cómo se organiza la población, por nombrar algunos. Se trata de cuestiones presentes en otros sectores y algunas de las cuales las observamos en la ciudad, pero que en el campo se expresan de manera específica entre las comunidades o pequeñas localidades, la población rural en general y la ocupada en la agricultura. Un caso específico es el trabajo y por lo tanto los asalariados y asalariadas del campo, un tema incluso bastante postergado por la sociología rural a nivel mundial y que en la agricultura argentina (en comparación con lo que pasa en otros países de la región) debido a su tipo de desarrollo agrario ha sido y es particularmente importante.
¿Cómo describiría la situación de estos trabajadores?
La situación general del trabajo agrario es de precariedad. Esto se pude ver claramente si se los compara en términos de sus ingresos, las formas de protección y seguridad social o de sus condiciones de vida con la media de los trabajadores urbanos. Mas allá que hay un segmento pequeño de asalariados rurales que está mucho mejor que la mayoría.
Esta precariedad parece contrastar con el alto grado de desarrollo tecnológico del campo argentino
Efectivamente, una condición de la agricultura argentina es su importante desarrollo desde el punto de vista productivo, tecnológico, incluyendo su alto grado de vinculación con los mercados mundiales. Y uno diría que estos aspectos tan desarrollados no se condicen con la situación precaria de los trabajadores agrarios. Tenemos una agricultura muy avanzada en términos tecno-productivos y al mismo tiempo muy atrasada en aspectos sociolaborales. En ese sentido, los sociólogos rurales argentinos hemos hecho aportes importantes para dar cuenta de una deuda social con una masa importante de la población de nuestro país que de manera frecuente permaneció ignorada.
¿Por qué considera que ha ocurrido esto?
Hay algunas características propias del trabajo en el agro, pero también hay condiciones específicas que influyen en la situación de estos trabajadores, como el débil papel de la sindicalización o la poca atención que reciben por parte de las políticas públicas en un país en el que el peso de la población urbana es mucho mayor que el de la rural. En Argentina existe cierto sesgo urbano en las políticas públicas, pese a que el trabajo en el agro es un sector que necesita de una importante participación del Estado dada la situación de vulnerabilidad y poca capacidad de organización de su población.
¿Además de los trabajadores asalariados, existen también regiones de Argentina cuyo desarrollo agrario ha sido relativamente ignorado?
Así es. En general, el área central de nuestro país (especialmente la pampeana) ha acaparado la mayor parte de las miradas. Pero hay otras regiones que quizás no son tan relevantes económicamente, pero sí lo son socialmente, que además son muy diversas entre sí. Otra contribución de la sociología rural ha sido dar cuenta de este grado de heterogeneidad del mundo rural en Argentina.
Un conocimiento local e internacionalmente conectado
¿Qué tipo de vínculo plantea la sociología rural con los actores sociales y problemáticas específicas que conforman su objeto de estudio?
Lo primero que habría que decir es que el conocimiento que se genera a partir de nuestro trabajo, es un conocimiento referenciado en problemáticas específicas que por ahí no se repiten en otros países. Los problemas de la vinicultura en Mendoza (por sólo poner un ejemplo) son únicos, aun cuando yo puedo encontrar procesos similares en otros países y establecer comparaciones. Esto lleva a que necesariamente se generen transferencias al medio. Desde el CEIL particularmente trabajamos mucho vinculados a organizaciones sociales y a organismos públicos relacionados con lo rural.
¿Cuándo comenzó la investigación en sociología rural en el CEIL?
El CEIL está próximo a cumplir cincuenta años y desde sus comienzos hubo interés por el trabajo en el campo. Nuestro grupo se formo a comienzos de los años 2000 aproximadamente y hoy somos casi veinte personas entre investigadores, becarios y personal de apoyo. Aunque partimos de una visión más acotada de lo que es el trabajo en la agricultura en sus distintas formas, muy pronto pasamos a abordar también problemáticas más amplias, como los nuevos vínculos urbano-rurales, las transformaciones de la ruralidad, o los problemas de orden político y ambiental. Hacemos fundamentalmente trabajo de campo, nos preocupan principalmente los procesos de los últimos 20 o 30 años en el campo argentino.
¿Hay otros grupos de sociología rural en el país?
Claro, hay muchos grupos en diferentes lugares del interior del país que están más cerca del objeto de estudio y que también han incorporado otras disciplinas sociales en sus enfoques. Hay que tener en cuenta que hace investigación en sociología rural es caro. Algunos de estos grupos están más enfocados en problemas locales y otros, en abordajes más amplios.
¿Existen vínculos entre los grupos argentinos y sociólogos rurales de otros países?
Sí, la sociología rural argentina si bien genera, como dije antes, un conocimiento situado, está en dialogo con los especialistas a nivel mundial. Hay problemáticas comunes y transversales a las distintas agriculturas del mundo, respecto de las cuales el caso argentino es tomado muchas veces como referencia. Esto está vinculado, por ejemplo, con el importante desarrollo que han tenido a nivel nacional y global algunos cultivos como la soja, los así llamados procesos de acaparamiento de tierras que también son comunes a otros países, el desarrollo tecnológico o los vínculos comerciales de Argentina a través de su producción agrícola con nuevas potencias mundiales como China.
¿Cuáles son las principales dificultades que atraviesa la investigación en sociología rural en Argentina?
Una de las principales limitaciones que tenemos en nuestro país es la escasez de datos y la falta disponibilidad de información consistente y continua. No tenemos una encuesta permanente de hogares rurales con la que cuentan otros países y las otras fuentes de información vinculadas con la generación de macrodatos tienen un sesgo urbano importante. Esto lleva a que gran parte de nuestro trabajo se destine a producir nueva información, ya sea cuantitativa o cualitativa. En general, nuestros trabajos están basados en información propia. También necesitamos promover un mayor intercambio con otras disciplinas incluyendo algunas de las llamadas “ciencias duras” por el evidente impacto social que están teniendo algunos desarrollos científicos.
Por Miguel Faigón
Grupo de Sociología Rural del CEIL
Guillermo Neiman, Investigador principal.
Germán Quaranta, Investigador independiente.
Mariela Blanco. Investigadora adjunta.
Melina Neiman. Investigadora adjunta.
Matías Berger. Investigador adjunto.
Alfonsina Albertí. Investigadora asistente.
Elena Mingo. Investigadora asistente.
José Martín Bageneta. Investigador asistente.
Silvia Bardomás. Profesional principal.
Gabriel Bober. Profesional adjunto.
Jimena Ramos. Becaria doctoral.
María Brignardello. Becaria doctoral.
Emilia Buccella. Becaria doctoral.
Julia Lombardi. Becaria FonCyT.
Macarena Mercado Mott. Becaria doctoral.
Alejandra Santiago. Becaria doctoral.
Julián Wolpowicz. Becario doctoral