CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

Investigadores del CONICET detectaron similitudes entre el oído de algunas focas y los cetáceos

El hallazgo permitió dar cuenta de una convergencia entre ambos grupos en su forma de adaptación a la vida acuática


Expertos del CONICET junto a colegas del Instituto Paleontológico y Museo de la Universidad de Zurich, Suiza, lograron identificar las similitudes que presenta el oído interno de la foca de Ross, común de la región Este de la Península Antártica – junto a la bahía que le da nombre -, y el de los cetáceos, grupo compuesto por delfines, ballenas y orcas. El hallazgo documenta una correlación entre la adaptación al medio acuático que experimentaron ambos grupos y fue publicado hoy en la revista Biology Letters.

El trabajo tuvo su origen en la tesis de su primera autora, Cleopatra Mara Loza, becaria posdoctoral del CONICET en la División Paleontología Vertebrados del Museo de La Plata (UNLP), quien estudió el oído interno, medio y externo de Pinnípedos de Antártida, particularmente las familias de otáridos (lobos y leones marinos) y fócidos (focas), en comparación con los odobénidos (morsas) que habitan el Polo Norte.

“El oído aporta mucha información acerca de la vida de los mamíferos. Sabemos que, además de cumplir su función auditiva, es importante para el equilibrio y la orientación en el espacio. Esto tiene que ver con una parte del oído interno que es el laberinto, cuya porción vestibular está formada por tres canales semicirculares y un vestíbulo. La información recabada y transmitida en ese sector, a su vez, tiene íntima relación con una región del cerebelo (la zona focular) que también recopila datos provenientes de os ojos y nos permite coordinar los movimientos”, explica Loza.

En ese sentido, los expertos estudiaron comparativamente la región vestibular de una gran cantidad de cráneos de distintas especies de Pinnípedos mediante tomografías computadas y MicroCT (micro tomografías de alta definición). Los ejemplares de focas de Ross que se analizaron – una hembra con su cría – forman parte de la colección del Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET).

“El tipo de locomoción varía entre las tres familias de Pinnípedos, ya que los otáridos y odobénidos tienen una forma ‘más terrestre’ que los fócidos. Su cuello es más largo y la circunferencia de sus canales auditivos es más grande. Entonces pudimos corroborar que hay una correspondencia entre la disminución de esas circunferencias y el grado de adaptación al agua. Dentro de las focas, la de Ross tiene los más chicos, casi iguales a los de un cetáceo”, cuenta Loza.

Las mediciones comparativas con otros carnívoros que cuentan con distintos tipos de locomoción y se encuentran lejos en el parentesco biológico permitieron concluir que “si bien los cetáceos y los Pinnípedos no tienen un ancestro común directo, sus adaptaciones al medio acuático se han modelado por el mismo camino. Son dos líneas diferentes, pero hay una convergencia en los oídos de ambas”, determina Alfredo Carlini, investigador principal del CONICET en la División Paleontología Vertebrados del museo local y coautor del trabajo.

En su adaptación al agua, los cetáceos experimentaron el acortamiento del cuello, la transformación de miembros en aletas –para un buceo más ágil -, del tegumento y de los órganos internos. Específicamente en cuanto al oído, sufrieron la reducción del sistema vestibular. “Su vestíbulo está muy comprimido, ya que son animales totalmente acuáticos, que no tienen ningún vínculo con la tierra, a diferencia de los Pinnípedos que todavía permanecen entre ambos medios”, puntualiza Loza.

“De alguna manera, lo que queda reflejado en la morfología del oído de los distintos grupos de Pinnípedos son las diferentes etapas de la adaptación a una más estricta vida acuática”, afirma Carlini, y agrega: “Cuanto menos anclaje terrestre tienen, pasan más días del año en el medio acuático, y eso va configurando varias áreas de su conducta y grado de adaptación, desde los tiempos de apareo, pariciones, y cuidados parentales, por ejemplo, hasta los perfiles hidrodinámicos de sus cuerpos y modelación de sus esqueletos”.

“A partir de estas confirmaciones se podría esperar que muchos órganos se vayan modificando conforme cambien los ambientes en los que viven los animales – en especial cuanto más adaptados estén -, sobre todo aquellos vinculados a los sistemas sensitivos que deben ser siempre capaces de presentarle al individuo las variaciones del entorno”, resalta, y cierra: “Además, conocer ciertas diferenciaciones morfológicas, del oído por ejemplo, permite inferir indirectamente qué pasó con grupos extinguidos de los que no se tiene tanta información, ya que sólo se conocen por las breves historias que cuentan los fragmentos de fósiles preservados. Nos da los parámetros para acceder a cómo fueron sus entornos y adaptaciones en el pasado”.

La foca de Ross es la más pequeña de las que viven en la Antártida. Por sus hábitos se conoce bastante poco sobre ella, ya que se ubica en regiones que no son de tránsito habitual para las campañas científicas. Su población actual se estima en menos de 100 mil ejemplares.

Su color es marrón y son llamativos sus grandes ojos. Vive sobre bloques de hielo y se alimenta de kril y variedades de moluscos. Puede alcanzar poco más de dos metros de largo y pesar entre 150 y 200 kilos, una dimensión muy inferior a la de otros fócidos antárticos como la foca Leopardo – tres metros y medio, y unos 500 kilos – o un elefante marino macho, por ejemplo, que alcanza los cinco metros y ronda las cuatro toneladas.

Por Marcelo Gisande.

Sobre investigación:

Cleopatra Mara Loza. Becaria posdoctoral. Museo de La Plata.

Alfredo Carlini. Investigador principal. Museo de La Plata.

Ashley Latimer. Universidad de Zurich.

Marcelo Sánchez Villagra. Universidad de Zurich.