DÍA NACIONAL DE LA BALLENA FRANCA AUSTRAL

Estudian el comportamiento acústico de las ballenas francas en Península Valdés

La becaria del CONICET Virginia Tortolini busca establecer las interacciones sonoras de las ballenas entre sí y con el entorno en el que viven.


La ballena franca austral (Eubalaena australis) no solo es uno de los animales más admirados por el turismo nacional e internacional, sino que también es una fuente enorme de estudio para los científicos y científicas, especialmente del Centro Científico Tecnológico CONICET-CENPAT de Puerto Madryn. Dentro de ese abanico de investigación, la joven bióloga y becaria del Consejo Virginia Tortolini eligió enfocarse en la ecología acústica de la ballena franca, o sea, en los sonidos que produce, un tema que hasta el momento fue muy poco explorado en la zona. “Las ballenas son animales adaptados a una vida completamente acuática. A diferencia de otros mamíferos marinos que pueden tener parte de su ciclo de vida en tierra, las ballenas desarrollan todo su ciclo en el mar. En este hábitat la comunicación mediante sonidos es lo que mayormente utilizan, dado que es un ambiente propicio para su propagación. Sabemos que el sonido viaja mucho más rápido en el agua que en el aire y se atenúa mucho menos en comparación con la luz, haciendo que una vocalización emitida por una ballena pueda ser escuchada por otro animal que se encuentra relativamente lejos”, cuenta Tortolini quién se encuentra realizando su doctorado en el Laboratorio de Mamíferos Marinos del Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (CESIMAR, CONICET).

Existen tres vías de comunicación principales entre las ballenas: a través del sonido, del contacto visual y del contacto físico, aunque estas últimas dos son un poco más limitadas en alcance que la primera. “El sonido les permite a las ballenas comunicarse no solo a grandes distancias, sino también en ausencia de luz. Por ejemplo, cuando es de noche o la visibilidad es reducida, lo que prima es mayormente el comportamiento vocal.”, agrega la científica.

Métodos de trabajo

Para realizar este tipo de estudios, la científica utiliza la técnica denominada monitoreo acústico pasivo, un método no invasivo con micrófonos especialmente diseñados para la escucha subacuática llamados hidrófonos. “Los tiramos desde una embarcación y los tenemos en dependencia con la lancha, conectados a una grabadora que está continuamente registrando todos los sonidos que se escuchan, no solo los de las ballenas, sino también cualquier otro, ya sea natural o antrópico, como, por ejemplo, el ruido de los barcos. A su vez, podemos monitorear en vivo a través de auriculares para escuchar las características que va teniendo la grabación y poder realizar ajustes con la grabadora, para tratar de disminuir ruidos espurios que puedan contaminar y dificultar el post procesamiento que hacemos en el laboratorio cuando regresamos”. Además, junto con el registro sonoro, los especialistas hacen lo propio con imágenes, ya sea a ojo desnudo o con drones desde la lancha: “Una vez que tenemos la toma de datos sincronizada del comportamiento visual y el acústico, volvemos al laboratorio y hacemos un trabajo posterior para determinar el comportamiento acústico asociado a los contextos comportamentales de los animales, lo que podría darnos indicios de  la funcionalidad del repertorio. Lo que vamos a hacer por el momento es determinar, de forma descriptiva y en base a las grabaciones que estamos recolectando, cómo es el ambiente acústico en el que vive y se desarrolla  la ballena franca, y también cómo eso puede afectar  su comportamiento vocal. Porque sabemos que existe lo que se llama métodos de compensación acústica, que es cuando los animales desarrollan estrategias o producen cambios en sus repertorios o en sus vocalizaciones para poder adaptarse o lidiar con el ruido ambiental, que más que nada tiene una gran componente antropogénico”, describe Tortolini.

Madres y crías

Según cuenta la becaria del CESIMAR los sonidos de las ballenas “son bastante particulares”, de  baja frecuencia  (sonidos graves) y de duración relativamente corta, de apenas segundos o milisegundos, que se dan en un continuo de tiempo. Al realizarse en la zona conocida como El Doradillo, dentro del Golfo Nuevo frente a la costa de Puerto Madryn, los especialistas también lograron detectar una especie de comunicación entre los adultos y las crías: “Estamos yendo a una zona donde hay bastantes madres y crías y estamos grabando mucho lo que podría llegar a ser una comunicación entre ellas. Podemos detectar que el adulto tiene vocalizaciones que suenan al oído humano más bien graves y tienen frecuencias relativamente bajas, y la cría, si bien también tiene una frecuencia de vocalización baja, suena un poco más aguda que la madre, así que podemos hacer esa diferenciación entre la madre y la cría. Lo que muestran los espectrogramas es lo que podría ser una comunicación, porque generalmente lo que vemos es una vocalización emitida por la cría, y ni bien termina la de la cría, aparece una vocalización de un adulto, y así repetidas veces. Eso podría estar dándonos un indicio de comunicación entre madre y cría”.

Cambios de época

Hasta el momento, solo científicos extranjeros estudiaron este aspecto de la ballena franca austral en Península Valdés a finales de la década del ’70 e inicios  de los ‘80: uno de ellos fue el recientemente fallecido Roger Payne y el otro es el norteamericano Christopher W. Clark: “El sistema biológico y el sistema antrópico eran muy distintos a lo que tenemos hoy en día. Hace 40 años atrás la población de ballena en la zona era relativamente pequeña en comparación con la actual, ya que pasamos de tener, en aquella época, aproximadamente entre 300 y 400 animales a tener en la actualidad estimaciones para la zona de más de 1500 ejemplares. Por otro lado, en esos años la actividad antrópica era relativamente baja. Sabemos que con el paso del tiempo fue aumentando y hoy en día tenemos gran actividad, sobre todo en el Golfo Nuevo, con la entrada de barcos pesqueros y cargueros. En este sentido, retomar los monitoreos acústicos pasivos en la zona nos ayudará a comprender mejor el estado actual del comportamiento acústico de las ballenas per se y en relación con su ambiente acústico, aportándonos información relevante para contribuir a los esfuerzos de conservación de la ballena franca y su ambiente desde la perspectiva de la bioacústica”, finaliza Tortolini.

Por Santiago Giorgi – Área de Comunicación CONICET CENPAT