CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD

Especies exóticas invasoras: la distancia no es barrera

En las últimas décadas la actividad humana aceleró el movimiento de especies a tasas alarmantes. Este fenómeno empobrece la diversidad biológica del planeta y genera pérdidas cercanas al 5 por ciento del PBI global.


No es sólo un problema de castores, mosquitos o de algas microscópicas. Datos recientes muestran que en Argentina hay casi 700 especies exóticas invasoras, es decir organismos que no son originarios del país pero que llegaron, se establecieron y colonizaron ambientes naturales o seminaturales, donde desplazan a las especies nativas.

Esto altera la composición y el funcionamiento de los ecosistemas y reduce su riqueza biológica. Pero también afecta la producción global y las economías regionales al bajar la calidad de las pasturas que se usan para forraje, disminuir la disponibilidad de agua subterránea, aumentar la frecuencia e intensidad de los incendios e incluso condicionar la producción de energía hidroeléctrica.

Sergio Zalba es investigador independiente del CONICET, trabaja en el Grupo de Estudios en Conservación y Manejo del Departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional del Sur, y es además consultor especialista del proyecto ‘Estrategia Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras’ (ver recuadro). De acuerdo con el especialista, las estrategias de prevención, detección temprana y control resultan clave para limitar el impacto de las invasiones biológicas.

“Mover especies de un lugar a otro afecta el medioambiente, la economía e incluso en la salud. Por ejemplo el mosquito Aedes aegypti es originario de África, y junto con él importamos un conjunto de nuevas enfermedades, incluyendo el dengue. El estornino es un ave que afecta la diversidad pero también la producción agrícola, y por lo tanto genera pérdidas económicas. Estas especies requieren estrategias efectivas de control para minimizar su impacto. Muchas otras potencialmente dañinas aún no han sido introducidas a nuestro país y ahí entra en juego la prevención, que es la estrategia más efectiva a largo plazo para enfrentar este desafío”, agrega.

 

¿Se sabe cuántas y cuáles son las especies exóticas invasoras que hay en Argentina?

Los datos más actualizados, organizados en el Sistema Nacional de Información sobre Especies Exóticas Invasoras, muestran que son cerca de 700 y abarcan una enorme diversidad de organismos, desde algas microscópicas y vertebrados acuáticos y terrestres hasta árboles y pastos. No conocemos con precisión la distribución de muchas de ellas; algunas están contenidas en regiones más limitadas, como en el caso del castor, en Tierra del Fuego; mientras que otras ocupan áreas mucho más extensas. En cualquier caso, el proceso de invasión es dinámico y, una vez establecidas, las especies muestran una tendencia natural a ocupar todos los ambientes que sean aptos para cumplir sus requerimientos ecológicos. Por ello, la detección temprana, la contención y el control precoz son herramientas de alto valor para reducir su impacto.

 

¿El desplazamiento de especies es un problema nuevo?

No, estamos hablando de un proceso esencialmente natural que operó a lo largo de toda la historia biológica del planeta. Los organismos tienen diferentes capacidades de desplazamiento autónomo: algunos se pueden mover más, otros menos. Históricamente sus desplazamientos estuvieron limitados por barreras naturales, como cadenas de montañas, océanos o desiertos, que definieron conjuntos de organismos que evolucionaron separados unos de otros. Eso es lo que históricamente se llamó ‘dominios biológicos’. Pero la actividad humana, particularmente en las últimas décadas, aceleró la tasa de movimiento de organismos entre ambientes naturales y permitió que las especies superaran barreras que no habrían podido atravesar por sus propios medios.

 

¿Cómo?

La capacidad del hombre de transportar, de manera voluntaria o accidental, especies de un lugar a otro reacomodó su distribución a nivel global. El problema es justamente ese: mover organismos de un lugar a otro en tiempos que, en términos evolutivos, son instantáneos y a una tasa sin precedentes. La aceleración de este proceso de introducción fue estimada para Hawai. Este archipiélago de origen volcánico se ubica en medio del Océano Pacífico y permaneció libre de la presencia humana hasta hace poco más de mil años. Los primeros humanos, canoeros del Pacífico, encontraron en las islas un conjunto de cerca de 25 mil especies de plantas y animales que habían arribado allí por sus propios medios. Se calcula que en este proceso natural resultaba en el establecimiento exitoso de una especie cada unos 100 mil años. La actividad humana aceleró esta tasa en casi dos millones de veces y hoy se estima que una especie llega a las islas cada quince días. Los recién llegados se encuentran con una biota ’ingenua’, cuyo tramo más reciente de historia evolutiva transcurrió en ausencia de predadores y herbívoros terrestres, por lo que muchos perdieron la capacidad de ocultarse o defenderse del asedio de estos enemigos naturales.

 

Así planteado parece ser un problema de la modernidad. El hombre se desplaza más y con él los organismos. ¿Estamos frente a un problema de globalización de especies?

Exacto. Estamos homogeneizando la biota del planeta, haciendo que especies que estaban limitadas a un continente ahora estén presentes en otros. Esto resulta en el empobrecimiento biológico: un pequeño conjunto de organismos, incluyendo especies que pueden convivir con el hombre, como ratas, estorninos, gorriones, palomas, pinos o retamas, tienen éxito y se establecen en los sitios donde son introducidas y reemplazan a otras que eran estaban limitadas a ese lugar.

 

¿Cómo se lucha contra ese empobrecimiento biológico?

Básicamente a través de estrategias de prevención y control. En los últimos años se ha desarrollado una base teórica que nos permite entender de manera más cabal el proceso de invasión, así como un conjunto de herramientas para enfrentar las distintas fases de este desafío, Así, por ejemplo, se han desarrollado sistemas de análisis de riesgo para evaluar a priori la posibilidad de que una especie exótica se vuelva invasora. Esto permite tomar decisiones informadas, aprovechar los beneficios asociados al ingreso de una especie de bajo riesgo y evitar la introducción de aquellas que representan una amenaza. En el caso de las introducciones involuntarias, es decir, de aquellas especies que llegan por sus propios medios, la clave está en evaluar el riesgo asociado a los vectores que pueden transportarlas, como por ejemplo el agua de lastre, los productos de importación o los embalajes.

 

¿Qué ocurre en el caso de las especies exóticas que ya están establecidas en ambientes nuevos y proliferan?

En ese caso estamos frente al segundo paso en el manejo: la detección temprana. Durante las primeras fases de la invasión las especies se encuentran en bajos números y están limitadas a un área pequeña, digamos que pueden considerarse tan vulnerables como una especie amenazada. Esta situación representa una oportunidad única para desarrollar medidas de control o erradicación con máximas chances de éxito y costos mínimos. El desafío es detectar a las especies en esta fase, cuando por sus números pueden pasar inadvertidas, y para ello es fundamental desarrollar acciones de educación, crear redes de observadores y mantener sistemas actualizados de información. Para los casos en que no se llega a tiempo y las especies invasoras ya consiguieron cubrir extensos territorios, existe una batería de técnicas de manejo destinadas a reducir su abundancia o su distribución a niveles que sean compatibles con la protección de los valores ambientales, productivos o de salud afectados por su presencia.

 

¿Qué acciones se pueden tomar a nivel país para evitar el ingreso no deseado de estas especies?

Argentina ya cuenta con sistemas de vigilancia para evitar la entrada de especies perjudiciales para la producción agrícola y ganadera y para la salud humana. Estos mecanismos pueden fortalecerse, extendiendo su ámbito de acción a las especies que afectan la biodiversidad. Al mismo tiempo, deben promoverse políticas comunes entre los distintos organismos y actores sociales relacionados con la importación y el transporte interno de especies para distintos fines, de modo de evitar acciones que puedan resultar en nuevos problemas de invasión. Un ejemplo saliente a nivel internacional en lo que respecta a la prevención es el de Nueva Zelanda, donde un estricto sistema de control de fronteras evita la introducción no autorizada de organismos potencialmente perjudiciales. Allí, por ejemplo, se escanea toda la correspondencia que llega a los aeropuertos y perros entrenados se ocupan de detectar material biológico. Esto permite identificar desde semillas y plantas, hasta abejas reina importadas ilegalmente para producción apícola, que pueden transmitir enfermedades Se trata de un sistema costoso, pero el gobierno de Nueva Zelanda ha calculado que sólo con la reducción que estas acciones han producido sobre los brotes de mosca de la fruta, se salvan los costos del sistema completo de monitoreo.

 

¿Se pueden cuantificar las consecuencias de una invasión biológica?

Se estima que en el mundo el costo asociado al daño por especies invasoras es cercano al 5 por ciento del PBI global, en tanto que, estas especies resultan la segunda causa de pérdida de biodiversidad. Es por eso que distintos países avanzan en la prevención del problema como medida de protección de patrimonio natural y los servicios ecosistémicos que presta. Así, por ejemplo, Brasil prohibió la importación de reptiles y anfibios y Sudáfrica la de peces. Ambos países consideran que las especies nativas de esos grupos, sumadas a las que fueron introducidas en el pasado, alcanzan para sostener las actividades productivas asociadas y consideran que el riesgo de introducir una especie nueva es mucho más alto que el beneficio que potencialmente podría traer.

 

¿Qué hay de las medidas de adaptación? Más allá de la erradicación o del control biológico, en muchos casos la invasión debe haber adquirido una magnitud tal que hay que aprender a convivir con ella.

Por supuesto. Algunas especies son difíciles de controlar, y otras ni siquiera tienen un impacto significativo. Por ello se hace mucho esfuerzo en sistemas de priorización que permitan asignar los esfuerzos de manejo de manera eficiente. En algunos casos solo nos queda aprender a convivir con la especie, evitando que se expanda más allá de determinados límites o bajando su densidad a niveles que sean compatibles con alguna actividad productiva o con la conservación de valores ambientales que resulten prioritarios. En todos los casos debe estar claro que el objetivo no es el control o la erradicación de una especie en sí misma, sino que esos son los medios para alcanzar metas relacionadas con la conservación de la biodiversidad y de los beneficios derivados. Las especies exóticas invasoras son un problema por los efectos que producen, no por su carácter de exóticas. No se trata de una suerte de chauvinismo biológico “esta vino de afuera, yo quiero la de acá”, sino de la necesidad de minimizar los efectos negativos de aquellos animales, plantas y microorganismos que afectan los recursos naturales, la biodiversidad y la economía.

 

Sergio Zalba es investigador independiente del CONICET en el Grupo de Estudios en Conservación y Manejo del Departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional del Sur (UNS). Se especializa en especies exóticas invasoras y conservación de biodiversidad.Se graduó como Licenciado en Ciencias Biológicas en la UNS, donde además obtuvo su doctorado en Biología. Además realizó una Maestría en Manejo de Vida Silvestre en la Universidad Nacional de Córdoba.

El proyecto “Fortalecimiento de la gobernanza para la protección de la biodiversidad mediante la formulación e implementación de la Estrategia Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras” (GCP/ARG/023/GFF) es coordinado por la Secretaria de Política Ambiental, Cambio Climático y Desarrollo Sustentable del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación (MAyDS) y cuenta con el apoyo del Programa Mundial para el Medio Ambiente (GEF), a través de una donación administrada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO -ONU), con cofinanciamiento del MAyDS, CONICET, INTA, SENASA, Parques Nacionales y los gobiernos provinciales, entre otros organismos.

Su objetivo principal es desarrollar políticas institucionales efectivas para prevenir y minimizar los efectos de las invasiones biológicas sobre valores ambientales, productivos, culturales y de calidad de vida en todo el territorio nacional.

Por Ana Belluscio.