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En Río Grande, investigadores de País Ciencia brindaron sus charlas a 600 estudiantes

Además, comentaron a los jóvenes fueguinos sobre las posibilidades que existen para que en un futuro puedan dedicarse a la ciencia si lo desean


“¿Ustedes sabían que por día tomamos entre mil y mil quinientas decisiones?”, comenzó su charla “En busca del cerebro emocional” la licenciada en Psicopedagogía Natalia Lozano, investigadora de la Universidad de Lomas de Zamora que pertenece a la Plataforma País Ciencia. “Té o café, pollera o pantalón, lo llamo o no lo llamo, nuestro cerebro está eligiendo constantemente y eso depende de nuestro perfil emocional”, advirtió Lozano, que realiza un doctorado en Neurociencias Cognitivas. La charla se llevó a cabo en las inmediaciones de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Río Grande, Tierra del Fuego, y asistieron más de seiscientos alumnos del Colegio secundario Padre Zink, el Colegio Provincial de Educación Tecnológica Río Grande (C.P.E.T.), la Escuela Modelo de Educación Integral en Río Grande (EMEI), y el Colegio Integral de Educación Río Grande, que depende de la UTN. También brindó su charla el físico e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Hernán Grecco.

“En nuestra vida cotidiana adaptamos nuestra conducta con lo que creemos que le pasa al otro, y para eso nos guiamos en la mirada”, planteó Lozano en su charla y explicó lo que sucede en el lóbulo frontal. “Vieron que hay gente que se hace amigos rápido, a otros les cuesta más. Eso tiene que ver con la capacidad de la persona de leer la mirada del otro para entender sus condiciones emocionales”. Mostró, entonces, diferentes miradas en el proyector e invitó a los estudiantes presentes a adivinar el estado emocional de cada fotografiado. Celoso, sorprendido, cara de odio, de tristeza fueron algunas de las emociones a detectar por los asistentes, que en algunos casos acertaron y en otros no. Lozano, entonces, explicó que existen seis emociones básicas–e innatas- que son más fáciles de interpretar que otras, como estar triste, contento, o disgustado. “Esas emociones –mencionó- las podemos leer hasta en otras especies, como en los perros”.

A continuación, proyectó un cortometraje de suspenso para introducir qué sucede en nuestro cerebro –qué conexiones se activan- cuando sentimos miedo. “Cuando nos asustamos se encienden nuestras amígdalas cerebrales y hacen que no se mida el lóbulo frontal, que nos permite leer las situaciones. Entonces transpiramos, podemos llorar, taparnos los ojos, insultar o hasta temblar”, explicó.

Luego proyectó otro video con situaciones absurdas que se desencadenan cuando las amígdalas cerebrales actúan de manera automática, preparando los músculos para un posible ataque sin medir la realidad a primera vista. La filmación mostró cómo reaccionan las personas cuando ven un esqueleto manejando un auto, un hombre corriendo disfrazado de dinosaurio, u otro sin piernas. “Aunque sea un muñeco, nuestra primera reacción generalmente es salir despavorido o gritar”, dijo Lozano, mientras los asistentes estallaban en carcajadas al ver las distintas reacciones.

“Hasta los 25 años, nuestro cerebro está madurando, trabajando su lóbulo frontal para ser adulto el día de mañana”, les dijo la investigadora por último a los jóvenes, indicando que el cerebro trabaja en red, y gracias a la capacidad de “neuroplasticidad” siempre puede cambiar. “Ustedes son potencialmente lo que quieran ser, por eso es tan importante que investiguen qué carreras existen, y que persigan sus sueños. Su cerebro tiene la capacidad de entrenarse en sus habilidades y si lo estimulan –concluyó- les responderá mejor cada día para llevar adelante lo que deseen”.

 

Una experiencia de vida iluminadora

A su turno, Hernán Grecco  brindó su charla “De Ushuaia a La Quiaca en un cable de luz”, aunque varió su título en vivo y la bautizó: “De Río Grande a La Quiaca…”. Pero previamente, contó a los chicos su recorrido hasta convertirse en científico: dijo que en su familia no había nadie que se dedicaba a la ciencia, y se enteró de la oferta académica en quinto año, a través de una guía del estudiante que se editaba en ese entonces, que detallaba las carreras de todas las universidades del país. Le interesaban las Ciencias Naturales pero no sabía nada sobre la investigación. Desde su escuela, lo contactaron con dos estudiantes: uno de física y otro de biología. Ellos le contaron sobre los planes de estudio de cada carrera y de su experiencia en la universidad hasta que optó por la carrera de Física en la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Diferentes personas con distintas elecciones vocacionales hicieron que yo elija bien mi carrera”, reflexionó. Y una vez recibido, se enteró de que podía seguir estudiando a través de las becas del CONICET.

“La ciencia es una forma de mejorar a nuestra comunidad”, les explicó a los alumnos, indicando que el CONICET tiene institutos a lo largo de todo el país en donde las personas se pueden implicar haciendo ciencia en la disciplina que elijan, y que inclusive, cerca de Río Grande, en Ushuaia, existe un instituto: el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET). Asimismo, mencionó otras instituciones que se ocupan de desarrollar conocimiento y donde es posible hacer ciencia, como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CONEA). “Y para los que no quieran ser investigadores –agregó-, el conocimiento científico les puede servir para entender los principios y fundamentos del funcionamiento de las cosas del mundo por dentro, como por ejemplo el uso de celulares”.

Luego, Grecco dio su charla específica sobre su investigación, introduciendo los principios físicos y ópticos de la luz y explicando diferentes fenómenos que suceden cuando la luz interactúa con otros materiales. Partió desde la experiencia de colocar un lápiz adentro de un vaso de agua, y señalar cómo la imagen que vemos del lápiz parece quebrada o doblada: eso le permitió mostrar cómo funciona la refracción de la luz. “La luz dobla en las interfaces, divide el agua del aire y a medida que aumenta el ángulo dobla más la imagen”, graficó.

Luego, mediante imágenes ilustrativas, mostró cómo los rayos que salen de la punta de un lápiz parecen venir de otro lado, creando una ilusión óptica a partir del mismo fenómeno de la refracción de la luz. Luego propuso otro experimento casero, con un vaso de vidrio, una hoja con flechas dibujadas y agua para colocar adentro del vaso. A medida que el vaso se llenaba, con la hoja con las dibujadas por detrás, la dirección de las mismas cambiaba. Y mostró otros efectos similares colocando el dedo de una mano detrás con un pedazo de vidrio: el mismo, debido a la particular forma en la que estaba cortado el vidrio, se hacía invisible. “Esto no es magia: es ciencia –explicó Grecco-. Es refracción de la luz”.

El científico continuó explicando fenómenos más complejos, como el experimento de Newton –que prueba que la refracción depende de cada color del arcoiris, y que la luz blanca está constituida por todos los colores-, que permite ver la reflexión total interna, y conocer cómo sucede que la superficie del agua se puede comportar como un espejo. Todas estas experiencias sirvieron para que Grecco ilumine, sobre el final de la charla, el concepto de cómo un cable realizado a base de fibra óptica permite -gracias a todos estos principios- guiar la luz y por ende la información hacia grandes distancias con poca pérdida de información. “En un futuro, necesitamos que la Red Federalde Fibra Óptica se extienda, por eso se requiere a más gente que la instale y la mantenga: necesitamos, en síntesis, más científicos. Que ustedes sean científicos”, concluyó.

Después de las dos charlas, los alumnos hicieron preguntas y se acercaron a los científicos para sacarse todas las dudas respecto a la vocación científica. La actividad estuvo organizada por el secretario de extensión de la UTN, Fabio Seleme.

¿Qué es País Ciencia?

La Plataforma País Ciencia, creada en abril de 2014 y dependiente del CONICET y del Ministerio de Educación de la Nación, es un proyecto federal para la comunicación de la ciencia. Sus actividades consisten principalmente en brindar charlas de divulgación científica, talleres experimentales, encuentros con docentes, pasantías científicas cortas de estudiantes en institutos del CONICET y financiamiento de proyectos de desarrollo tecnológico para escuelas secundarias.

Desde su lanzamiento, más de 10 mil jóvenes participaron de las propuestas de País Ciencia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Chascomús, Balcarce, Gral. Rodríguez, Lomas de Zamora, Lobos y Rojas (Buenos Aires); Cañada de Gómez, Rosario, Esperanza, Capitán Bermúdez (Santa Fe); Ushuaia (Tierra del Fuego, Antártica e Islas del Atlántico Sur); Puerto Madryn y Trelew (Chubut).

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