CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

“El problema de la violencia en el fútbol no se resuelve con la judicialización”

Tres investigadores del CONICET analizan las dinámicas y diferentes actores que intervienen en estos eventos deportivos y la legitimación de la violencia.


El partido del 14 de mayo de 2015, donde se disputaba la revancha de los octavos de final de la Copa Libertadores entre River y Boca, estuvo marcado por un hecho inusual: los jugadores de River fueron agredidos con gas pimienta en la manga. Los futbolistas, con ardor en los ojos, boca y algunos con problemas respiratorios, no pudieron salir a la cancha para el segundo tiempo. El partido fue suspendido y Boca sancionado, después de que se demostró que el que había arrojado el gas era un miembro de la barrabrava del equipo ‘bostero’, luego reconocido como ‘el panadero’.

Pero, ¿es sólo responsabilidad de las barras bravas? Pablo Alabarces, Verónica Moreira y José Garriga Zucal son investigadores del CONICET y desde hace más de 16 años estudian la violencia en el fútbol. Pero no como un fenómeno aislado sino también en su relación con otros actores como dirigentes, futbolistas, hinchas, políticos, medios de comunicación y policía.

A lo largo de esos años “hemos generado una gran cantidad de conocimientos trasladables a políticas públicas concretas”, cuenta Alabarces. “Sobre los barrasbravas se sindica todo lo malo que ocurre, toda la violencia. Pero es quizás el tema sobre el que más empiria y conocimiento se ha producido por parte del equipo y vemos que, en realidad, los famosos ‘violentos’ no existen”, dice.

“No son violentos”, agrega Garriga Zucal, “sino que se trata de actores que en ciertos contextos tienen conductas violentas, no en todas sus relaciones sociales. Y hay que tener en cuenta que pensar o definir a alguien como violento impide pensar todo tipo de políticas públicas orientadas a ese actor”.

 

¿Y qué ‘dispara’ estas actitudes violentas?

José Garriga Zucal: La búsqueda de ciertos recursos, de prestigio, etc. Estos actores tienen la capacidad de pensar la violencia como un recurso, y en ciertas condiciones y contextos vehiculizan esa violencia para acceder a determinados fines. Entonces la violencia es un recurso, no una particularidad de ellos. Si fuese una esencia, la única salida para estos actores es la cárcel o el manicomio. En cambio si pensamos que es una particularidad que se puede modificar podemos pensar en políticas públicas.

 

Entonces, ¿se concibe la violencia como un medio que lleva a un fin, como la búsqueda de recursos o prestigio?

Pablo Alabarces: Hay que salir de la idea de que lo hacen solo por dinero. A veces es simplemente prestigio. Poder simbólico.

Verónica Moreira: Estar en la barra te posiciona en un lugar donde podés ya negociar con otras partes. Tenés cierta visibilidad, cierto reconocimiento, fama, renombre en el grupo y eso te da un margen de acción para negociar con ciertos actores, no sólo en términos de dinero sino también de poder establecer relaciones personalizadas con gente que sí tiene legitimidad, prestigio social, capital.

JGZ: Entonces cuando se enfoca el problema en los llamados ‘violentos’ se invisibilizan esas relaciones: los dirigentes, los jugadores, los periodistas, los técnicos… todo el mundo de relaciones que tienen los barrabravas con el resto del mundo del fútbol, que son los que terminan legitimando las prácticas violentas.

VM: Los dirigentes de barras son personalidades muy seductoras, la gente se quiere sacar la foto con ellos. Es una relación muy contradictoria, porque por un lado se los condena pero por el otro se quieren sacar la foto, quieren el autógrafo. Los barras tienen una legitimidad que supera ampliamente a su grupo. Y esa legitimidad se retroalimenta y a su vez legitima la violencia.

 

¿Qué otros actores intervienen en esta dinámica?

VM: Existe un mecanismo de redes de reciprocidad que incluye a dirigentes, hinchas, policía, etc. Es imposible reducir la violencia en el futbol a las barras.

PA: Hace ya ocho años publicamos un texto donde analizábamos a la policía como otra hinchada, participando alegremente en lo que llamamos la ‘lógica del aguante’, a ver quien tiene más aguante.

 

¿Cómo se podría definir?

JGZ: Es una lógica muy masculina donde le tienen que demostrar al otro quién puede más. Pero no es propia de los barrasbravas, se condensa en ellos. Vemos plateístas que se manejan con los mismos parámetros.

PA: En ese partido [el del gas pimienta] había 40.000 personas dentro del estadio, y gran parte estaba mostrando su aprobación a lo que estaba ocurriendo. El famoso ‘panadero’ que parece que introdujo el gas pimienta en todo esto es un nene de pecho, porque había 40 mil personas que hubieran estado encantadas de estar en su lugar y tirarlo.

JGZ: Lo que estamos dando cuenta es que la legitimidad que tiene la lógica del aguante supera a los barrasbravas. Es propia del contexto del futbol y todos muchas veces reproducimos esa lógica.

 

¿Cuáles son los factores que hay que tener en cuenta a la hora de pensar en soluciones para el tema de la violencia en el fútbol?

JGZ: No hay soluciones mágicas. Para trabajar en temas de violencia en el fútbol hay que trabajar en proyectos a largo, mediano y corto plazo. Y las medidas a largo plazo hay que proyectarlas a 10 años, hay que pensar en respuestas que no pasen solamente por penar a quien comete un delito. El problema de la violencia en el fútbol no se resuelve con la judicialización. Porque la legitimidad de la violencia no se modifica con el efecto de la ley.

VM: En los últimos años fue presa toda la cúpula de la barrabrava de River y de Boca. La judicialización en muchos casos fue bastante efectiva pero no cambió la legitimidad, se siguen peleando. Y lo siguen haciendo porque les da recursos y/o prestigio. O ambos. Hay que plantear estrategias a corto, mediano y largo plazo sobre esa legitimidad y eso es a lo que llamamos las raíces socioculturales de la violencia.

PA: Hay que trabajar con los medios de comunicación, que son actores importantísimos en reproducir estas lógicas; hay que trabajar con los jugadores que también lo reproducen, como vimos en los partidos de verano; y hay que trabajar con el resto de los espectadores, que en muchos casos llaman folclore a la legitimidad en la violencia que no es natural.

Pablo Alabarces es investigador principal del CONICET en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Es Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural por la Universidad Nacional de General San Martín y Doctor en Sociología por la Universidad de Brighton, Reino Unido.

José Garriga Zucal es investigador adjunto del CONICET en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad de San Martín. Es Licenciado en Ciencias Antropológicas por la UBA, tiene un doctorado en la misma universidad en Antropología Social, y una maestría en la misma disciplina por la Universidad Nacional de San Martín.

María Verónica Moreira es investigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA. En esa misma universidad realizó su licenciatura en Ciencias Antropológicas y su doctorado en Ciencias Sociales. Es además magíster en Antropología Social por la Universidad Nacional de San Martín.