El CONICET lamenta el fallecimiento de Miguel Murmis



El investigador del Consejo en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) fue uno de los impulsores de la sociología en Argentina desde la formación de la carrera en el Instituto de Sociología allá por 1957.

Intelectual brillante y maestro de varias generaciones, Miguel Murmis fue uno de los impulsores de la sociología en Argentina desde la formación de la carrera en el Instituto de Sociología allá por 1957. Profesor por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y sociólogo por la Universidad de Berkeley, fue investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y docente en distintas universidades nacionales e internacionales. Tradujo con José Aricó y Pedro Scarón Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) de K. Marx.

Habiendo iniciado su trayectoria en la investigación en el campo de la sociología política con su estudio sobre el peronismo realizado junto con Juan Carlos Portantiero (el ya clásico “Estudios sobre los Orígenes del Peronismo”) e integrando el equipo que trabajó sobre la marginalidad que fuera dirigido por Pepe Nun, los intereses de Miguel Murmis fueron centrándose en la sociología rural, en ese entonces un campo en formación. Sin duda, su trabajo fue fundacional para la sociología rural argentina y latinoamericana, por sus contribuciones sobre la estructura agraria, los procesos de diferenciación y descomposición del campesinado, las reconfiguraciones del empresariado desde sus análisis iniciales sobre los “terratenientes-capitalistas” hasta su trabajo más reciente sobre el acaparamiento y la concentración de tierras en las grandes empresas, entre otros.

La investigadora del CONICET Clara Craviotti lo recuerda de la siguiente manera:

Como director de mis tesis de maestría y doctorado, Miguel fue para mí un gran inspirador de ideas, de espíritu crítico y trabajo artesanal con los datos. Lector incansable de los autores clásicos de la sociología, siempre me motivó a continuar en el camino por momentos arduo de la investigación y en la búsqueda por comprender los matices, más allá de las nociones simplificadoras. Pero además supo trascender la distancia generacional y de conocimiento a través de su interés por las dificultades humanas. Siempre recordaré su presencia en ciertos momentos clave, así como su capacidad de identificar el potencial de un trabajo. Creo que los investigadores de mi generación compartimos el cariño por su persona y el reconocimiento hacia él como inspirador del trabajo cotidiano en nuestras investigaciones. Lo extrañaremos.

Carla Gras, también científica del Consejo, destaca la agudeza y generosidad de Miguel en su lectura atenta y entusiasta de mi trabajo y el de tantas y tantos colegas; su humor fino y muchas veces provocador. Tenía una especial capacidad de complejizar ideas, hipótesis, abrir nuevas preguntas y replantear aquellas que parecían saturadas; de tirar de ese hilo – tantas veces esquivo – que permite elucidar procesos fundamentales. Sus trabajos tienen la enorme cualidad de permitirnos acompañar los pasos de su razonamiento analítico, y sus elaboraciones teóricas y metodológicas. Leerlos es volver a la mejor tradición sociológica. Era además un gran conversador. Lo vamos a extrañar.