CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD

Eficiencia energética e impacto ambiental en las producciones de soja y maíz

Investigadores del CONICET estudiaron el rendimiento de estos cultivos en diferentes zonas de Argentina en relación con el uso de energía y la emisión de gases de efecto invernadero.


En las últimas tres décadas, debido a la incorporación de nuevas tecnologías y al aumento en la demanda global de carnes, en Argentina se ha incrementado de manera significativa la superficie de tierra destinada al cultivo de granos, particularmente de soja.

A pesar de que este movimiento expansivo de la frontera agrícola contribuyó al crecimiento económico argentino, la simultanea preocupación por el cambio climático, la deforestación en el Gran Chaco, la degradación ambiental y el agotamiento de los recursos fósiles, obliga también a preguntarse por la eficiencia y el impacto ambiental de la producción agrícola.

Recientemente, un equipo de científicos del CONICET estudió la eficiencia en el uso de energía y en la emisión de gases de efecto invernadero en los cultivos de soja y maíz en 18 zonas agronómicas de Argentina. Las zonas seleccionadas comprenden la totalidad de la llanura chaco-pampeana y representa más del 98 por ciento de la producción nacional de ambos cereales. Los resultados obtenidos fueron publicados en la revista Science of the Total Environment.

“Esta investigación forma parte de un proyecto más amplio que apunta a estudiar el impacto ambiental y la utilización de recursos naturales en la producción de alimentos. En este sentido, la soja y el maíz son los principales granos que produce la Argentina, siendo, por otro lado, nuestro país uno de los mayores exportadores de ambos cultivos a nivel mundial. Pero además, son alimentos utilizados a su vez para la producción animal”, cuenta Alejandro González, investigador principal del CONICET en el Instituto Andino Patagónico de Tecnologías Biológicas y Geoambientales (IPATEC, CONICET-UNCOMA) y uno de los autores del trabajo.

De acuerdo a los investigadores, un dato importante a tener en cuenta es que la producción de alimentos es una actividad con un impacto ambiental considerable debido a que utiliza una importante superficie de tierra, consume mucha energía a lo largo de todo el proceso y emite contaminantes.

Las emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas a esta actividad productiva, no provienen únicamente de la quema de combustibles fósiles durante las etapas de transporte, uso de maquinaria agrícola y manufactura de agroquímicos (en forma de dióxido de carbono), sino también de muchas otras fuentes donde se liberan otro tipo de gases. Por ejemplo, parte del nitrógeno usado como fertilizante se volatiliza y da origen a un gas de efecto invernadero como el óxido nitroso, que tiene unas 298 veces más capacidad para retener calor en la atmósfera que el dióxido de carbono. De acuerdo a González, en el caso del maíz cerca del 70 por ciento de las emisiones no están relacionadas con la quema de combustibles fósiles, mientras en el de la soja sería aproximadamente un 50 por ciento.

“Debido a que el territorio argentino es muy extenso y abarca zonas agronómicas bastante diferentes – determinadas por tipo de suelo, condiciones climáticas, topografía, etc.- nos pareció interesante comparar la eficiencia para cada una de ellas en la producción de los dos cultivos más importantes en nuestro país. Lo que encontramos es que la eficiencia es mucho mayor en aquellas zonas en las que se ha practicado tradicionalmente agricultura a gran escala  (como el sur de Santa Fe, el sudeste de Córdoba o el noroeste de Buenos Aires), pese a que en la mayoría se utilizan cantidades similares de insumos”, comenta Ezequiel Arrieta, becario doctoral del CONICET en  el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV, CONICET – UNC) y primer autor del artículo.

Para ordenar mejor su trabajo, los investigadores dividieron a su vez las 18 zonas en dos grandes regiones (ver mapa): la Pampeana – aquella tradicionalmente destinada a la agricultura a gran escala y en la que la eficiencia en términos de gasto energético y emisiones resultó ser mayor – y la denominada extra-Pampeana –extendida hacia el oeste y el norte de la primera –incorporada de manera más recientemente a la producción intensiva de granos gracias a la adopción de nuevas tecnologías, como las semillas genéticamente modificadas, pesticidas y la siembra directa.

“La eficiencia es lo que se obtiene dividido por la inversión realizada. Nosotros realizamos un relevamiento de la energía utilizada y de los gases liberados por cada tonelada de soja y maíz producido en cada una de estas zonas agronómicas y resultó que aquellas ubicadas en la región Pampeana eran en promedio mucho más eficientes en los dos sentidos (el energético y el de emisiones) para ambos cultivos que las más recientemente sumadas a la producción de granos”, comenta González.

En la región Pampeana el promedio de energía utilizada para producir una tonelada de soja fue aproximadamente de 1,08 gigajoules (GJ) y de 1,37 GJ para la de maíz. Mientras en la región extra-Pampeana se necesitan en promedio cerca de 2,21 GJ para producir una tonelada se soja y 2,33 GJ. para una de maíz.

Algo similar ocurre como la emisión de gases de efecto invernadero. Producir una tonelada de soja en la región pampeana implica en promedio liberar alrededor de 160 kg de dióxido de carbono equivalente (CO2-eq) –indicador utilizado para comparar el impacto ambiental de los distintos gases – y producir la misma cantidad de maíz genera cerca de 205 kg CO2-eq. En la región extra-Pampeana los promedios son de 282 kg CO2-eq para la tonelada de soja y de 304 kg CO2-eq para la de maíz.

La investigación también analizó qué factores podrían explicar una variabilidad tan amplia en las eficiencias entre las dos regiones, para lo que tomaron en cuenta la utilización de insumos y el clima.

“De acuerdo a nuestros análisis, la mayor eficiencia de las tierras de la región Pampeana respecto de aquellas que se ubican en la extra-Pampena es el rendimiento de los cultivos (cantidad de granos producidos por hectárea), el cual estaría determinado principalmente por las lluvias. Incluso más que la diferencia en la calidad de los suelos que, en realidad, es apta para la agricultura en casi toda la llanura chaco-pampeana”, concluye Arrieta.

“Existen zonas dentro de la región extra-Pampeana donde los cultivos presentan eficiencias muy bajas y un impacto ambiental considerable, por lo que habría que preguntarse si tiene sentido continuar practicando y subsidiando este tipo de agricultura en esa región. En otras zonas se trataría de estudiar qué recursos podrían permitir mejorar la eficiencia en el uso de energía y de emisión de gases”, concluye Arrieta.

Por Miguel Faigón

Sobre investigación:

Ezequiel. M. Arrieta. Becario doctoral. IMBIV.

Anibal Cuchietti. Becario posdoctoral. IMBIV.

Diego Cabrol. Becario doctoral. Instituto de Humanidades (IDH, CONICET-UNC).

Alejandro D. González. IPATEC.