CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

Describen el genoma de un virus que podría controlar una plaga del maíz

Científicos del CONICET La Plata publicaron la secuencia de ADN completa de un patógeno muy valioso para la economía de los cultivos


Se llama Spodoptera frugiperda y es un lepidóptero, orden de insectos entre los que se encuentran las mariposas diurnas y nocturnas. Precisamente, en este caso se trata de una polilla muy conocida por hacer desastres en varios cultivos agrícolas, preferentemente en uno de enorme importancia alimentaria: el maíz. Como los productos químicos que existen para combatirla en algún momento generan resistencia, la investigación científica en busca de nuevos métodos de control no descansa nunca, y en ese camino se encuentra un grupo de expertos del Instituto de Biología y Biotecnología Molecular (IBBM, CONICET-UNLP) que acaba de describir el genoma completo de un virus que podría utilizarse en la formulación de un bioinsecticida.

“El organismo que analizamos es el granulovirus de S. frugiperda, que infecta única y exclusivamente a este insecto en su etapa de larva. Si bien se lo estudia desde hace tiempo, lo que logramos ahora fue conocer el genoma completo, es decir todo el material genético que lo compone, un paso imprescindible para pensar en sus posibles aplicaciones como controlador de la plaga”, cuenta Leticia Ferrelli, investigadora asistente del CONICET en el IBBM y primera autora del trabajo que da cuenta de la novedad científica, publicado recientemente en la revista PLOS One.

 Lo interesante del caso es que la descripción genómica pertenece a un aislamiento autóctono obtenido por profesionales del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), es decir la versión del virus que circula en la pampa húmeda, teniendo en cuenta que está presente a lo largo de todo el continente americano. “Si se piensa en el eventual desarrollo de un insecticida biológico, que sería un formulado a partir de compuestos no químicos, es importante que pueda hacerse en base a la cepa típica de la región donde habita el insecto hospedador, y no introduciendo un patógeno foráneo. Para eso es necesario conocer en detalle todas sus características y particularidades”, comenta Víctor Romanowski, investigador superior ad honorem del CONICET y vicedirector del IBBM.

Otra ventaja que enumeran los científicos es la “estrecha especificidad de especie blanco que tiene este virus”, lo cual significa que afecta solamente a la polilla que se busca combatir y a ninguna otra especie, por más parecido que guarden entre sí. Este aspecto lo hace aún más interesante para los objetivos del estudio, dado que de aplicarse como bioinsecticida no afectaría otra forma de vida, como abejas o mariposas, por ejemplo. Incluso, una intervención tan específica permitiría su utilización en cultivos orgánicos, pues ninguno de sus componentes sería capaz de producir un desbalance biológico.

El granulovirus produce en la larva una enfermedad mortal que la destruye, literalmente. “Como la necesidad de combatir la plaga es con fines económicos, hay que estudiar a fondo el mecanismo de acción del virus”, explica Ferrelli y continúa: “En comparación con los insecticidas químicos, es lento: las mata en el lapso de quince días a un mes, provocando un daño progresivo, pero el problema es que el productor necesita que deje de comerse el maíz inmediatamente”. Para solucionar este aspecto, los investigadores están concentrados al estudio de otro virus de la misma familia que también infecta al lepidóptero y que, sumado al primero en un formulado bioinsecticida, podría tener un efecto sinérgico muy superior al de cada uno por separado. “Es mejor combinar armas que utilicen mecanismos diferentes, porque de esa manera si el insecto adquiere resistencia para uno de ellos, se lo ataca con el otro”, apunta la experta, que actualmente se encuentra abocada a la secuenciación genómica del segundo microorganismo.

“Al hablar de un virus, puede que parezca que se trata de una estructura simple y con escasa información genética, pero no es así. Para tener una idea: el genoma del dengue está compuesto por 11 mil letras, mientras que el que describimos en este trabajo tiene 140 mil”, señala Romanowski, y ejemplifica: “Es como si tuviéramos un folleto de 40 hojas escrito en una lengua completamente desconocida, y debiéramos descubrir dónde empieza y termina cada palabra, traducirlas, y ver qué relación guarda cada una de ellas con vocablos de otros idiomas similares. Así de complejo es desentrañar el material hereditario de este tipo de organismos”.

Sobre investigación:

M. Leticia Ferrelli. Investigadora asistente. IBBM.

Matías L. Pidre. Becario posdoctoral. IBBM.

Pablo D. Ghiringhelli. Investigador principal. IMBA.

Sofía Torres. Tesista de licenciatura. IBBM.

M. Laura Fabre. Becaria doctoral. IBBM.

Tomás Masson. Becario doctoral. IBBM.

Maia T. Cédola.  Becaria posdoctoral. IBBM

Alicia Sciocco-Cap. Investigadora INTA (jubilada). IMyZA.

Víctor Romanowski. Investigador superior ad honorem. IBBM.

Por Mercedes Benialgo