NOTICIAS
Del parirás con dolor hacia el parto respetado
Una investigadora del CONICET estudia las prácticas culturales y discursivas que conducen a la violencia obstétrica.
“Te va a doler”. “Quería abrazarlo apenas nació pero se lo llevaron”. “Yo no quería parir acostada pero me obligaron”. “Acá el que sabe es el doctor”. Las expectativas e ideales con las que una persona gestante ingresa a la sala de parto se enfrentan y entran en conflicto con miradas, formas y prácticas que a lo largo del tiempo se han llevado a cabo en gran parte de los centros de salud en Argentina. La investigadora asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Núria Calafell Sala, que trabaja en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS) de Córdoba, describe y tipifica cuáles son y a qué responden esos discursos que se ponen en tensión.
Desde el año 2004, se encuentra en vigencia la Ley Nacional 25929 de Parto Humanizado, que en su artículo 2º establece que “toda mujer, en relación con el embarazo, el trabajo de parto, el parto y el postparto, tiene derecho a ser informada sobre las distintas intervenciones médicas que pudieren tener lugar durante esos procesos”; “a ser tratada con respeto”; “que se tengan en consideración sus pautas culturales”; “al parto natural, respetuoso de los tiempos biológico y psicológico, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados por el estado de salud de la parturienta o de la persona por nacer”. Sin embargo, muchos de estos preceptos no son tenidos en cuenta en la sala de parto.
Para la científica, hay discursos que determinan o priorizan modos de actuar en instituciones de Salud, que en muchas ocasiones se imponen a recomendaciones e incluso a leyes vigentes.
-¿Cuáles serían esos discursos dominantes?
-Son muchos los que siguen teniendo un peso mucho más grande que la ley. El más importante, porque su efecto suele ser inmediato, es el del “riesgo”, lo que automáticamente nos lleva a una emoción hoy en día muy disputada: el miedo. Es muy común en el imaginario, el desplazamiento del interés cuando una persona se embaraza: se la deja de ver como una individualidad para verla como una dualidad o, peor, como una incubadora. Son muchos los casos de mujeres-madres que se lamentan de que nadie les pregunta cómo se sienten, cómo están, qué emociones –positivas y negativas- les despierta el embarazo o cómo han vivido sus partos. La prioridad ya no está en ellas, sino en el bebé que las habita, hasta el punto de que muchas se ven anuladas. A esto apunta un discurso como el del “riesgo”, que homogeneiza experiencias, sentires, individualidades bajo un único propósito: evitar que nada malo pase. Y negando, entonces, la posibilidad a que todo lo bueno suceda.
-Si bien estos discursos son detectados y hay una ley vigente que condena la violencia obstétrica, estás prácticas siguen sucediendo, ¿por qué?
-El modelo biomédico de intervención en los partos está completamente naturalizado, también por el disciplinamiento al que son sometidos nuestros cuerpos desde el mismo momento en que nacemos. Hay una teórica feminista, la filósofa estadounidense, Sandra Lee Bartky, que lo ha explicado muy bien en términos de género: se nos disciplina corporalmente en “ser mujeres” por medio de prácticas diversas como pueden ser la dieta, las transformaciones quirúrgicas, etc. Pero para ello, primero se nos inculca la idea de que nuestros cuerpos son defectuosos, que nunca podrán llegar a cumplir con las expectativas de un ideal (masculino, claro), lo que provoca en nosotras una alienación corporal profunda. Entonces, para muchas personas que se hacen los controles que se les piden y que van a parir al hospital, la violencia ejercida sobre ellas, sobre sus cuerpos y sobre el de sus crías, no es tal. Sino lo normal. También porque el mandato del “dolor” es casi tan importante como el del “riesgo”. Si del parto solo se espera un dolor insoportable, es más fácil depositar la confianza en el afuera, en “quienes saben”, enajenándose, pues, de su propia y exclusiva vivencia.
-¿Cuáles serían entonces los discursos contrahegemónicos?
-El “paradigma del respeto” o el “paradigma fisiológico”, que entiende el embarazo y el parto no como enfermedades que necesitan de controles médicos excesivos, sino como un momento de salud y mucha plenitud, especialmente para el cuerpo gestante. Una de las principales consecuencias de esta tensión entre discursos ha sido la tipificación de la Violencia Obstétrica (V.O.) como una forma más de ejercer violencia de género, en este caso, en el ámbito de la salud reproductiva. El hecho de que la Ley 25.929 para garantizar los derechos de la familia a tener un parto respetado haya sido finalmente reglamentada tras más de una década de su primera sanción es también un logro que tiene que ver con el impulso de estos discursos que resisten a la mirada biomédica y a sus múltiples formas de ejercer el poder y el control sobre los cuerpos.
-¿La programación de cesáreas “innecesarias” puede ser utilizada como “mecanismo de control y opresión?
-La cesárea es una cirugía mayor que está pensada para casos de urgencia, tanto para la vida del/a bebé como de la persona gestante. Sin embargo en Argentina se realizan muchísimas cesáreas. Su programación indiscriminada, puede verse como un mecanismo de control: control sobre el cuerpo de la persona que está por parir y sobre el cuerpo del bebé, ya que ni siquiera se le permite iniciar el proceso del parto de manera involuntaria o fisiológica. Y de opresión, porque someten la voluntad de la persona que está por parir a la voluntad del médico, que se erige en la única autoridad de peso en el asunto. Suelen darse muchos motivos para tal práctica: desde la necesidad del médico de liberarse la agenda hasta el tamaño de las caderas de la persona gestante o el tamaño del cuerpo del bebé. Una persona profundamente informada y apoyada por un entorno que la acompañe en su decisión, puede negarse. Según un informe de la OMS elaborado en 2015 el número de cesáreas no debería superar el 15 por ciento de los nacimientos, pero esa cifra es por lo menos el doble en Argentina.
-¿El movimiento feminista entrega nuevos elementos a la sociedad para construir alternativas a los modelos dominantes?
-Pienso que el feminismo es una herramienta que está presente, y de hecho en muchos casos se la toma, pero no sé si diría que es constitutivo de estos movimientos de apertura. Lo puede ser individualmente. La cuestión con el feminismo es más compleja, porque sigue habiendo muchas tensiones en el seno del movimiento respecto a cómo considerar o entender la decisión de la maternidad. Históricamente, podemos decir que el feminismo ha construido todo un andamiaje teórico cuestionando y deconstruyendo aquellos aspectos que hacen de la maternidad una experiencia profundamente atravesada por el patriarcado. No obstante, la emergencia de feminismos populares y plurales hace que inevitablemente esta cuestión se ponga sobre la mesa. Porque somos muchas las personas que sentimos que el feminismo atraviesa nuestras maternidades, las alimenta y las enriquece de mil maneras posibles. Una de ellas puede ser la lucha por la desmedicalización del embarazo y el parto, entendiendo esta instancia como una colonización de nuestros cuerpos y de las emociones que los constituyen.
-¿Qué mecanismos y herramientas hay disponibles para combatir o revertir estas prácticas violentas?
-Hoy en día pienso que hay dos opciones: la primera, quizá la más costosa física y emocionalmente, es la de denunciar la violencia sufrida. Esta, desde mi punto de vista, es la más difícil, puesto que muchas veces después de haber sido violentado/a, lo último que quieres es seguir siéndolo por un sistema que tiene sus tiempos. Pero es una opción: acercarse a cualquiera de las asociaciones o colectivos para recibir asesoramiento y guía, o dirigirse directamente al Ministerio de Justicia, que abrió una página para recibir exclusivamente denuncias por V.O. La otra, la que para mí es fundamental, es asistir a las rondas de gestantes o ir a escuchar las charlas que colectivos como Mujeres por un Parto Respetado Córdoba (MPRC), periódicamente realizan en espacios públicos como hospitales, universidades o museos. En estas instancias, las personas pueden informarse, sacarse las dudas, conocer otras miradas y paradigmas, decidir y elegir qué es lo que más les conviene como individualidad y como familia.
*Argentina cuenta desde hace unos pocos años con un Observatorio de Violencia Obstétrica, autogestionado por el colectivo Las Casildas que busca visibilizar este tipo de violencia y en empezar a impulsar un cambio en el paradigma de atención al embarazo y al parto. Más información en http://www.lascasildas.com.ar/
*El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación recibe denuncias de Violencia Obstétrica en la siguiente dirección: http://www.jus.gob.ar/areas-tematicas/violencia-de-genero/denuncia-de-la-violencia-obstetrica-modelos-e-instructivo.aspx
Por Alejandro Canizzaro (CENPAT- CONICET)