Vinculación Tecnológica
Culturas que resisten el tiempo a través del hilado de fibra de guanaco
Un consorcio público-privado de instituciones en el que participa el CONICET desarrolla un proyecto socio-productivo que beneficia a varias asociaciones de productores y artesanas de la Patagonia.
Cuando el 4 de junio de 2011 erupcionó el volcán chileno Puyehue se desencadenó sistemáticamente en la región andina norpatagónica una serie de impactos de los que hoy, en algunas áreas, aún se sienten sus efectos. Muchos pequeños productores de parajes rurales de la provincia de Río Negro prácticamente no encontraron posibilidad de seguir viviendo de lo que era su principal fuente de subsistencia: la cría de ganado ovino. Al problema de la desertificación se sumó la ceniza, que cubrió de un manto gris los suelos e hizo difícil la supervivencia de las ovejas.
En ese contexto, Patricia Dreidemie, investigadora adjunta del CONICET en la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), y Roberto Killmeate, líder referente de organizaciones sociales campesinas de la Argentina, promovieron el diseño del proyecto “Desarrollo del circuito socio-productivo de fibra de guanaco como recurso estratégico de la Economía Social en Patagonia”, que se orienta a generar una alternativa de desarrollo social y productivo para los pobladores rurales de la región sur de la provincia a partir de unir y fortalecer experiencias del territorio: el manejo animal (arreo, esquila, y liberación de guanacos en silvestría) y la producción textil artesanal de los pueblos tehuelche y mapuche.
En el marco del paradigma de Economía Social y Solidaria, que en la provincia de Río Negro cuenta con la Ley Nº4499, el proyecto propone la elaboración artesanal de textiles en base a fibra de guanaco, integrando horizontalmente asociaciones de pequeños productores y artesanos de la región, y desarrollar su cadena de valor garantizando la rentabilidad de la actividad, la justa distribución de los beneficios, el respeto por los marcos normativos vigentes y los protocolos de uso de especies silvestres protegidas.
“Los productos finales de toda la cadena de valor -bufandas, ruanas, ponchos y otros tejidos- valen no solo por la fibra fina con la que están elaborados sino másbien por los relatos de vida que condensan”, comenta Dreidemie, co-directora y representante administrativa y legal del proyecto. “Es un tipo de tejido que recupera técnicas ancestrales propias del territorio. Además de la obtención de la fibra y su acondicionamiento (descerdado y limpieza), involucra técnicas de teñido natural y de hilado y tejido a telar vernáculas. El resultado es la confección de prendas de altísima calidad que enlazan la cultura y la fauna silvestre propia de la Patagonia, promoviendo su conservación”, agrega.
“El proyecto se sostiene sobre el reconocimiento de los saberes locales propios de los campesinos. Nosotros, los técnicos e investigadores, brindamos herramientas para fortalecer sus organizaciones y valorizamos sus rasgos identitarios. También colaboramos a que se conozcan entre sí los participantes de los diferentes eslabones de la cadena productiva y a que accedan a capacitaciones y encuentros”, explica la investigadora.
El guanaco, la estrella del proceso productivo
En el complejo proceso socio-productivo que da lugar a la creación de los productos finales, el guanaco es concebido como un recurso público estratégico de la economía social. “Al ser fauna silvestre, no puede ser apropiado o privatizada, no se lo puede emplear como ganado, como a la oveja, y está probado que no funciona bien su domesticación”, asegura la investigadora del CONICET.
El circuito integró dos experiencias en territorio que de manera independiente habían comenzado a funcionar con buenos resultados. Por un lado, en su fase inicial existía una iniciativa de productores de la meseta de Somuncura que, con asistencia de técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), experimentó encierres y esquilas en silvestría con la supervisión de la Dirección de Fauna Silvestre de Río Negro; y por el otro, en Dina Huapi –localidad ubicada a 20 km. de Bariloche- funciona el Mercado de la Estepa, una asociación civil sin fines de lucro que desde hace más de 12 años reúne una red muy amplia de hilanderas y tejenderas distribuidas en el medio rural, quienes comercializan sus productos en el marco del comercio justo.
“Los productores, arrieros, encerradores y esquiladores que tenían acceso a la materia prima no tenían asegurado el circuito de venta. Cuando lograban su venta, estaban sometidos a los precios que le imponían firmas acopiadoras que responden al modelo agro-exportador, sin desarrollar la cadena de valor completa en el territorio”, explica Dreidemie.
En la asociación de cuatro instituciones, la UNRN, la Dirección de Fauna Silvestre -dependiente de la Secretaría de Medio Ambiente de la provincia de Río Negro-y dos asociaciones civiles sin fines de lucro, Mercado de la Estepa y Surcos Patagónicos, junto al CONICET, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, y la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, se conformó en el 2012 un equipo de trabajo interdisciplinario que busca construir soluciones. Así, productores especializados en el manejo de fauna en silvestría, artesanas expertas en hilados y tejidos, e instituciones que brindan el andamiaje técnico y administrativo pudieron dar forma a un proyecto que respeta y revaloriza los recursos naturales y culturales propios del medio rural patagónico.
La reivindicación de la mujer hilandera
Una de las apuestas más fuertes del proyecto es visibilizar el rol de la mujer rural, clave en el desarrollo de las economías locales. Para Dreidemie, “la figura de la hilandera con su saber ancestral es importantísima. En todos los parajes rurales hay mujeres que se dedican a esa práctica pero desafortunadamente son el eslabón más invisible de la cadena y el más débil. Históricamente se valoró más la figura del esquilador y de la tejedora; sin embargo, la calidad del producto final la define la calidad del hilado. Hilar guanaco no es una tarea sencilla, el hilo tiene que resultar fino y parejo para que la prenda luzca bien, y esto es algo que saben hacerlo las mujeres rurales”.
La meta: lograr sustentabilidad
Con grandes avances en el desarrollo de la cadena de valor, el proyecto se propone este año potenciar su difusión hacia la sociedad y trabajar en aspectos de comercialización y marketing. “El objetivo también es que sea sustentable económicamente, siempre en el marco de la Economía Social”, apunta Dreidemie.
El equipo y los productores están actualmente a la espera de una maquinaria importada de Canadá que permitirá extraer la cerda gruesa de la fibra fina de guanaco con mayor facilidad, y con la que se espera desarrollar “una planta de fibras finas” que quede en dominio de la red de productores.
El proyecto cuenta con el apoyo del Fondo de Innovación Tecnológica Sectorial Desarrollo Social Camélidos, administrada por el Fondo Argentino Sectorial de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Además, el CONICET avaló su inclusión en el Banco Nacional de Proyectos de Desarrollo Tecnológico Social.
La iniciativa está integrada por un consorcio asociativo público privado conformado por la Asociación Civil Surcos Patagónicos, la Asociación Civil Mercado de la Estepa “Quimey Piuke”, la Universidad Nacional de Río Negro y la Dirección de Fauna Silvestre de la Secretaría de Medio Ambiente de la provincia de Río Negro. A este núcleo inicial se suman actualmente las Asociaciones Civiles de artesanas “Quinm Cal” Tierra de los Glaciares (El Calafate, Santa Cruz), “Traful Chen” (San Julián, Santa Cruz), “Fibras del Fin del Mundo” Hilanderas y Tejedoras de Tierra del Fuego (Ushuaia, Tierra del Fuego), artesanas asociadas de Gdor. Gregores (Santa Cruz), artesanas de Junín de los Andes (Comunidad Mapuche Atreiko), artesanas de Lago Rosario, que conforman la Red MAPA (“Mercados Asociativos Patagónicos”).
Por Ingrid Lucero Parada