PROGRAMA NACIONAL CIENCIA Y JUSTICIA
Ana Paula Penchaszadeh: filosofía al servicio de los derechos de los migrantes
Como miembro del programa, la investigadora se dedica a aportar a la discusión sobre el concepto de Justicia para los extranjeros en suelo nacional.
Jacques Derrida, filósofo contemporáneo, decía que no hay pensamiento que no sea autobiográfico. La historia de Ana Paula Penchaszadeh (40 años) comprueba esa teoría: es Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Doctora en Filosofía por la Université París 8 y, desde 1998, estudia temáticas vinculadas con la extranjería, la hospitalidad, las migraciones y los derechos humanos con una mirada teórica y práctica. “Mi objetivo es echar luz sobre procesos actuales de discriminación y xenofobia”, dice. Sus padres son científicos –biólogos-, así que siempre estuvo cerca del mundo de la investigación y, sin duda, se acercó a la ciencia por su propia historia: “Fui extranjera, exiliada, me crié en Venezuela, después viví en Francia. Mis padres vivían en Mar del Plata y se exiliaron en 1975. Se les complicó antes de la Dictadura Militar. En ese contexto nací yo”. Con esa impronta, es una de las investigadoras del Programa Ciencia y Justicia del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
“No soy abogada –dice-, no vengo del Derecho, pero mis proyectos siempre estuvieron atravesados por la pregunta acerca de la justicia y por el análisis de diversos entramados jurídicos actuales e históricos”. Su primer proyecto de investigación, como becaria de la UBA y, luego, como becaria del CONICET se tituló “Tras el concepto de justicia en Platón y Aristóteles. El sentido de la vida-con-otros”. En él comenzó a abordar las paradojas y las contradicciones políticas contenidas en la distinción entre justicia y ley.
Ya desde la secundaria, Penchaszadeh vivía preocupada por el tema de la justicia y la exclusión, lo que la llevó a organizar jornadas de reflexión, formar parte de una ONG de jóvenes y a involucrarse en un proyecto de bibliotecas populares. “Era buena para las ciencias exactas, mis papás me insistían para que siguiera física – que me fascinaba – pero mi vocación humanística era muy fuerte. Opté por la ciencia política y después estudié en forma autodidacta filosofía, siempre con un énfasis en el otro y la alteridad”.
Evolución del objeto de estudio “justicia”
Su obsesión por el carácter político y no fundado de la ley encontró en el libro A fuerza de ley. El “origen” místico de la autoridad, de Jacques Derrida, un cauce teórico fundamental: “Básicamente –explica Penchaszadeh, con la pasión que la caracteriza- Derrida dice que toda ley es un texto deconstruible y desnaturalizable. Y es deconstruible porque hay algo que siempre lo excede, lo interpela y lo coloca tanto en el camino de la perfección, como de la perversión. La Justicia es ese exceso, eso incalculable, ese otro (encarnado variablemente en distintas figuras de la alteridad como los negros, los indios, las mujeres, los niños, los extranjeros, los trabajadores, lxs lgtbi, etc.) excluido del cálculo jurídico que, necesariamente, se toma su revancha en el texto de la ley en nombre de la Justicia. Creo que la pregunta por el hiato entre justicia y ley no es otra cosa que la pregunta por la posibilidad de toda política encarnada en diversos sujetos democráticos que interpelan los órdenes existentes.”
Paralelamente a sus investigaciones teóricas en torno de la diferencia entre justicia y ley, se interesó en la figura del extranjero y en cómo esa figura es esencial para la creación de las fronteras de la comunidad política. El extranjero, en sus primeras investigaciones sobre la construcción de la nación Argentina, apareció como un arcano fundamental del matrimonio Estado-Nación: “En 1998, también comencé a analizar la relevancia de las leyes de extrañamiento de comienzos del siglo XX para la construcción de la nación Argentina y sus fronteras”. Esta segunda línea de trabajo sobre la figura del extranjero se consolidó en el tiempo, trascendiendo una mirada histórica y situándose en el mundo actual.
Así, en relación a las migraciones, sostiene que existen dos grandes problemas: la distancia entre la ley y las instituciones y prácticas que deberían encarnarla y las limitaciones de las leyes fundadas en el matrimonio de ciudadanía y nacionalidad. Según Penchaszadeh, siendo el mayor país receptor de migraciones del Mercosur, Argentina tiene una de las leyes más progresivas del mundo: “Ley de Migraciones vigente (25.871), fruto de la lucha de organizaciones de derechos humanos, organizaciones abocadas al trabajo con migrantes y organizaciones de migrantes, reconoce de manera inédita el derecho humano a migrar y la importancia regional de las migraciones”. La ley sancionada en 2004, en reemplazo de una ley de la dictadura, “es una muy buena ley que requiere ser aplicada efectivamente a través de un trabajo de adecuación normativa con las provincias y de un enfoque de derechos humanos integral.”
El salto a la praxis
Una vez terminada su tesis de doctorado, que giró en torno del vínculo entre política y hospitalidad en el mundo contemporáneo, Penchaszadeh se preguntó cómo podía ser que investigara la temática de las migraciones y la hospitalidad, tan relevante y actual, y no tuviera ninguna vinculación con los distintos espacios de incidencia en la realidad de los migrantes. En su tesis ya había comenzado a aplicar el conjunto de hipótesis teóricas que sustentaban su investigación al caso particular de la detención de solicitantes de refugio: “¿cómo era posible que el derecho internacional de los derechos humanos pudiera culminar en la detención de personas solicitantes de refugio y en la privación de la libertad? ¿Cómo era posible que proliferara la práctica de la detención –la peor de las penas- en democracias consolidadas? Ahí, nuevamente, el ejercicio consistió en realizar una deconstrucción del entramado jurídico y normativo del derecho internacional de los derechos humanos en relación al refugio mostrando su carácter pervertible en el horizonte una hospitalidad incondicional basada en los derechos humanos: “No era que las prácticas iban en contra de la ley sino que el mismo derecho internacional asociado al refugio permitía la detención arbitraria de las personas”. Vio entonces cómo los extranjeros son sometidos a lógicas excepcionales de control en base a perspectivas securitarias contrarias a los derechos humanos: “Las personas que migran en busca de mejores oportunidades laborales –causas socioeconómicas- o huyen de guerras y diversas formas de violencia son usualmente tratados como criminales. Pero es preciso tener en cuenta que las migraciones en el mundo no tienen nada de voluntarias: la mayoría de las personas preferiría no migrar, no elige migrar, está obligada a hacerlo ”.
Luego, en 2012, comenzó a trabajar con el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Lanús, en el Programa de Migraciones. Allí, como asesora técnica del CONICET, co-coordinó hasta el año pasado, junto con Pablo Ceriani Cernadas, un proyecto sobre Migraciones, Derechos Humanos y Niñez en convenio con Unicef-Argentina y la Universidad de Lanús. “ En este proyecto analizamos básicamente cómo se invisibilizan los problemas de la niñez en el contexto de las migraciones. En Argentina la condición migrante, aunque dura solo una generación, tiende a perpetuarse en los chicos que cargan con el estigma y las dificultades de sus padres migrantes”. Después de una etapa de diagnóstico de la situación de la niñez en el contexto de las migraciones de Argentina, abordaron la discriminación en las escuelas y en el ámbito de la salud, así como la adecuación normativa requerida federalizar ley 25.871.
Con esa experiencia, descubrieron que había un enorme desconocimiento tanto de las características de las migraciones en Argentina, así como de la Ley de Migraciones. Una de las razones de este desconocimiento, explica Penchaszadeh, se debería a “matrices poscoloniales vigentes que decodifican las migraciones como una pieza de museo, enfatizando las tradicionales migraciones ultramarinas e invisibilizando las migraciones latinoamericanas”, Así, uno de los logros visibles del trabajo de incidencia en derechos humanos, coordinado por Penchaszadeh en el ámbito escolar, quedó cristalizado en la “Valija de materiales didácticos para (re)Pensar las migraciones en Argentina en y desde la escuela”, donde se aborda de manera interdisciplinar estas temáticas (www.valijainmigracion.educ.ar).
“Busco siempre argumentos para defender los derechos políticos de los migrantes”, dice Penchaszadeh, que además ha participado, como tallerista y colaboradora en los últimos encuentros (realizados en Córdoba y Mendoza) de la Red de Líderes Migrantes de la Argentina “Ahora –cuenta- estamos haciendo entrevistas en profundidad a líderes migrantes sobre derechos políticos. Nos interesan sus argumentos y las paradojas políticas que surgen de la identidad entre dos comunidades políticas. Los inmigrantes son arcanos sacrificiales de las democracias, y Argentina no es una excepción a esta regla. Los derechos políticos serían un antídoto contra la xenofobia y la discriminación, pues los migrantes dejarían de ser una minoría sin voz ni voto y pasarían a formar parte activa de la ciudadanía.” Aunque no es abogada, insiste, pone su bagaje teórico al servicio del debate, la reglamentación, la reforma y la crítica de los distintos entramados jurídicos. “La movilidad humana tiene el poder de poner en jaque toda la estructura sedentaria sobre la cual se erigen las constituciones y las leyes. Los derechos humanos son nuestra herramienta para operar una defensa de todos aquellos que por alguna razón se encuentran fuera-de-lugar. En este sentido, como investigadora y defensora de los derechos humanos de las personas migrantes tengo un tipo que jueces y abogados no tienen. Y es solo dándose un tiempo que es posible no reproducir aquello mismo que criticamos. Los cientistas sociales y filósofos somos aliados claves de todo derecho progresivo”. Todo eso, a grandes rasgos, fue lo que la llevó a sumarse al Programa Ciencia y Justicia.