Serie "Mi Camino a la Ciencia"

“Mi infancia en el campo forjó mi vocación”

La bióloga del CONICET Nataly O´Leary cuenta cómo su pasión por la naturaleza y el legado familiar la motivaron a descubrir su pasión.


Nataly O’Leary es investigadora del CONICET y se especializa en botánica sistemática, una rama de la biología que se ocupa de establecer los nombres correctos de las plantas y clasificarlas según la especie, el género, la familia, etc. “Siempre estamos clasificando –ejemplifica O´Leary- cuando guardamos las remeras en el ropero: manga larga separadas de manga corta o por color”, y continúa: “Dado que los sistemas de clasificación van variando, eso hace que haya que modificarlos constantemente, por eso muchas veces los nombres de las especies cambian”.

El interés por la ciencia como legado

O’Leary es ahijada de una bióloga, sobrina nieta de un bioquímico, nieta de una profesora de geografía y bisnieta de un ingeniero químico, pero “paradójicamente mi abuelo abogado jugó un papel fundamental en mi vocación, pues estaba todo el día leyendo libros de ciencia”, revela. Fue quien la introdujo al universo de Carl Sagan, y de quien heredó “un cuaderno manuscrito con las constelaciones estelares marcadas en biromes de colores, que aún conservo como un tesoro en mi mesa de luz”, confiesa la científica.

Veranos, inviernos y cualquier ocasión eran propicios para escaparse al campo de su tía bióloga en Azul (provincia de Buenos Aires), donde forjó su vocación. Como anécdota siempre cuenta: “Recuerdo cuando mi tía me enseñaba que los pinos tenían hojas aciculares (forma de acícula= aguja); para mí era fascinante saber todas esas palabras tan precisas para definir la naturaleza”, rememora la investigadora y resume “mi infancia en el campo forjó mi vocación”.

El camino a la ciencia en el CONICET

Si bien tenía muchas opciones dando vueltas: arquitectura, bellas artes y biología, entre otras carreras universitarias, cuenta que se decidió por Biología, “probablemente impulsada porque mi tía era bióloga y yo quería saber todo lo que ella sabía de la naturaleza, en especial de las plantas, hongos y microorganismos”.

Su formación en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires le permitió, por su perfil académico, postularse a una beca del Consejo. “De hecho, desde primer año se hablaba de mantener un buen promedio para poder aplicar a las becas del CONICET, que era el primer paso para seguir la carrera en el organismo. Para mí era el camino natural del biólogo” sentencia O´Leary.

Una vez recibida de licenciada en el año 2002 se presentó a una beca doctoral con una colega quien se convirtió en su “segunda madre académica”: Su directora de tesis se convirtió en un pilar en el campo profesional y también en la vida personal. “Todavía conservo un cuaderno que me hizo para que fuera anotando recetas de cocina -confiesa la bióloga- y recuerdo las tardes que pasaba arreglando los dobladillos de la ropa de mis hijos como una abuela, mientras hablábamos de las plantas”.

En el doctorado hizo la revisión taxonómica (ordenar la clasificación) de un género de 80 especies actualmente aceptadas (Verbena). Luego de doctorarse, se presentó a una beca postdoctoral, donde estudió las relaciones de parentesco (filogenéticas) en base a secuencias de ADN de las especies definidas por la científica en el doctorado, y después entró en carrera de investigador, siempre en el Instituto de Botánica Darwinion.

Actualmente, O’Leary sigue trabajando en la misma familia botánica y, recientemente, se volcó a los aspectos más aplicados de la botánica, como la bioprospección, “que implica el estudio de algún material biológico que tiene potencial uso productivo (comercial, agronómico, medicinal), en el caso de plantas se buscan extractos que tengan alguna utilidad para la humanidad” explica la investigadora.

“Lo que más me gusta de la ciencia es que no aburre”

“La formación de recursos humanos es uno de los aspectos que más me gustan de mi vida profesional -sostiene la científica-, estar en contacto con gente más joven, con otras ideas, escucharlos, debatir, enseñarles, ayudarlos y sentirme orgullosa de sus avances y logros, como si fueran mis ´hijos´” y asegura “trabajar con becarios me conecta con la juventud y refresca la mente”.

O´Leary disfruta levantarse todos los días e ir a su lugar de trabajo “porque siempre hay algo nuevo, desafíos constantes y proyectos”. Además, la bióloga resalta: “Lo mejor de la ciencia es que no aburre, porque todos los días son diferentes. Y cuando el artículo científico, que tanto esfuerzo y tiempo llevó realizar, está próximo a publicarse es siempre una recompensa”.

Pasión por la ciencia

“Creo que lo más importante que tiene el trabajo de científica es que apasiona y poder vivir de lo que a una la entusiasma es excepcional”, sostiene la investigadora. Hoy, a más de veinte años de haber finalizado su carrera universitaria, O´Leary confiesa que volvería a sus años de facultad “cuando disfrutaba del estudio, y de mis amistades con mis compañeros. La carrera es lindísima, todo es interesante” y reflexiona: “Los aliento a seguir sus vocaciones, porque no hay nada más gratificante que hacer lo que a uno le apasiona”.

Por Florencia Verrastro

Ir al sitio de VocAr