Con las modificaciones en el gobierno nacional, tras el estallido de la crisis en diciembre de 2001, se producen los correspondientes cambios de autoridades. Asume como presidente del CONICET Eduardo Charreau, discípulo directo de Houssay, y vuelve la senda de la excelencia de los comienzos del organismo. Las nuevas designaciones parecen traer finalmente aires renovados a la deprimida situación del Consejo.
A partir de 2003, el CONICET comienza con una recuperación notable, gracias a la política de Ciencia y Tecnología llevada a cabo por el nuevo gobierno. Ingresan contingentes de científicos y científicas. “Los argentinos y quienes nos están viendo a través de la televisión tienen que entender que no hay país posible, no hay país independiente, no hay país que tenga posibilidades de crecimiento, si nosotros no desarrollamos a fondo la investigación en la Argentina”, señala el flamante presidente de la Nación, Néstor Kirchner.
En 2007 una de las medidas adoptadas por el entonces gobierno de Cristina Fernández de Kirchner es la creación de una institución inédita: el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCyT). El CONICET, que continúa siendo un ente autárquico, pasa a estar bajo su órbita. Pocos años después se sitúa en el Polo Científico Tecnológico, un espacio que nuclea a la administración y algunos laboratorios del ámbito científico. El presupuesto para la ciencia y la tecnología se multiplica. Esta política de Estado, junto con un programa especial de repatriación, permite que cientos de científicos y científicas regresen a investigar al país. En 2011 se inaugura Tecnópolis. En 2012, en una decisión histórica entre el sector científico y el productivo, el Gobierno funda YPF Tecnología S.A. (Y-TEC), un modelo innovador, único en la región, en el que se combina YPF, la empresa de energía más grande del país, y el CONICET, el principal organismo de promoción de la ciencia y la tecnología en Argentina.
La política de expansión del sistema científico lleva a que, entre 2003 y 2015, el número de investigadores/as aumente de 3500 a más de 10000. En ese contexto, las mujeres investigadoras ganan muchos espacios en el campo científico: en 2015 llegan a constituir un 52 % de la planta, en contraste con el 30 % que se observa a nivel mundial. Además, muchos científicos y científicas regresan al país a partir del Programa RAICES.
De todas maneras, en la tendencia a consolidar redes para el avance científico de Argentina hay aún una deuda pendiente: desde los inicios de la Carrera del Investigador se identifica una alta concentración de sus miembros en la Capital Federal y en unos pocos grandes centros urbanos del país, destacándose entre ellos el caso de la ciudad de La Plata (provincia de Buenos Aires). Sin embargo, dentro del territorio nacional todavía es pequeña la presencia de investigadores/as. La conducción del organismo fomenta una política para la radicación de personal científico en zonas donde su presencia es escasa. Esto significa el inicio del tránsito por el camino orientado hacia la consolidación de aquella mirada federalista con la que fue concebido el CONICET. Así, la ciencia comienza a llegar a lugares recónditos, como la Antártida -a través de campañas de buques oceanográficos del CONICET que cumplen misiones científicas en el mar-, Malargüe -donde se establece el observatorio de rayos cósmicos Pierre Auger, el primero en su tipo del mundo para escanear el cielo-, el espacio -a través de la puesta en órbita de los satélites ARSAT-.
La ciencia se convierte en sinónimo de soberanía: cuanta más investigación se financia, más crece el país. Además, las investigaciones en Ciencias Sociales ganan terreno: análisis sobre género y sexualidades visibilizan sujetos antes no considerados en el ámbito científico; dan relevancia a problemas como la violencia de género; y señalan distintos modos en que el género se articula con otras categorías -como la clase o la raza- en la producción y reproducción de las desigualdades sociales.
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