Entre 2015 y 2019, el gobierno de Mauricio Macri disminuye el presupuesto destinado a la ciencia, desfinancia proyectos de investigación, salarios y becas. En una decisión inédita, decide degradar al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación y convertirlo en una Secretaría que funciona bajo la órbita del Ministerio de Cultura y Educación. Los ingresos a la Carrera del Investigador se reducen en un 50%. Se produce una “fuga de cerebros”: muchos investigadores e investigadoras se van del país para trabajar en el extranjero. Directivos de institutos que dependen del CONICET advierten públicamente que por la falta de financiamiento funcionan “al borde de la parálisis”.
En 2019, el CONICET vuelve a estar bajo la jurisdicción del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, que se crea nuevamente tras su degradación en Secretaría. A comienzos de 2020, se suscita una de las crisis globales más grandes para la humanidad: la pandemia del coronavirus. Ese año, el CONICET alcanza la primera posición del Ranking SCImago dentro de los organismos de gobierno de Latinoamérica dedicados a la investigación y sus investigadores, investigadoras, becarios, becarias, personal de apoyo, administrativos y administrativas de todo el país demuestran que están a la altura de la situación. Se adaptan en tiempo récord al nuevo contexto de pandemia y doblegan esfuerzos para llevar adelante infinidad de proyectos, investigaciones y desarrollos, con el objetivo de mitigar el impacto del virus SARS-CoV-2 desde todas las disciplinas del conocimiento. Algunas de las iniciativas surgidas en este contexto son: el test serológico que determina la respuesta inmunológica de una persona frente al coronavirus -desarrollado en solo 45 días-; el barbijo creado con telas tratadas con activos antivirales, bactericidas y fungicidas; un método rápido y portátil de diagnóstico molecular con tecnología CRISPR; kits de detección rápida que, a partir de una muestra respiratoria y en menos de dos horas, permiten saber si una persona está infectada. También se desarrollan posibles terapéuticas, como el suero equino hiperinmune anti-COVID-19, y la aplicación potencial del spray nasal de carragenina. Se confeccionan prototipos de mascarillas y respiradores; se constituye la red internacional que elabora el protocolo de emergencia para utilizar plasma de pacientes recuperados; y se realizan mediciones del impacto social y psicológico del aislamiento y acciones para mitigar la infodemia y las fake news sobre la pandemia. La ciencia toma una relevancia pública y social sin precedentes.
Hoy, como en los mejores tiempos de la ciencia, el organismo se ubica en el puesto 141 a nivel global entre más de 8000 instituciones académicas, científicas y gubernamentales dedicadas a la investigación según el Ranking Scimago y, en la categoría de organismos gubernamentales centrados en la investigación científica, ocupa el puesto 17 entre 1745 organismos de todo el mundo.
En este período aumentan los presupuestos, se construyen más edificios y se otorga más equipamiento para la ciencia argentina. Asimismo, se incrementan los ingresos a las Carreras del Investigador y del Personal de Apoyo. Se implementan políticas científicas con perspectiva de género y hay una mayor vinculación con empresas, organizaciones, instituciones de ciencia y tecnología y universidades.
Paralelamente, la comunidad científica aporta su conocimiento para contribuir a la formulación y sanción de distintas leyes que amplían derechos.
Todavía quedan desafíos a futuro para el CONICET, como incrementar la cantidad de mujeres que ocupan categorías superiores dentro de la Carrera del Investigador. Sin embargo, a partir de la sanción de la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, se augura a futuro un crecimiento sostenido del sistema científico que permitirá que la soberanía científica nacional se fortalezca aún más. Esta ley establece que el presupuesto destinado a la Ciencia y la Tecnología se incremente de manera progresiva y sostenida hasta alcanzar, en el 2032 como mínimo, una participación del 1 % del Producto Bruto Interno (PBI) de cada año. Asimismo, a través del Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030 (PNCTI), se pautan agendas estratégicas, territoriales y transversales que abren un horizonte inédito de articulación, impacto y federalización de la ciencia a futuro.
El compromiso ya está en marcha. La ciencia es soberanía.
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