INVESTIGADORES
TACCETTA Natalia Roberta
libros
Título:
Agamben y lo político
Autor/es:
NATALIA TACCETTA
Editorial:
Prometeo
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2011 p. 380
ISSN:
978-987-574-529-2
Resumen:
El nombre de Giorgio Agamben se ha vuelto ineludible en el mundo filosófico contemporáneo. Se doctoró en leyes por la Universidad de Roma con una tesis sobre el pensamiento político de Simone Weil, fue alumno de Martin Heidegger entre 1966 y 1968 y trabajó en el Warburg Institute de Londres. Publicó su primer libro, El hombre sin contenido, en 1970 y desde entonces han confluido en su pensamiento filosófico la estética y la iconografía, la lingüística, la teoría jurídica, la historia y el pensamiento político. Con el objetivo central de investigar la situación metafísico-política de Occidente y una posible salida a lo que llama las ?mistificaciones sangrientas del nuevo orden planetario?, Agamben sigue las huellas de pensadores que van desde Aristóteles hasta Franz Kafka pasando por los Padres de la Iglesia y Tomás de Aquino, sin evitar seguir estelas riesgosas como la de Carl Schmitt y tomando especialmente aspectos diversos de la filosofía de Martin Heidegger, Walter Benjamin y Michel Foucault. El cuestionamiento a la tradición occidental implica para Agamben interrogar las categorías centrales de los campos filosófico, jurídico y cultural en general, y supone, sobre todo, una estrategia de abordaje que es a la vez filosófica y política. Entre el origen de la tradición metafísica y el cumplimiento de la tradición mesiánica, Agamben repiensa el tiempo presente a partir del desvelamiento de la lógica interna del proceso que dio lugar a la situación contemporánea. Esta vocación, en algún sentido deconstructiva, implica tanto un retorno al origen ?siempre tachado- como la posibilidad de resituar el presente a partir de las huellas del pasado. El filósofo lo intenta sorteando no pocos obstáculos, pues debe descubrir las distintas máscaras puestas por la tradición metafísica, su consideración sobre el lenguaje y la definición de lo humano. En la línea de Foucault, Agamben teoriza sobre la biopolítica, en tanto gestión política de la vida, a partir del ingreso de la vida humana en los cálculos del poder. Pero, a diferencia de Foucault, Agamben reconoce una estructura de poder muy antigua, cuya genealogía hace remontar a la Antigüedad occidental, la cual no ha cesado de expandirse desde entonces hasta convertirse en la forma dominante de la política en los Estados modernos. El objeto de la biopolítica es, para Agamben, la nuda vida que designaba en el mundo griego el simple hecho de vivir que comparte el hombre con el resto de los vivientes. En la consideración agambeniana, el tratamiento que la metafísica ha hecho de lo vital y su deriva política parecen analizables, fundamentalmente, a la luz de los horrores que determinaron ciertos períodos de la historia política de Occidente. En este sentido, la nuda vida, la vida sin cualificación, ha sido el sustrato de la gestión política, de la soberanía en general, y sigue siendo hoy el soporte del discurso médico y político. Agamben rastrea la genealogía de esta nuda vida para descubrir el proceso por el cual el hombre no es considerado sujeto, sino un cuerpo vivo, proceso que conduce hasta la coincidencia entre biopolítica y política y la correspondencia del estado de excepción con el Estado. Es a la luz de estas consideraciones que pensar lo político en Agamben implica interrogar la historia jurídica de Occidente, desde el derecho romano hasta la moderna Déclaration des droits de l´homme et du citoyen de 1789 y sus derivaciones, pues es también allí donde el filósofo encuentra el intento de gestionar la vida humana para producir vida sin más. La historia se ha plagado de intentos ?todo el discurso humanista lo ha intentado- de velar el proceso de gestión de la vida como vida desnuda y el resultado de este proceso es el reconocimiento de la gestión como proyecto de la tradición, lo que implica comprender que la vida puede ser ?ha sido y es- ahistorizada, considerada objeto y aniquilada sin que ello implique reproche jurídico alguno. La imagen paradigmática de este movimiento de lo político es el campo de concentración, al que Agamben no trata como un hecho excepcional, sino como la realización acabada del proyecto político-metafísico de Occidente. En el campo, los referentes éticos son puestos a prueba y, según Agamben, el único sostén ético aparece en las figuras del testigo y el testimonio. En consonancia con estas ideas, describe un proceso de continuidad entre los campos de concentración nazis y el proceso de aniquilamiento que se llevó a cabo en ellos y diversas situaciones en el marco de la política actual. El campo parece haber anulado las dicotomías metafísicas tradicionales, pues en él se ha hecho ?y se hace aún- posible lo imposible. Amparado en los vacíos de la ley o en jurisprudencia ad hoc, el campo se vuelve el nómos de lo moderno y el exemplum a partir del cual pensar las coordenadas temporoespaciales de lo político. En este sentido, Agamben convierte al campo en el centro neurálgico de su reflexión filosófica como figura que se redefine constantemente, cada vez que se abre un espacio de excepción. Ante este diagnóstico, en el que la vida se ve abandonada al mundo del poder soberano, Agamben opone, por un lado, la noción de potencia -que habilita un espacio de acción o resistencia como potencia-de-no-; por otro lado, el Ereignis heideggeriano -que está más allá de la metafísica- y la escritura de Robert Walser, cuyos personajes se mueven por fuera de lo ontoteológico y escapan tanto a la salvación como a la caída. Es así que imagina La comunidad que viene como la comunidad postmetafísica en la que acontece la desubjetivación cuya posibilidad ética aparece cuando la tarea histórica se desvanece como una esencia que realizar o cumplir. Lo propio es la impropiedad que debe ser asumida como singularidad sin identidad, pues el ser que viene, el cualsea, es el ser que importa, sea cual sea.