INVESTIGADORES
TACCETTA Natalia Roberta
capítulos de libros
Título:
La dimensión biopolítica del arte. En torno a las fotografías de Gabriela Liffschitz y sus efectos colaterales
Autor/es:
NATALIA TACCETTA
Libro:
Criaturas y saberes de lo monstruoso
Editorial:
IIEGE y Facultad de Filosofía y Letras
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2011;
Resumen:
Para pensar la intersección entre cuerpo, arte y política, podrían referirse diversas experiencias en el contexto del arte contemporáneo. La exposición fotográfica de Gabriela Liffschitz es sin duda un ejemplo relevante en el marco del, arte argentino. Efectos colaterales fue realizada en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires en el año 2000 y fue acompañada por un libro homónimo en el que la artista recoge apreciaciones que van de lo intuitivo a lo filosófico en torno a la mutación de su cuerpo después de someterse a una mastectomía. Las fotografías de Efectos colaterales pueden ser abordadas desde muchos puntos de vista: como portadoras de valores intrínsecamente artísticos (iluminación, composición de cuadro, presentación del cuerpo, uso de los espacios áureos y construcción de punto de vista, etc.); como una deconstrucción profunda de estándares de perfección del cuerpo femenino; como constatación de formas diversas de belleza; o, entre muchas otras, como manifestación de la biopolítica. En estas páginas se intentará producir una reflexión en relación con esta última perspectiva. Gabriela Liffschitz nació en 1963 y fue escritora y fotógrafa. En la década de 1990, publicó dos libros de cuentos: Venezia (1990) y Elisabetta (1995). Pero el giro en su obra se da a partir de noviembre de 1999 cuando se produce lo que ella denomina la “mutación”, a partir de la cual edita Recursos humanos, un libro con textos y desnudos propios en el que sostiene que las imágenes y las palabras la sacan “de la tentación de ser la herida para convertir[se] en su observación”, como dice la autora en una entrevista. En 2003, aparece Efectos colaterales y se trata de una serie de retratos que podrían caracterizarse como “más artísticos” y “más audaces” y en el que indaga sobre otras formas de aproximarse a lo que llama “la faltante”. El libro se divide en cuatro capítulos cuyos títulos juegan con la terminología farmacológica (“Ciclofosfamida – metotrexato – fluoruracillo”, “Jarabe de morfina – radiaciones gamma – ciclofenac”, “Doxorrubicina – docetaxel – metadona” y, finalmente, “Furosemida”). Los dos primeros capítulos tienen una propuesta más despojada con desnudos en blanco y negro; el tercer capítulo muestra el cuerpo de la fotógrafa con un body-painting (realizado por el artista argentino Alfredo Genovese) en el que dos serpientes, símbolo de la muerte, el dolor y la medicina, surcan el cuerpo de la artista; en el último capítulo, las fotos son claramente eróticas y aluden al imaginario fetichista, jugando con poses, plumas y joyas. La propuesta tal vez comience a comprenderse con la ayuda de las palabras de la autora: “que esta mutación (su observación) haya sustituido a la mutilación, es decir, que en esta explanada yo haya podido ver el movimiento y no la ausencia (de feminidad, de sensualidad) fue el factor que me permitió tener una posición también activa y creativa con relación a este nuevo momento de mi vida, a mi sensualidad, a mi sexualidad” (Liffschitz, 2000: 6). O en otro lugar, cuando intenta ordenar su pensamiento con las fotografías como mediación, dice: “(…) Es difícil pensar sin palabras, sin esos lugares a donde ir tranquiliza. Las palabras tienen eso: convicción, algo así como un sentido para lo que está oculto detrás de ellas, escondidos de tal forma que ante el mínimo asomo, a la más leve revelación lo dejarán (inesperadamente y como un golpe de efecto) sin sentido. Es más fácil pensar, en cambio, que un cuerpo así dispuesto espera” (Liffschitz, 2000: 7).