CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Vivir la fe: un retrato de lo sagrado en la cultura popular del Gran Buenos Aires
En su último libro, el sociólogo y antropólogo Pablo Semán analiza el lugar de la religión en la vida cotidiana de un grupo de católicos y pentecostales.
En el centro del living de una casa, cuelga un dibujo de Jesucristo vestido con jeans y camisa. Sobre el cuadro, con letras que emulan las de los avisos policiales, dice: “Buscado. Jesús Nazareno, 33 años (…) escandaliza a las masas con frases revolucionarias tales como ´Amaos los unos a los otros´. Si lo encuentras, sigue sus pasos”. Es apenas un detalle de los tantos que aparecen en el libro Vivir la fe (Editorial siglo XXI, 2021), y funciona como un caleidoscopio de las formas que adquiere la fe en la vida cotidiana de un barrio popular del conurbano bonaerense.
Llegar hasta esos detalles fue un largo y sinuoso camino para el antropólogo, sociólogo e investigador del CONICET Pablo Semán. Durante cinco años, se sumergió en el barrio Aurora, al sur del Gran Buenos Aires, para estudiar a su población, repartida entre católicos y pentecostales. El resultado, que primero fue su tesis de doctorado y que veinte años después se convirtió en este libro, desmitifica los clichés que años atrás solían relacionarse con la religiosidad popular.
“En el momento en que comencé con esta investigación los cientistas sociales de la religión veían a los grupos religiosos como formaciones paralelas y excluyentes”, apunta el autor, cuyo lugar de trabajo es el Instituto de Altos Estudios (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). “Al comenzar con este trabajo, empecé a notar que el campo religioso era poroso. Que había transversalidades: había católicos y evangélicos que compartían distintos atravesamientos políticos, culturales, terapéuticos, por un lado, y que además era habitual componer en una experiencia creyente recursos de diferentes orígenes. Me interesó transmitir una imagen que diera cuenta de lo plural y viva que es la religiosidad de los sectores populares a partir de preguntas que cuestionaban algunos lugares comunes ¿todos los católicos o evangélicos son iguales?, ¿qué comparten entre sí?”.
Para responderlas, Semán sintió que no era suficiente visitar el barrio una y otra vez para entrevistar a las personas que eran objeto de su investigación. Aceptó el consejo de varios etnógrafos: convivir con sus entrevistados, que se convirtieron en vecinos e interlocutores. Quería conocer de primera mano las formas en las que se expresaba y se profesaba la fe de católicos y pentecostales, descifrar ese dialecto particular ligado a lo religioso que los vecinos habían creado en ese territorio, como también en tantos otros. “Me pareció que ese barrio tenía características compatibles con las de otros barrios, y me permitió trabajar las cuestiones que a mí me interesaban u otras que fueron revelandose en el campo: la militancia política y el peronismo, la psicologización en la religión y la juventud en los creyentes católicos y evangélicos”. Estuvo yendo al barrio desde 1995 y entre 1996 y finales 1999 se mudó a vivir ahí. “Verlo desde adentro –dice Semán- hizo que aparezcan de categorías que no aparecen en un libro que analiza el fenómeno religioso desde afuera”.
-¿Qué cuestiones captaste viviendo ahí, a las que de otro modo no hubieses podido acceder?
-Creo que fui interiorizando una serie de personas, cosas, formas de decir, que eran como un armazón de discursos y de prácticas que configuraban construcciones, singulares, densas y rotundas. Pero para que se entendiera la profundidad y la pertinencia de lo que conversé con la gente, tenía que hacer ver en dónde se enraizaban esas cuestiones, por eso fui a esos detalles que hablan del modo de vida, de cómo son apreciadas las cosas en pasajes que parecen incidentales, pero expresan una estructura. Cosas que la gente no verbaliza de buenas a primeras pero que igual tienen significado para ellas (como me lo mostraron en comentarios, en agregados, en explicaciones o con señalamientos en acto). Transmitir ese mundo de significación es algo que obligaba a una una interacción, una descripción y una reflexión constantes.
-¿Cómo fue tu metodología de trabajo?
-Empecé, como siempre digo, mal. Haciendo entrevistas biográficas para ir conociendo a la gente, pero de ese trabajo obtuve un producto que no me satisfacía. Ya en las primeras cuarenta entrevistas que hice, sentía que no tenía profundidad la indagación que hacía. Hice ciento veinte entrevistas en seis meses como si eso fuese a solucionar algo, y seguía insatisfecho por lo que obtenía, hasta que me di cuenta que lo que me pasaba era que no tenía que hacer entrevistas: tenía que acompañar las experiencias de la gente y “callarme la boca”. Cuando se me fue la ansiedad, empecé a acompañar a algunas de las personas que había entrevistado. Por suerte tuve margen para ver ese error y cambiar la estrategia de trabajo. Fue mucho más rico quedarme “callado”, esperando, hasta ver, dejarme interrogar, vivir situaciones, interactuando a partir de esa base, no de una guía de preguntas previa o implícita, en un diálogo que ponía en el centro las inquietudes y las experiencias mis interlocutores y el sinfín de incomprensiones y malentendidos en que nos envolvíamos ellos y yo. Esos son los personajes que aparecen en los capítulos del inicio, gente a la que entrevisté largamente pero sobre todo con la que compartí mucho tiempo. Y cuando escribí el libro, me di cuenta que las ciento veinte entrevistas servían para algo: se entendían mejor si exponía las cosas más profundas primero y esas entrevistas aparecían al final, como una condensación del conjunto del trabajo. Por eso en el libro tomé la decisión de exponer la información al revés de cómo fue el trabajo de campo: primero las historias particulares, después las historias agregadas y leídas partir de ciertas variables que se hicieron relevantes en esa misma experiencia.
-¿Te resultaba dificultoso mirar el territorio en perspectiva, viviendo ahí mismo?
-El ejercicio de escribir el diario de campo me permitió retomar el matiz contrastivo con la propia experiencia y con lo que es uno en otro lugar. Además, yo entraba y salía, cuando sentía que me insensibilizaba me iba y volvía. Uno está ahí como investigador y se habitúa a estar ahí de otras formas, pero mientras vos terminás perdiendo contrastes los demás te los devuelven porque no dejan de verte como algo a descifrar (te preguntan, investigan sobre vos tanto como vos de ellos). Así que muchas veces el interrogado por ellos era yo. Así que idas y salidas y el juego de contrastes ayudan a enteder un poco más.
-Este trabajo fue tu tesis doctoral. Pasaron veinte años e hiciste muchas otras investigaciones desde entonces. ¿Qué significó el trabajo que exponés en Vivir la fe en tu trayectoria?
-Analíticamente, este trabajo me permitió componerme una imagen de la vida de los sectores populares que es muy pregnante, una huella muy fuerte en mi memoria, a la cual vuelvo todo el tiempo. Para mí la ventana de la religión me sirvió para entender mejor a los sectores populares en aquel momento. Eso me permite contemporáneamente entender algunos cambios, algunos contrastes, algunas continuidades que veo en nuevas investigaciones sobre diversos campos de los sectores populares.Y el libro me permite plantear algo que todvía es necesario plantear hoy: que la religiosidad de los sectores populares no es pura subordinación, que no se comprende desde un punto de vista externo y alineado con los supuestos culturales de los que ocupamos los primeros deciles de la estratificación social. La religiosidad de los sectores populares puede incluir milagros, teologias diversas, psicología, porlítica y rock. Lo que yo llamo la perspectiva cosmológica es antes que un credo determinado una manera de ver el mundo que puede dalre lugar a todo eso.
-¿Por qué te había interesado el campo de los estudios sociales de la religión para tu tesis?
-A fines de los 80 yo era profesor de sociología, vivía en El Abasto y mientras veía el crecimiento de las iglesias evangélicas tuve un pensamiento muy ingenuo: dije “las iglesias evangélicas resuelven el lazo social que la hiperinflación diluye”. Me empecé a interesar en eso, y me di cuenta entonces que las discusiones académicas sobre el campo religioso eran mucho más complejas de lo que yo pensaba. Así que tuve que abandonar esa hipótesis, y me empecé a preguntar cómo eran las conversiones, en Brasil, en EEUU, en Argentina, cómo funciona la relación entre los grupos religiosos. Eso me embarcó en las ciencias sociales de la religión.
-¿En alguna otra oportunidad repetiste la experiencia de vivir en el territorio que es objeto de tu investigación?
-No volví a tener una experiencia de campo de co-residencia tan dilatada como esta. Me gustaría tenerla, pero va a ser difícil. Nunca más pude hacer un despliegue de energías tan grande, ni tuve los recursos, el tiempo o la situación vital. Fue irrepetible. Por la intensidad y la duración. Pero eso me entrenó los reflejos para el trabajo de campo en general (aunque cada investigación es diferente), mi capacidad de posicionarme ante el campo. Yo ya no me desespero: no busco obsesivamente, encuentro, sé que en algún momento me voy a angustiar porque no veo qué, pero gané una seguridad basada en confiar en el método: estar ahí no es condición suficiente, pero te da una base muy firme. Además, sé que me sigo equivocando como antes, pero ya no me asusto. Me repongo más rápidamente de los errores.
-¿Cómo te gustaría que se lea Vivir la fe hoy?
-Como lo hizo alguien que lo comentó: como una historia social de la religión en el Gran Buenos Aires, una historia que ilumina las raíces del presente. Creo que en ese sentido aporta profundidad a la discusión sobre cómo se divide y se mueve el campo religioso, que es una discusión que es válida siempre. Además me gustaría que se vea que independientemente de los grupos religiosos, la religión tiene la posición específica en mundo popular: lo sagrado es inmanente, no está mas allá y tiene un lugar clave en la vida cotidiana en el mundo popular: es como un punto de condensación y ordenamiento de la experiencia de los sectores populares en general.. Este libro muestra que lo sagrado no está más allá sino más acá, que en los barrios se convive con la presencia ordenadora de lo sagrado de forma independiente de las alternativas religiosas a las que se acude o incluso aunque no se acuda a ellas.
Por Cintia Kemelmajer