CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD
Un árbol lleno de arañas
Investigadores del CONICET participaron de la mayor sistematización taxonómica de arañas vivientes hecha hasta el momento.
Como parte de un ambicioso proyecto que apuesta a reconstruir la historia completa de la evolución de las arañas, un equipo de trabajo internacional armó el mayor árbol filogenético del orden Araneae realizado hasta hoy. El mismo incluye grupos o taxones de arañas claves de todo el mundo y abarca 936 especies, 700 géneros conocidos –además de 26 que aún no estaban identificados- y 115 familias.
El árbol filogenético –también llamado ‘árbol de la vida’- de un orden animal ilustra las relaciones evolutivas al interior del mismo y se organiza de mayor a menor en tres niveles taxonómicos principales: familias, géneros y especies. Como la cantidad de las especies existentes es inabarcable -por ejemplo, hay cerca de 45 mil especies conocidas de arañas– se busca que el muestreo contenga grupos que puedan ser considerados representativos.
“El trabajo que se hizo es realmente impresionante. No hay precedentes de un árbol filogenético que contenga tantos grupos de arañas y que abarque un espacio geográfico así de amplio. Hay especies que tuvieron que ser buscadas en cuevas en lugares recónditos de Tasmania, Madagascar, Sudáfrica, Australia o Nueva Zelanda para poder describirlas y secuenciarlas”, explica Martín Ramírez, investigador principal del CONICET y encargado del equipo del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET) que participó del proyecto.
La reconstrucción filogenética publicada en la revista Cladistics cuenta con un respaldo molecular basado en la secuenciación del ácido desoxirribonucleico (ADN) de los tejidos de las muestras recolectadas. Uno de los programas computacionales que se utilizó para el procesamiento de los datos fue el TNT (Tree analysis using New Technology), desarrollado por Pablo Goloboff, investigador principal del CONICET y director de la Unidad Ejecutora Lillo (UEL, CONICET- FML), quien participó en los intensos análisis que requirió esta investigación.
Las caracterizaciones morfológicas fueron importantes para definir grupos representativos y, por lo tanto, qué muestras analizar genéticamente. “La parte morfológica es esencial cuando tenés que determinar cómo se distinguen unas especies de otras, porque secuenciás un número limitado, apuntando a que sean representantes de grupos”, explica Ramírez.
Cristian Grismado, profesional principal del CONICET en el MACN que también participó del proyecto, destaca la relevancia de esta investigación en el campo de la aracnología: “Más allá del artículo de Cladistics, el impacto que tuvo este trabajo sobre la taxonomía de las arañas es tremendo. Desde que nosotros nos incorporamos al proyecto – contando solamente lo producido en nuestro laboratorio- se describieron y nombraron dos nuevas familias, cinco géneros y 121 especies”.
“En paralelo a este árbol hicimos un trabajo taxonómico que nos permitió describir y publicar especies que no tenían nombre. A veces es necesario redescribir y renombrar porque surgen grupos que nos se ajustan a la sistemática actual”, acota Luis Piacentini, becario posdoctoral del CONICET en el MACN.
Si bien este estudio abarca sólo arañas actuales, el proyecto es armar un árbol que incluya también especies extinguidas. “En esta fase nos concentramos en las vivas y nos preparamos para sumar a los fósiles antiguos en ámbar o roca que, como por ahora no aportan ADN, hay que caracterizarlos sólo con datos morfológicos”, explica Ramírez.
La base de datos morfológica del proyecto, compuesta de más de 35 mil imágenes de microscopia electrónica, se concentró en el MACN. El responsable de llevar adelante este banco de imágenes es Ramírez, quien realizó la curación de las imágenes digitales generadas en el MACN y en otros siete institutos de EEUU y Dinamarca.
La magnitud de la tarea realizada hasta el momento es la clara muestra de que si bien el extenso recorrido ha dado ya importantes resultados, todavía está lejos de haber rendido todos sus frutos.
Por Miguel Faigón