CIENCIAS AGRARIAS, DE INGENIERÍA Y DE MATERIALES

Revalorizando la naturaleza: la evaluación de los servicios de los ecosistemas

El marco de servicios ecosistémicos ayuda a revelar el valor de la naturaleza para el bienestar humano.


Por Matías Mastrangelo* y Federico Weyland**

La crisis ambiental global de las últimas décadas puso de manifiesto más que nunca que nuestro bienestar como individuos y el de la sociedad en su conjunto depende fuertemente del funcionamiento de los ecosistemas. Los procesos y funciones de los ecosistemas que brindan beneficios a la sociedad han sido llamados servicios ecosistémicos, y su enorme valor para el bienestar humano los ha convertido en un fuerte argumento a favor de la conservación de los ecosistemas y paisajes. Los servicios ecosistémicos contribuyen a nuestro bienestar diario en forma más o menos aparente. El oxígeno que respiramos es generado por la actividad de innumerables tipos de organismos que van desde los grandes árboles de los bosques hasta las algas microscópicas del mar. Los alimentos que consumimos son producidos sobre suelos cuya fertilidad es mantenida por el continuo reciclaje de nutrientes por parte de una diversa comunidad de microorganismos.

Al carecer de valor monetario, la gran mayoría de los servicios ecosistémicos son tomados como gratuitos y su valor no es considerado en los análisis económicos sobre los que se formulan las decisiones del uso del suelo tanto por el sector público como el privado. Como consecuencia, el manejo de los ecosistemas suele estar orientado únicamente a aumentar la producción de servicios ecosistémicos cuyos beneficios tienen valor en los mercados (por ejemplo, granos, carne, madera), lo cual reduce la disponibilidad de servicios ecosistémicos con valor para el público en general, como aquellos que regulan el clima y mitigan el calentamiento global, o los que controlan el ciclo del agua y previenen sequías e inundaciones. Estas situaciones de compromiso (cuando una parte aumenta, la otra disminuye) subyacen a muchos conflictos ambientales y sociales que observamos hoy en día. Por ejemplo, los desmontes en el norte de nuestro país aumentan la producción de cultivos industriales de la que se benefician los grandes productores, pero disminuye la diversidad de polinizadores que es importante para los cultivos de pequeños productores y la abundancia de flora y fauna silvestre que utilizan las comunidades indígenas.

Las ciencias ambientales vienen cumpliendo el importante rol de evidenciar los múltiples valores que la naturaleza tiene para el hombre mediante la evaluación de los servicios ecosistémicos, con el propósito de informar decisiones que promuevan la sustentabilidad ambiental y la equidad social. Esta visión está siendo adoptada por un creciente número de grupos de investigación en nuestro país, entre los cuales el Grupo de Estudio de Agroecosistemas y Paisajes Rurales (GEAP) fue uno de los que comenzó con la evaluación de servicios ecosistémicos en el marco de la vinculación entre el ex Laboratorio de Agroecología dirigido por el Dr. Pedro Laterra en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Mar del Plata y el Grupo de Recursos Naturales y Gestión Ambiental dirigido por el Dr. Nestor Maceira en la EEA INTA Balcarce. Actualmente, el GEAP cuenta con trece investigadores y seis becarios y participa en diversas redes y proyectos nacionales e internacionales que trabajan vinculando la evaluación de los servicios ecosistémicos con la planificación del territorio.

Tanto en nuestro grupo como a nivel mundial, los estudios sobre servicios ecosistémicos estuvieron inicialmente vinculados a la ecología de ecosistemas y paisajes, y con el paso del tiempo fueron incorporando conceptos y métodos de disciplinas sociales como la economía, geografía y sociología. En etapas iniciales, estos estudios generalmente se orientan a cuantificar y mapear la capacidad que tienen distintos ecosistemas y paisajes de brindar servicios a la sociedad, y analizar cómo esa capacidad cambia con la transformación de ecosistemas y paisajes producida por la actividad humana. Así, por ejemplo, investigamos cómo el proceso de intensificación agrícola o “agriculturización” cambia la capacidad de un ensamble de pastizales, humedales, sierras y campos de cultivo (cuenca de Mar Chiquita, sudeste bonaerense) para producir carne y granos, amortiguar inundaciones, filtrar contaminantes, proveer hábitat a especies silvestres, ofrecer oportunidades de recreación y turismo, etc. Esta información nos permite, por ejemplo, identificar qué tipo de ecosistemas y paisajes producen servicios ecosistémicos que son a la vez importantes para la población y están amenazados por la agriculturización, cuya conservación debería ser priorizada en planes de ordenamiento territorial.

En etapas posteriores, la atención de los estudios se dirige hacia comprender en qué medida los distintos actores sociales (por ejemplo, apicultores, ecoturistas, pescadores) valoran y dependen de los distintos servicios ecosistémicos, y cómo la transformación de ecosistemas y paisajes afecta su bienestar. Así, por ejemplo, investigamos cómo productores agropecuarios, desde campesinos a empresarios, en zonas de frontera agropecuaria (oeste de la provincia de Chaco) valoran y dependen en forma diferente de servicios ecosistémicos producidos por el bosque nativo como forraje, carne y protección contra la erosión. Esta información nos permite, por ejemplo, identificar quiénes son los grupos sociales más dependientes del bosque nativo, cuyo bienestar es más vulnerable frente a la deforestación. De la misma manera, evaluamos cómo el proceso de agriculturización en la región pampeana afecta la herencia cultural y el sentido de pertenencia de la población local.

La adopción del marco de servicios ecosistémicos en las investigaciones y procesos de toma de decisión nos ayudaría a poner en valor la naturaleza y ordenar el uso del territorio en forma equitativa para satisfacer las necesidades de los distintos actores sociales.

*Matias Mastrangelo es Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad Nacional de Mar del Plata y PhD en Biología de la Conservación por la Victoria University of Wellington. Es investigador asistente del CONICET en el Grupo de Estudio de Agroecosistemas y Paisajes Rurales.

** Federico Weyland es investigador asistente del CONICET en el Laboratorio de Agroecología de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Es Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde también obtuvo su Doctorado en Ciencias Agropecuarias. Su área de trabajo es Servicios Ecosistémicos y Ordenamiento Territorial Rural.