SERIE CIENCIA Y ESCUELA

¿Qué sabemos sobre el compromiso de los estudiantes?

La investigadora Daiana Rigo analiza cómo funciona y de qué manera se estudia en los ámbitos educativos.


En el último tiempo, el estudio del compromiso en contextos educativos, se volvió clave a la hora de trabajar algunos problemas como el bajo rendimiento, los altos niveles de aburrimiento, el fracaso y la deserción escolar. El compromiso de los estudiantes representa una de las mejores opciones para evaluar el rendimiento en todos los niveles educativos descifrando los factores que influyen en el rendimiento. De esta manera, los resultados sobre este tema permiten pensar y desarrollar experiencias educativas que acompañen al estudiante evitando su desvinculación del sistema educativo.

Pero, ¿qué es exactamente el compromiso? Daiana Rigo, doctora en Psicología e investigadora adjunta CONICET en el Instituto de Investigaciones Sociales, Territoriales y Educativas (ISTE) explica que el compromiso es una energía en acción y agrega: “Implica que los estudiantes dediquen tiempo y esfuerzo a las actividades educativas para alcanzar las metas académicas”. Completamente contrario a la falta de interés o la escasa participación, el compromiso hace referencia al esfuerzo o tiempo que las instituciones educativas y los docentes dedican a la motivación de tales actividades. Por este motivo, es doble y espiralado, mutuo y recíproco. Además, es maleable ya que es un proceso que evoluciona con el tiempo dependiendo de las interacciones de los niños, niñas o adolescentes con los entornos y sus características.

Hay una infinidad de rasgos contextuales o personales que se pueden asociar al compromiso: “Los contextuales influyen más en el compromiso escolar o académico que los personales”, explica. Con esto, se refiere a que el diseño instructivo, el estilo docente, los vínculos familiares, el grupo de compañeros y la conformación del aula (incluyendo el desafío, la curiosidad, la autonomía, el reconocimiento y la evaluación) cumplen un rol fundamental en cómo se percibe el compromiso del niño, niña o adolescente. Estos factores influyen más en el compromiso escolar que los llamados rasgos personales como pueden ser las expectativas personales, las atribuciones, las motivaciones o las metas expresadas y cada factor juega un rol en mayor o menor medida. Lo situacional con lo personal se enlazan para definir qué tan comprometida se siente la persona.

“Por todo lo anterior, es fundamental para el docente pensar la clase, planificar las tareas y comprender los intereses particulares de cada estudiante, dándoles pie también a ellos para que expresen sus ideas”, señala. La idea es llegar a cada estudiante dado que la formación docente en lo que refiere al compromiso apunta a ofrecer estrategias para ayudar a comprometer a todo el grupo que compone la clase. Rigo destaca que no solo se busca apuntar a los y las estudiantes que se desvinculan, “También apuntamos a prevenir buscando comprometer aún más también a aquellos que actualmente están enganchados”. Trabajar con grupos grandes favorece las dinámicas y permite poder atender a cada instancia con retroalimentación promoviendo la participación y el interés por la clase. “Implica mucho trabajo del lado del docente, estar atentos y escuchar las ideas de los alumnos o incorporar sus saberes”, agrega

¿Cómo está compuesto el compromiso?

Está integrado por cuatro dimensiones: afectiva, cognitiva, conductual y agéntica. La dimensión cognitiva es clave para entender que si los estudiantes logran autorregularse y ser metacognitivos, una estrategia súper valiosa para cuando lleguen a la universidad, donde se esperan acciones más autónomas y toma de decisiones en base a las metas académicas personales buscadas. Asimismo, la dimensión agéntica, de reciente estudio en el campo del compromiso, entiende que los alumnos contribuyen de manera proactiva al flujo de la clase que reciben y que al hacerlo, mejoran su rendimiento y motivación, como sus condiciones de aprendizaje. “El compromiso agéntico es la acción proactiva, constructiva y recíproca que los estudiantes inician para estructurar su progreso académico y crear un entorno de aprendizaje más propicio para ellos mismos junto a otros docentes y pares”, comenta Rigo. Las dimensiones conductual y afectiva son las que se pueden observar con y en el comportamiento que las personas tienen en los contextos de aprendizaje, cada dimensión puede estar ligada a diferentes indicadores: la conductual está ligada a la participación, consultar e intervenir con dudas, reflexiones o ideas nuevas y la afectiva está ligada al interés por hacer y las tareas presentadas y los formatos de clase planificados por los docentes.

Aunque está muy relacionado a aspectos cómo la motivación, la creatividad, las emociones, los patrones de aprendizaje, entre otros, el compromiso también está ligado a funciones o habilidades ejecutivas y a la procrastinación. Las actividades que llevan tiempo y esfuerzo suelen ser reemplazadas por otras más entretenidas, más sencillas y fáciles de gestionar. “Hoy, uno de los factores más distractores son los celulares y las redes sociales, pero al estar comprometidos con los estudios, implica cumplir con las tareas escolares y/o académicas; la presencia de estos factores llevan a la multitarea y aumentan los deseos de postergar lo que es más complejo”, relata la investigadora y amplía: “Cada vez nos cuesta más inhibir las acciones que dispersan nuestra atención y tomar decisiones en nuestra vida cotidiana para comprometernos con tareas que requieren poner en marcha nuestras funciones ejecutivas frías y cálidas”. Las funciones ejecutivas frías están relacionadas al control cognitivo, que implica funciones como la memoria de trabajo, el control de la atención, la planificación, el monitoreo, el razonamiento abstracto y la resolución de problemas. Por otro lado, las funciones ejecutivas cálidas se refieren al  control emocional, que abarca la modulación de la activación emocional, la modulación del humor y las estrategias auto tranquilizadoras.

El compromiso y la educación

Cuanto mayor sean las interacciones con personas, entornos y objetos culturales, mayor serán las posibilidades de comprometer a los estudiantes. Toda experiencia novedosa y original puede contribuir en este sentido: “Hoy estamos viendo que la educación expandida es clave para trazar nuevas formas de hacer educación, una educación que puede suceder en cualquier circunstancia y en cualquier espacio, donde el proceso de enseñanza y de aprendizaje se amplifica y su variabilidad se hace prácticamente infinita”, explica Rigo. Esta educación desafía y amplía la educación tradicional, horizontal normalizada y estandarizada abriendo un espacio para interactuar con otros actores, tiempos y espacios que no son los propios de la institución escolar.

“Es muy importante promover el compromiso desde los primeros años de escolarización”. comenta la investigadora y agrega: “Albert Bandura, psicólogo canadiense conocido por desarrollar la teoría del aprendizaje social, propuso la idea de que un sujeto es capaz de convertirse en agente de sus aprendizajes, participando y, a la vez, mostrando un sentido de autoeficacia que le permite accionar sobre el propio funcionamiento y sobre los eventos del contexto”. Al promover esto desde edades tempranas, se logra que el compromiso en los estudiantes mayores no dependa del contexto de la clase sino de los comportamientos de los alumnos que interactúan de manera activa con sus entornos.

La deserción escolar. Al referirse a la influencia del compromiso en evitar la desvinculación del sistema educativo de los y las estudiantes, la investigadora analiza: “Una de las claves a tener en cuenta es la inasistencia” y añade: “Cuando un alumno falta reiteradas veces hay que detenerse a indagar las razones para poder actuar a tiempo”. Hay dos tipos de desvinculación: la primera, asociada a los estudiantes que abandonan los estudios temprano, y la segunda define a los alumnos que si bien no abandonan los estudios no están totalmente “enganchados” con las clases, esto se puede deber a no querer romper con lo esperado por su entorno familiar y social en base a las expectativas construidas. “En este último grupo, estamos a tiempo de actuar y re-vincular”, desarrolla Rigo.

Aunque depende mucho de cada entorno, las expectativas construidas por las familias pueden ser varias y no siempre se alinean con las de cada estudiante. Por ejemplo, muchas veces los y las docentes creen que sus estudiantes cuando lleguen a la universidad van a ser autónomos para el estudio, lograrán autorregular sus procesos de aprendizaje y van a ser críticos cuando en realidad están aprendiendo cómo ser estudiantes universitarios. “La idea siempre es acompañar, no dar por sentado nada”, señala la investigadora.

Es importante destacar que los y las docentes siempre están a tiempo para re-vincular estudiantes aunque la manera en la que se puede hacer depende de los factores que estén incidiendo en ese proceso de desvinculación. Las investigaciones actuales de la investigadora están orientadas al nivel superior, que incluye el universitario y el terciario. Rigo puntualiza en el caso de los estudiantes universitarios donde encaran los procesos de reorientación vocacional con expectativas que no les pertenecen a ellos sino a sus padres que construyen un futuro que esperan para ellos y entonces los y las estudiantes no estudian verdaderamente lo que les apasiona. En este caso puntual, se puede ayudar a los y las estudiantes a descubrir que los motiva. Esta es una estrategia para que los y las estudiantes se auto conozcan y puedan elegir que quieren hacer logrando que lo que hagan lo hagan comprometidos con sus objetivos. En el caso del nivel inicial, primario y secundario, la investigadora destaca que la contención emocional es fundamental junto con definir metas y determinar las acciones para fijarlas y concretarlas. “También se puede ofrecer estrategias de aprendizaje, orientadas a promover aprendizajes significativos para el alumno pero también se puede trabajar junto a los docentes para convertir la materia en un espacio desafiante y creativo” comenta Rigo y agrega: “Estamos frente a nuevas generaciones que tienen modos distintos de acceder a la información y de relacionarse y en algún punto hay que incluir esa mirada dentro del aula”.

Las TICs, el compromiso y la pandemia. La investigadora sostiene que el vínculo de las Tecnologías de la información y la comunicación (TIC) con el compromiso escolar tuvo diferentes etapas durante la pandemia. La primera etapa fue de incertidumbre y miedo a perder el año escolar, pero con un fuerte compromiso por aprender, cómo volverse un estudiante remoto y dedicar tiempo y esfuerzo a adaptarse a la educación virtual. La segunda etapa fue de consolidación de los aprendizajes sobre plataformas virtuales con un aumento de la apatía por las TIC, a su vez, con una menor participación de las actividades virtuales. “En esta etapa el soporte familiar, docente e institucional fue fundamental para sostener los procesos de vinculación”, explica Rigo y agrega: “Es clave no solo pedir que usen nuevos recursos digitales sino también mostrar que los docentes hemos hecho un esfuerzo por aprender a usarla y mostrar cómo hacerlo, a veces damos por sentado que los estudiantes saben todo pero no es tan así y se sienten abrumados por tantas herramientas novedosas”. La tercera etapa está marcada por lo mixto, un sistema híbrido que intenta recuperar el compromiso y volver a encauzar las trayectorias educativas de los estudiantes. “Salvando las desigualdades de acceso que se hicieron aún más palpables en este contexto de emergencia sanitaria, para el 2022 el desafío es re-vincular a aquellos estudiantes que no volvieron a la presencialidad”, anticipa la investigadora.

Ningún chico es un caso perdido, todos pueden retomar sus estudios y re vincularse con el ámbito educativo. Rigo adelanta un año de nuevos aprendizajes con la vuelta a la presencialidad, capitalizar lo aprendido de la educación remota y generar programas para atender las revinculaciones. La investigadora focaliza en los desafíos que enfrentan en el ámbito universitario “Creo que tenemos que desarrollar sólidos programas de educación a distancia para que todos puedan acceder a la educación superior, los contextos hídricos nos han enseñado mucho y tenemos que usar ese aprendizaje para que todo aquel que quiera hacer una carrera de grado lo pueda hacer”, finaliza.

Artículos sobre el tema donde Daiana Rigo es participa se pueden encontrar aquí.

Por Camila Hroncich

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