SERIE DIDÁCTICAS

¿Qué enseñamos cuando enseñamos música?

El investigador Juan Fernando Anta analiza la educación musical y su rol en el aula.


La música es un fenómeno que pone en juego nuestras capacidades de comunicación, de goce, de generación de significados, de sensibilidad hacia el entorno y de significados compartidos, entre otras. La educación musical contribuye a desarrollar dichas capacidades. Aunque el componente básico de la educación musical es la escucha, hay innumerables componentes necesarios como: bailar, tocar y compartir música.

Escuchar música es clave para que se generen conocimientos sobre música. “A la hora de referirnos a la educación musical o didáctica de la música nos referimos a un conjunto muy complejo y heterogéneo de cosas que tienen que ver, en caso de la educación musical, con el desarrollo de conocimientos en música y en el caso de la didáctica de la música, con el abordaje sistemático de la enseñanza de la música dado que si se habla de ‘didáctica’ es porque ya hay alguien que enseña”, señala Juan Fernando Anta, investigador en el Instituto de Teoría e Historia del Arte Julio E. Payro dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

¿Qué es la transposición didáctica?

La transposición didáctica es un fenómeno de alteración de un conocimiento para lograr su aprendizaje. “Habitualmente, los docentes contamos solo ‘algunas partes’ del conocimiento disponible o hacemos comparaciones que de profundizarlas no llegarían a buen puerto”, explica el investigador y agrega: “Estas cosas hacen que el alumno se enfrente a una versión de alguna manera ‘alterada’ del conocimiento disponible. Las ‘partes’ del conocimiento disponible que seleccionamos o las comparaciones que hacemos no son caprichosas y es así que suelen ser útiles para que aprendan”. Además, destaca que las transposiciones son muy importantes en la enseñanza. En teoría, a medida que el alumno o alumna se vuelve adulto debe lidiar con conocimiento sin transposiciones.

La transposición didáctica permite diferenciar, por un lado, las disciplinas propiamente dichas y por otro, los contenidos a enseñar y los currículos diseñados para la enseñanza. Uno de los contenidos a enseñar es el de escalas musicales. “Este contenido incluiría la escala mayor, la escala menor armónica, la melódica y la bachiana, las escalas modales, las exóticas, entre otras”, comenta Anta. Un supuesto que justifica la enseñanza de las escalas es la idea de que las mismas preceden a la música y de que la música está hecha a partir de una u otra escala. Otro contenido a enseñar es el de partituras y la notación. Aunque las definiciones pueden variar, en una clase en la que se le pide a un alumno armonizar una melodía dada, esta melodía se entrega en una partitura, el alumno o alumna vuelca su armonización en la partitura y el o la docente corrige.  En este caso, la partitura es la música que el alumno o alumna hizo y el profesor o profesora suele evaluar si está bien o mal analizando lo que puso en la partitura. La frase “la partitura es la música” opera como un objeto creado por la didáctica de la música. “La partitura no es la música; es una manera de representar o codificar la música, ya sea en términos de los sonidos que queremos que se produzcan, cuando ‘toquen’ la pieza, o de las acciones pertinentes para que resulte la sonoridad deseada”, explica.

La educación musical

La educación musical desarrolla las capacidades de comunicación, de goce, de generación de significados, de sensibilidad hacia el entorno y de significados compartidos de múltiples maneras. La manera más simple es mediante la escucha y el pensar acerca de la música: “de lo que escuché yo, de lo que escuchó el otro, de lo que pudimos recordar luego de la escucha, o de los recuerdos que se activaron en nosotros al escuchar”, aclara el investigador. Esto hace que se despliegue la sensibilidad, se potencien las capacidades de significación, de apreciación y de comprensión de quienes aprecian la música con nosotros ahora, y de quienes en su momento la produjeron y apreciaron.

En muchas ocasiones, esto sucede en torno a una tarea de ejecución musical. “En este caso, además la educación musical nos pone frente a las herramientas o ‘instrumentos’, las acciones y el esfuerzo que implicó generar la música que ahora producimos, lo que nuevamente nos conecta con el otro en otro tiempo y lugar; y como a veces tocamos en grupo, la actividad nos integra no solo con el pasado sino con el presente”, comenta, “la educación musical desarrolla nuestras capacidades porque pone a nuestra disposición tanto diferentes músicas como diferentes contextos de producción y circulación presentes y pasados y al introducirnos en esos contextos, entendemos más o mejor a las personas involucradas en uno y otro caso”.

La música en los niveles iniciales

Para el investigador, es necesario tener en cuenta los niveles de educación y saber que el nivel inicial es clave. “En este nivel queda en quienes dirigen el sistema educativo la responsabilidad de que los alumnos accedan a la disciplina en su versión más plena”, señala. Escuchar, pensar, hacer, leer, escribir, comparar, discriminar, valorar, respetar, perseverar, desistir, aceptar, rechazar, dudar son todas competencias clave del desarrollo inicial y para el investigador, son especialmente importantes en un mundo “cada vez más poblado en donde proliferan las relaciones interpersonales indirectas y unidireccionales” y agrega que: “si estas competencias no se cimientan en los períodos iniciales del aprendizaje, que es cuando más flexibles somos, difícilmente el resultado vaya más allá de la construcción de creencias y convicciones, con las limitaciones que luego imponen”.

Las mejores herramientas de los y las docentes de música para lograr que los alumnos y alumnas se entusiasmen es algo tan simple y sencillo como la buena música o música que les resulte desafiante de aprender. Por esto, los y las docentes de música en niveles iniciales deben no solo trabajar con buena música, sino que además es quien interviene en un momento clave para aprender sobre la necesidad de enfrentar los desafíos, o sobre cuándo son importantes sus resultados. Para Anta, el y la docente de los niveles iniciales son actores clave para el futuro de nuestras sociedades, y esto por supuesto aplica también al docente de música.

“En cada clase enseñamos una pequeña porción de los elementos que conforman la música, ya sea un género, un ritmo característico, su escala constitutiva, pero también enseñamos formas de pensar y compartir la música”, explica Anta y agrega: “En cada caso enseñamos una pieza de un rompecabezas, el conocimiento musical de una época, y si las clases son buenas, si el programa es bueno, enseñamos cómo unir esas piezas para poder formar el rompecabezas y así saber incluso cuáles piezas faltan”.

Por Camila Hroncich

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