CIENCIAS AGRARIAS, DE LA INGENIERÍA Y DE MATERIALES

Patagonia: el nuevo hogar de los olivos

Científica del CONICET estudia los mecanismos morfológicos y fisiológicos que le permiten a estos cultivos resistir a bajas temperaturas.


El olivo tiene un origen muy antiguo: se han encontrado representaciones grabadas de esta planta en los sarcófagos de faraones egipcios, así como referencias en textos de los primeros filósofos griegos y en la biblia. Desde hace siglos, y por su gran aprovechamiento comercial, es plantada en todo el mundo. Su fruto (la aceituna) y el aceite que se produce a partir de él son consumidos masivamente. Sin embargo, por sus características biológicas, a la hora de ser cultivada, esta planta se adapta mejor a algunos sitios que a otros. Un proyecto científico actual, a cargo de una investigadora del CONICET, indica que Patagonia presenta condiciones adecuadas para que el olivo crezca y produzca aceite de muy buena calidad.

“El olivo es una planta con características xerófitas, es decir que tiene la capacidad de adaptarse a ambientes con escases de agua y es moderadamente resistente a bajas temperaturas, explica, Nadia Arias, investigadora asistente del CONICET en el Instituto de Biociencias de la Patagonia (INBIOP, CONICET-UNPSJB).

Según indica la investigadora, existe una gran cantidad de información científica con respecto a la tolerancia del olivo a la sequía, pero es escaso lo que se conoce en referencia al proceso que genera la planta para aclimatarse a las bajas temperaturas.

“Las plantas en general pueden resistir el efecto de las temperaturas congelantes a través de dos mecanismos: tolerar la formación del hielo que se forma en los espacios entre las células (extracelulares), o evitar la formación de hielo extracelular a través del superenfriamiento del agua presente en sus tejidos. Este último, es el mecanismo principal que presenta el olivo”, afirma la científica

Para realizar este proceso de superenfriamiento, el olivo necesita aclimatarse durante el otoño. En estos meses, acumula solutos y compuestos anticongelantes; endurece las paredes celulares de sus tejidos, y realiza una redistribución del agua entre los espacios extracelulares y las células, disminuyendo considerablemente el agua en los espacios extracelulares. Estos mecanismos aumentan la capacidad de superenfriamiento del olivo, pudiendo soportar temperaturas congelantes de hasta -14°C.

Arias estudia estas plantas desde el año 2010, pero para poder llevar adelante sus investigaciones, tuvo que superar un obstáculo inicial; resultaba muy dificultoso en aquella época conseguir olivos en Comodoro Rivadavia, ciudad de la Provincia del Chubut en la que la científica se formó, vive y trabaja. Para ese entonces no había emprendimientos productivos consolidados en la provincia y la posibilidad de estudiar la fisiología del olivo resultaba todo un desafío.

“Compramos 200 plantas en un Vivero de la Provincia de San Juan. Llegaron en un camión que se dirigía hasta Santa Cruz luego de realizar un viaje con piedras, y que los dejó en la localidad más cercana a 400km en Río Mayo, y ahí fuimos a buscarlas en el colectivo de línea de la familia Pudimos transportarlas de la mejor manera y comenzar a planear los ensayos”, recuerda.

Luego de ese viaje, en el año 2010, iniciaron los experimentos a campo, que permitieron a la científica conocer los diferentes mecanismos morfológicos y fisiológicos por los cuales la planta se adapta a los climas áridos y fríos, como los presentes en Patagonia Sur.

Para la investigadora, la combinación entre las características biológicas del olivo y las condiciones climatológicas regionales convierten a la Patagonia en una zona óptima para su cultivo.

“Hay una mirada vinculada a la Patagonia en relación a los cultivos que tiende a pensar la región como poco productiva. Hay una idea de Patagonia como un desierto, sin posibilidades productivas más allá de las extractivas como el petróleo o la ganadería ovina. Si bien no tiene las mismas características climáticas o de suelo que puede tener, por ejemplo, la zona pampeana o zonas con otros regímenes de precipitación o temperaturas, sí tiene algunas particularidades que hacen, por ejemplo, que la cereza producida en Patagonia sea de muy buena calidad,  tanto por su tamaño, color o contenido de azúcares. La particularidad con el olivo es que a medida que se lo cultiva en zonas más frías, la acumulación de ácido oleico y fenoles en la planta aumenta. Estos compuestos orgánicos hacen que todos los aceites de oliva cultivados en las zonas más australes del país sean de excelente calidad”, concluye.

 

Los primeros frutos

“Los resultados obtenidos en plantas jóvenes, sugieren que las variedades de olivo: Hojiblanca, Frantoio, Manzanilla, Changlot Real y Arbequina se adaptan a las condiciones reinantes en la estepa patagónica, tanto bajo situaciones de déficit hídrico como de temperaturas congelantes, siendo muy promisorio su cultivo en Patagonia Sur. Sin embargo, teniendo en cuenta las condiciones climáticas de Patagonia Sur, lo cual incluye veranos secos e inviernos húmedos y fríos, continuar con los estudios a campo y con plantas adultas permitirá ampliar las posibilidades del cultivo en la región, no solo evaluando la calidad de aceite, sino también evaluando la potencialidad de los subproductos derivados del olivar, como la utilización de la hoja o los tallos jóvenes”, asegura Arias.

Por Alejandro Cannizzaro